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desenfreno israelí


[Eugene Robinson] Respuesta de Israel ante terrorismo de Hezbolah es desproporcionado y contraproducente.
Es mi mala suerte. Me voy de vacaciones y resulta ser la semana en que se revela la visión estratégica de George W. Bush de la situación actual del mundo: Rusia es grande. China también es grande. Los presidentes del mundo son aburridos. Las presidentes del mundo necesitan masajes en el cuello. El terrorismo es malo. Las elecciones son buenas (cuando se elige a la gente indicada). Israel es bueno. ¿Hora de volver a casa?
Me sentía mejor cuando pensaba que el Decididor no tenía una visión del mundo, sino simplemente un conjunto de instintos sobre la libertad y la democracia. Pero incluso si dejas de lado la embarazosa actuación del presidente a micrófono abierto en la cumbre del Grupo de los Ocho, que es difícil, los sucesos de la semana pasada muestran que su gobierno piensa que en realidad sabe lo que está haciendo. Bush y su gente no han nada más metido la pata y creado este peligroso caos: lo han hecho a propósito. Y tienen la intención de hacerlo aun peor.
El respaldo de Bush a la violencia que está infligiendo Israel contra el Líbano -una prolongada campaña de bombardeos que ha matado a cientos de civiles y sólo puede interpretarse como un castigo colectivo- es verdaderamente asombroso. Por supuesto tiene Israel el derecho a defenderse de los ataques con cohetes de Hezbolah. Pero ¿puede ser esta carnicería indiscriminada, terriblemente desproporcionada otra cosa que contraproducente?
Destruir el aeropuerto de Beirut, hacer volar las torres de comunicación y limpiar el sur del Líbano de su población civil no son medidas que el mundo verá como un ataque contra los terroristas de Hezbolah. La campaña israelí es tan intensa y amplia que está creando más terroristas que los que mata. Una acción militar proporcionada podría haber fortalecido la seguridad de Israel, pero los videos de abuelas llorando entre los escombros de sus casas y de niños ensangrentados en camas de hospitales no harán de Israel un país más seguro. La estatura de Hezbolah en el mundo árabe está creciendo, y sus patrocinadores en Damasco y Teherán deben estar hinchados de satisfacción.
El papel de cualquier presidente y su ministro de relaciones exteriores debería haber sido desplazarse rápidamente para poner fin a las hostilidades. En lugar de eso, Bush no hizo más que incitar a los israelíes, y Condoleezza Rice fue tan lejos que llegó a rechazar la idea de una tregua. Tardíamente, ha viajado a la región sin nada de la credibilidad que puede tener un intermediario honesto. Sus palabras de preocupación por la ‘crisis humanitaria' en el Líbano suenan huecas.
Pero su gobierno no quiere ser un intermediario honesto en Oriente Medio. Bush y Rice han fijado su política en Oriente Medio en una sola e incontrovertible idea -el terrorismo es malo- y eso los ha conducido a la noción errónea de que Israel puede alcanzar una seguridad a largo plazo creando una especie de zona de separación de tierra quemada en el sur de Líbano.
Es difícil imaginar un curso de acción más desolador. Incluso Rice (que es experta en Rusia, no en Oriente Medio) y Bush (que sabe que Rusia y China son grandes) debe recordar que una ocupación militar declarada del sur de Líbano no funcionó, lo que debería hacerles preguntarse si acaso algunas semanas de bombardeo serán suficientes. Incluso los israelíes, que se fanfarroneaban al principio de que querían destruir Hezbolah, ahora hablan solamente de debilitar severamente al enemigo y dejan la puerta abierta para algún tipo de fuerza internacional en la frontera.
Quizás esa será la solución. Quizás Israel obtenga su zona de separación y los cohetes de Hezbolah dejen de caer sobre Haifa, de momento. Pero en última instancia, Israel será menos seguro, y todo el resto de nosotros viviremos con menos seguridad.
Bush, Rice y los demás se niegan a creer que su cruzada contra el terrorismo no podrá nunca ser ganada solamente por medio de acciones militares, porque una victoria en la guerra de armas también puede ser una derrota en la guerra de ideas. Líbano estaba en camino -imperfecta, pero claramente- de convertirse en el tipo de sociedad que pintamos como modelo para el mundo árabe, una democracia secular con una economía moderna. Ahora miles de millones de dólares en infraestructura son ruinas y la industria más floreciente del país, el turismo, ha sido efectivamente destruida. Pasará mucho tiempo antes de que Beirut vuelva a ser la primera opción para unas vacaciones de sol y diversión.
Hezbolah empezó esto con cohetes, pero la desenfrenada respuesta israelí amenaza con convertir en héroe al líder de Hezbolah, Hasan Nasrallah. La nueva prominencia de Hezbolah refuerza la influencia iraní en la región, lo que crea problemas para los gobiernos pro-occidentales de Egipto, Arabia Saudí y Jordania. Entretanto, Iraq, se debate en medio de una brutal guerra civil, y las tropas americanas se estancan en una ocupación de largo plazo. ¿Esto es ganar la guerra contra el terrorismo?
La próxima vez que oigas a alguien elogiar la llaneza de la visión del mundo de George W. Bush, recuerda que lo que no sabes puede en realidad ser perjudicial.

iseugenerobinson@washpost.com

25 de julio de 2006
©washington post
©traducción mQh
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