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tía olga sigue viva


Con fama internacional. La ‘Tía Olga', una leyenda viviente.
A sus 92 años, tres enfermeras cumplen turno para acompañarla. Ella sólo pregunta por sus familiares. Personalidades de distintos sectores encontraron en los salones de Orompello 1153 la mejor acogida. Allí, todavía se canta y se baila.
Son las once de la noche de un sábado y el gran portón de Ongolmo 1153 que conduce hasta la "casa de tolerancia" más reconocida del país abre sus puertas al público una vez más.
La música, en el salón principal, no se escucha alta. No se puede. A escasos metros duerme plácida y vigilada atentamente por una enfermera de una clínica su fundadora y regenta por más de 60 años, Olga Valdivia Torres.
La tía Olga", como es internacionalmente conocida, fue la arquitecta sin querer de uno de los mitos más importantes de la bohemia nacional. De esa bohemia esplendorosa de los ‘50, ‘60 y parte de los ‘70, pero que quedó a mal traer con el toque de queda. Hoy hay menos parroquianos, cierto, pero la boite está ahí.
Alrededor suyo se han inventado las más fantásticas historias.
Las últimas hablan que estaría abandonada en un perdido asilo de ancianos en Santiago y otras, derechamente, la han dado por muerta. Todo falso.
Lo cierto es que no se ha movido en todo estos años de su hogar, como ella misma se encargó de dejarle en claro a su círculo más cercano, al que tuvo acceso EL SUR.
Su residencia, la misma de otros tiempos, se encuentra al centro de la mítica casona y está compuesta de dos piezas pequeñas; una con un pequeño living-comedor y la otra donde destaca su cama de dos plazas y un televisor pantalla plana de 29'. La decoración es sobria y sin ningún tipo de excentricidad ni mucho menos lujo. La enfermera, vestida de un impecable blanco, está sentada a su derecha y no la deja ni un minuto sola.
Aquí, y muy bien por lo demás, descansa "la Olguita", como la llamaban los clientes más cercanos.
Desde mediados de los 90', a partir de un incipiente Alzheimer, Olga Valdivia inició su retirada del negocio. Antes, instruyó a sus fieles colaboradoras de las mañas del negocio y éstas cumplen todo al pie de la letra.

Administran Dos Personas Cercanas
El lugar sigue funcionando con las mismas reglas de hace 60 años. En Concepción, por más que se han instalado nuevas alternativas de diversión para hombres, que incluyen hasta atención en departamentos privados, la casa continúa funcionando con las mismas reglas que cuando comenzó en 1947. La administración, que está a cargo de dos mujeres muy cercanas a la ‘tía', se niega cambiar la forma de cómo atender a los clientes. Las mujeres de la casa siguen luciendo vestidos largos y sin mucho maquillaje; ellas manejan los precios de ‘atención' y trabajan con toda libertad. Al contrario de lo que muchos pueden pensar, la casa no recibe ningún tipo de comisión por ‘servicios'.
Lo único que les exige es tener los papeles de sanidad al día y por supuesto que el cliente antes "de" se sirva un trago.
Según afirma una persona cercana a la casa, la ‘tía' siempre aconsejaba a las niñas que trabajaban bajo su alero diciéndoles que "las mujeres no van a un matrimonio vestidas con lo primero que pillan en su ropero; una verdadera dama se prepara de forma especial para la ocasión, con una visita a la peluquería previamente y de vestido largo… así es como ustedes deben enfrentar cada noche, como una gran fiesta".
Y así ha sido. Si bien el negocio no es el mismo de antes, cuando la ponchera corría de lado a lado y se volvía a la cocina para llenarla cada diez minutos, aún se mantiene vigente y en pie.
Las dependencias, pintadas de amarillo y blanco, lucen remodeladas para que las veinte mujeres que están allí puedan trabajar a sus anchas. De ellas se puede decir que hay para todos los gustos. Hombres muy exigentes y otros no tanto van a quedar satisfechos con una visita.
En los momentos de lucidez, que cada vez son menos frecuentes, Olga Valdivia Torres (92) pregunta por sus amigas y familiares cercanos.
Del negocio, poco y nada. La única conexión que tiene con él, es el retumbar de los sones de moda que se cuelan por las paredes de madera de su pieza, pero ella sigue durmiendo profundamente.
En el resto de la casona, todo marcha bien y la pasión sigue incendiando al rojo las noches de Concepción.

Los Años Dorados
El sábado por tradición es más lento que el resto de la semana. En el salón de la casa, el mismo que animara las fiestas más desenfrenadas en el Concepción de los años 50' y 60', sólo hay cuatro parroquianos y quince niñas se miran una con otras, fumando un cigarrillo tras otro, esperando que la suerte cambie.
Claramente el negocio no es el mismo de antaño, cuando los personajes más ilustres de la ciudad y del país llegaban a olvidarse del mundo. Turistas, empresarios, inversionistas, autoridades y ciudadanos comunes llegaban allí, muchas veces "a conversar un trago". Otras, a celebrar. Entonces, la casa se tiraba por la ventana. Ahora, según se señala siempre en medio de la confiabilidad del salón, "viene de todo: desde exitosos profesionales hasta el más esforzado obrero".
De las figuras de renombre nacional afirman que "se dejan ver de vez en cuando", eso sí, aseguran, que llegan atraídos por la fama de la casa, más que en busca de algún ‘servicio'.

Fama
Esa fama, de la que tanto se habla, se la ganó, en gran medida, por ser un lugar seguro, discreto y en donde se encontraban las mujeres más bellas del ambiente a mediados del siglo pasado.
Olga Valdivia siempre fue la encargada de recibir a los hombres que llegaban. Una vez entrada la noche, desde un sillón de cuero ubicado en el extremo derecho del bar, vigilaba que todo estuviera en orden. Hasta allí llegaban a despedirse luego de una agitada noche los parroquianos.

Acuerdos Políticos
Un viejo asiduo cuenta que "mientras en los agitados años de la Unidad Popular en las calles abundaban las acaloradas discusiones y diferencias entre los políticos, una vez llegada la noche y cruzando el portón rojo todas esas odiosidades entre ellos quedaban afuera".
Los mejores acuerdos políticos se lograron ahí, al calor de las piscolas.
Ir donde ‘la Olguita' era para disfrutar y pasarlo bien, un lugar de encuentro donde los hombres todavía son tratados como reyes.
Es por eso que, desde capitán a paje y noche tras noche se asomaban por el local.

Recuerdos del Capitán
Cuenta un destacado profesional que en un crucero por el Atlántico, hace ya varios años, de casualidad comenzó a hablar con el capitán de la nave. El oficial era inglés y al enterarse de su procedencia, Concepción, comenzó a gritar en un imperfecto castellano ¡Olguita… Olguita!. El único recuerdo que tenía de su paso por Chile era la casa de la ‘tía Olga'. No es de extrañar por eso que en el salón de la casa se encuentren elementos decorativos alusivos al mar. La historia de amores furtivos, que llegaron y se fueron en barco, son parte del inconsciente colectivo de la casa.

Las Otras Historias de Orompello 1153
Campañas de bien social partieron del salón rojo. No todas las historias que salen de Orompello 1153 son de fiestas. Muchos recuerdan otras facetas de la ‘tía' Olga, sorprendentes para muchos, pero en su línea para sus más cercanos.
Una de las historias más renombradas de esta casa se produjo a partir del terremoto del 21 de mayo de 1960 que sacudió a Concepción a las seis de la mañana.
Cuentan que cuando comenzó el movimiento telúrico, que tuvo una magnitud de 7,7º en la escala de Richter, aún había algunos ilustres clientes dentro de las piezas, a quienes se les vio arrancar despavoridos, tal cual como los pilló el siniestro de triste recuerdo.
La casa se mantuvo en pie, pero la mayoría de las edificaciones antiguas del barrio estaban devastadas. Olga Valdivia, como buena vecina, abrió de par en par las puertas de su casa y alojó a varias familias damnificadas.
Un vecino del sector que prefiere no dar su nombre, evoca la situación: "La entrada que sirve para autos estaba llena de carpas. Muchos se quedaron hasta una semana alojando y se hacían ollas comunes para que nadie se quedara sin comer", recuerda.
Años más tarde, en 1978, cuando se realizó la primera Teletón, la tía Olga se mostró muy sensibilizada por el tema y donó una importante suma de dinero a la organización. La relación con la obra de Mario Kreuztberger se volvería tan íntima que no dejó campaña sin hacer.
Cuentan cercanos que ella iniciaba con bastante anticipación la recolección de dinero entre sus parroquianos. Algo entonados en la noche, le hacían aportes en cheques o dinero para lo canalizara a la obra.
La ‘tía' solía inaugurar los depósitos en la cuenta 24.500-03, antes de que se iniciaran las 27 horas de amor, para eludir las cámaras y los flash. Era tradicional que su aporte, que incluía las donaciones de los clientes, fuera el más sustancioso de Concepción. Pero los agentes del Banco de Chile siempre mantuvieron bajo estricto secreto los montos en cuestión. A lo más, comentaban que el depósito era de varias cifras y siempre superior al del año anterior No sólo un terremoto podía poner en apuro a los parroquianos. Algunos recuerdan que en el censo de 1992 varios ciudadanos se encontraban allí al iniciarse el recuento. Hubo un telefonazo.
La autoridad les dio tiempo para llegar a casa.

Las Tías del Sur del País
De norte a sur, cada ciudad tiene una ‘tía' que se adueña de la noche. Pero, aunque algunas se le acercan en algunos periodos o en algunos círculos determinados, ninguna alcanzó el reconocimiento que goza en la actualidad la ‘tía Olga'.
En programas misceláneos de TV o en obras de teatro, y hasta en comentarios de radio, no falta la mención a la ‘tía Olga' de Concepción.
El más austral del país fue regentado por la ‘tía Sara', en las frías noches de Punta Arenas.
En Osorno, funcionó hasta 2004 la casa de la ‘tía Uca'. Su regenta por más de cuarenta años, Elida Acuña, creó un imperio de la noche osornina que se le llamó el ‘Elefante Blanco'.
La "tía Zulema", de Valdivia, aún alborota el río Calle Calle. Zulema Lübbert fue conocida en sus tiempos mozos como una de las mujeres más bellas del sur y su gran amor fue el cantante de boleros Ramón Aguilera. Él murió en sus brazos, en mayo de 2004.
El 5 de junio de 2003 una vieja casona de adobe en Talca se quemó a puertas cerradas. El hecho no tendría relevancia si no fuera porque la casa era de la ‘tía Nelly', la dueña del prostíbulo más conocido de la Sexta Región. El fuego en el inmueble se inició cuando dos mujeres secaban frente a un brasero un colchón empapado de sudor y éste se inflamó.
Más cerca, en la comuna de Hualpén, en la avenida Colón existe el local de ‘Marina', también conocida como el ‘portón verde', por su clásica fachada.

2 de abril de 2007
©el sur
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