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fisuras en milicias de sáder


[Ned Parker] La suspensión de actividades de las milicias iraquíes, ha provocado deserciones y temores de que Irán esté reclutando miembros.
Bagdad, Iraq. A siete semanas de empezar la campaña de seguridad norteamericana en Bagdad, los jefes de la milicia al Mahdi, del clérigo musulmán chií Muqtada Sáder, reconocen que sus combatientes están irritados por las órdenes de cesar las operaciones y temen que puedan perder el control sobre la creciente organización.
Algunos milicianos han desertado hacia grupos armados que no tienen ninguna intención de respetar la tregua. Los comandantes han entrado en la clandestinidad, dejando un vacío de dirección en momentos en que las tropas norteamericanas detienen a sus miembros en allanamientos. Algunos comandantes han huido a Irán y otros al sur de Iraq. Abundan las especulaciones sobre el paradero de Sáder.
Líderes de alto rango del movimiento de Sáder también especulan abiertamente que Irán ha empezado a reclutar a combatientes de al Mahdi posiblemente para hacer frente a tropas norteamericanas en Iraq.
El movimiento de Sáder forma parte del gobierno respaldado por Estados Unidos, pero ahora oficiales norteamericanos e iraquíes hacen frente al peligro de que la milicia al Mahdi se pueda fragmentar en decenas de grupos armados que no reconozcan la dirección nacional.
"Si abandonara la escena política, nos veríamos en problemas, porque tendríamos que negociar con varios grupos con afiliaciones y programas desconocidos", dijo Laith Kubba, director de la National Endowment for Democracy, de Washington, y antiguo portavoz el ex primer ministro iraquí, Ibrahim Jafari. "No los une nada, excepto Muqtada Sáder".
Durante largo tiempo, el clérigo radical ha sido una espada de dos filos para las autoridades norteamericanas e iraquíes. Tiene bajo su mando a unos diez a sesenta mil combatientes, muchos de los cuales pelearon contra los norteamericanos en 2004. Pero tiene a su disposición una extensa red de bienestar y un amplio movimiento chií que incluye a treinta parlamentarios y seis miembros del gabinete.
Tratando de apoyar al primer ministro musulmán chií de Iraq, Nourin Maliki, Sáder ordenó la suspensión de todos los ataques de al Mahdi contra zonas sunníes, cediendo las labores policiales de Bagdad a tropas iraquíes y aconsejando a los milicianos que evitaran choques con fuerzas norteamericanas.
Pero han muerto demasiados chiíes en atentados con bomba y están arrestando a demasiados miembros de la milicia al Mahdi, advirtieron varios funcionarios del movimiento. Los líderes corren el riesgo de no poder controlar a sus seguidores cuando se trate de campaña de seguridad norteamericana-iraquí, dicen.
"Pronto los combatientes dejarán de acatar sus órdenes de quedarse de brazos cruzados", dijo Abu Ferras Mutarri, el jefe político del movimiento en Ciudad Sáder, la barriada chií de la capital. "Si continúa este deterioro de la situación, se convertirá en una bola de nieve".
Desde el principio, una amalgama de personajes religiosos, líderes tribales y matones callejeros compitieron para avanzar bajo la bandera de Sáder, y el clérigo luchó para imponer su autoridad sobre el indisciplinado movimiento.
Los conflictos se han profundizado en los últimos meses. Acosado por acusaciones de que elementos parias estaban matando sunníes indiscriminadamente, Sáder empezó en octubre a expulsar a miembros renegados. Desde entonces, los miembros insubordinados han sido castigados y algunos incluso ejecutados, dicen unos milicianos.
Sin embargo, de momento las medidas punitivas han fracasado a la hora de instilar una nueva disciplina entre las filas.
De hecho, ahora los comandantes se pregunta cómo poner freno a los supuestos intentos de Irán de seducir a los milicianos y manipular a la milicia para que luche contra Estados Unidos dentro de Iraq. Los iraníes temen que Estados Unidos pueda atacar militarmente su país debido a que el régimen chií en Teherán ha rechazado presiones para abandonar su programa nuclear.
Un comandante de al Mahdi, Abu Bakr, usando un nom de guerre para proteger su identidad, dijo que formó parte de una delegación que visitó Irán hace poco y se reunió con un importante personero allá. "Le increpé duramente", dijo Abu Bakr. "Antes no nos ayudaron, pero ahora sí quieren ayudarnos. Buscan nuestra amistad porque tienen miedo de los norteamericanos".
Aunque Sáder prometió en el pasado atacar a las fuerzas norteamericanas si Estados Unidos atacaba a Irán, las relaciones de la milicia al Mahdi con Irán se han convertido en un tema polarizador.
Abu Bakr cree que agentes iraníes quieren utilizar a la milicia contra Washington y teme que los iraníes ya hayan conseguido combatientes de al Mahdi.
"Eso pasó. Irán se ha acercado a la gente. Irán paga dinero a la gente que ataca a los soldados norteamericanos", dijo Abu Bakr, refiriéndose a la explosión de una bomba en Bagdad hace una semana. "Nosotros no dimos la orden".
Incluso sin la intromisión foránea, la milicia ha sufrido algunas deserciones. Ocho miembros de al Mahdi, que contaban con numerosos partidarios, fueron despedidos por insubordinación o conducta criminal, dijo Abu Bakr.
En noviembre, Abu Bakr empezó a ocuparse de la división de asuntos internos de Ciudad Sáder para reprimir a los miembros paria de la milicia. Su grupo trató de restaurar el orden llevando a miembros rebeldes y criminales al tribunal islámico de Sáder. La corte expulsa a los combatientes y la milicia anuncia los despidos al público durante las oraciones de los viernes, dijo Abu Bakr.
Pero otros hablan de un lado más oscuro de la campaña. Reconocen que el castigo por desobediencia puede tomar la formar de palizas o incluso de ejecuciones.
"Son castigados severamente, incluso azotados, si hacen algo mal", dijo un recluta llamado Abu Haidar. "Si los expulsados continúan portándose mal, son liquidados".
Dijo que le habían dicho que, desde octubre, habían matado a treinta personas.
El plan de seguridad de Bagdad ha logrado que la milicia al Mahdi tome aguda conciencia de sus enemigos. Los milicianos desconfían de todos los que, según ellos, están tratando de debilitarlos, especialmente su rival chií, la Brigada Báder, que ha eludido una campaña represiva similar, pese a estar también implicada en asesinatos sectarios.
Abu Haidar también se mostró preocupado de que los norteamericanos hayan aprovechado la oportunidad para desarrollar una red de inteligencia en Ciudad Sáder, instalando el mes pasado una base a orillas del distrito. Creía que no era un accidente que los allanamientos nocturnos en la barriada, que forma uno de los cimientos de la milicia al Mahdi, hubieran resultado en la detención de importantes miembros.
"Vienen aquí no a recoger gente para meterlos a la cárcel, sino para reclutarlos como fuentes de información. Son alas, dijo Abu Haidar, usando el coa para informante.
Sin embargo, en una visita a Ciudad Sáder el viernes, la milicia parecía más fuerte que nunca. La imagen de Sáder miraba hacia abajo desde los anuncios para celulares y letreros reprendiendo a la gente por arrojar desperdicios a la calle.
Al interior de sus densas cuadras, sólo se veía a unos pocos agentes. Los combatientes de al Mahdi, de paisano, vigilaban las calles. Una calle estaba punteada por ocho puestos de control, instalados por las oraciones del viernes. Acomodadores de al Mahdi, con camisas de color limón, observaban a la multitud en la mezquita Sadiq.
Muchos combatientes de al Mahdi pasan ahora el tiempo repartiendo combustible y suministros a vecinos de Ciudad Sáder. Pero un miliciano dijo que echaba de menos salir a allanamientos de lo que el movimiento llama terroristas sospechosos, pero que según los críticos son sunníes que no tienen nada que ver con la resistencia. La suspensión de esas misiones ha resultado en una reducción del número de víctimas de escuadrones de la muerte encontradas en la calle. Después de meses en que a veces se recogían en un día treinta, cuarenta, a veces setenta cadáveres, la cifra ha bajado a unos quince por día.
Abu Haidar, el miliciano, dijo que hasta la suspensión, él salía de vez en vez a buscar militantes sunníes. Los hombres de al Mahdi dejaban sus walkie-talkies en dos o tres coches. Arrestarían a los sospechosos y los llevarían a Ciudad Sáder para ser interrogados. El coche preferido para esa misiones era el Toyota Super Saloon -llamado barra, árabe para pato- debido a que en el maletero se podía meter a cuatro personas.
Algunos terroristas querían morir como mártires, dijo, y los milicianos de al Mahdi accedían gustosamente. Cuando algún miliciano mataba a alguien, usaban el coa tiggaa para referirse a una ejecución, dijo Abu Haidar.
Incluso ahora, si la milicia al Mahdi captura en Ciudad Sáder a alguien del que sospecha que es terrorista, dijo Abu Haidar, los milicianos se hacen justicia. Entonces mencionó el asesinato de un hombre que fue tomado por terrorista suicida en un minibús hace poco más de una semana.
"Si recibimos información sobre algún plan terrorista, haremos un ataque preventivo", prometió. "No perseguimos a gente normal".

ned.parker@latimes.com

5 de abril de 2007
3 de abril de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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