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raro mal en niñas católicas


[Elisabeth Malkin] Una misteriosa enfermedad en una escuela de pobres.
Chalco, México. Las niñas caminaron cojeando hacia la capilla de su internado católico. Las rodillas se les doblaban a cada paso. Durante meses, una misteriosa enfermedad ha recorrido su escuela, afectando a cientos de niñas, y estaban allí para pedir su recuperación.
Los primeros casos aislados de la enfermedad que afecta la capacidad de caminar de las niñas y les causa fiebre y náuseas, aparecieron en noviembre y diciembre. La enfermedad se extendió después de que las niñas volvieron de las vacaciones de Navidad. Hacia febrero, la directora de la escuela, Sor Margie Cheong, se alarmó y advirtió a las autoridades.
En una misa el miércoles, Sor Michaela Shim repartió galletas y, en un español con un fuerte acento coreano, empezó a contar una historia. Las niñas rieron y gritaron a medida que avanzaba la parábola. Era la historia de un niño que miente para llamar la atención.
Lo que puede estar pasando aquí es mucho más complejo. Después de toda una batería de análisis, los médicos creen ahora que la enfermedad, que afecta a seiscientas de las 3.600 alumnas de esta escuela de pobres, es psíquica.
En términos médicos, las autoridades de la salud pública de México, han concluido que las niñas de la escuela del pueblo sufren de un trastorno psicológico colectivo. En palabras de un lego, sufren de histeria colectiva.
Es un diagnóstico que los doctores normalmente dictan rara vez, preocupados de que pudieran pasar por alto otras causas e incómodos con las imágenes decimonónicas de muchachas chillando, trances o delirios colectivos.
Pero el doctor Víctor Manuel Torres Meza, director de epidemiología del departamento de salud de México, dijo que, en el mundo, se conocían unos ochenta casos documentados. Se dan habitualmente en comunidades cerradas, como escuelas y fábricas, y tienden a ocurrir más frecuentemente entre adolescentes y entre niñas.
"Tenemos un grupo formado exclusivamente por niñas en una situación de estricto control y disciplina que deben aceptar al pie de la letra", dijo Torres Meza. "Estas enfermedades ocurren en grupos cerrados sin comunicación con el exterior. Los factores emocionales tienen un efecto acumulativo. ¿Qué es el detonador?"
Unos veinte psiquiatras y psicólogos de hospitales federales han empezado a entrevistar privadamente a las niñas que están enfermas o que lo han estado, dijo, agregando que esperaba tener un informe preliminar para fin de mes.
Cuando quedó en claro las dimensiones de la enfermedad, la escuela permitió que los padres retiraran a sus hijas durante una semana. Las enfermas se recuperaron rápidamente, y han vuelto a la escuela, para sorpresa de periodistas y equipos de televisión apostados en la puerta, que han asediado a las niñas y sus familias buscando evidencias de maltratos.
"Necesitamos ayuda, no escándalos", dijo Sor Cheong en una entrevista en la escuela. Se veía visiblemente fatigada por la atención de la prensa y claramente preocupada de que el incidente pudiera alejar las donaciones que necesita para la gestión de la escuela, con un presupuesto de operaciones de cuatro millones de dólares.
La escuela, fundada en 1990, es una de diez en Asia y América Latina que es operada por una organización benéfica llamada Aldeas Infantiles [World Villages for Children]. La llevan las Hermanas de María, una congregación fundada en 1964 en Corea del Sur por un sacerdote norteamericano, monseñor Aloysius Schwartz.
La escuela de aquí ofrece tres años de escuela secundaria y dos años de secundaria técnica para niñas de doce a diecisiete.
El extenso campus se extiende en los polvorientos bordes de Chalco, el enorme barrio obrero en los suburbios de Ciudad de México. Con una población de casi medio millón de personas, Chalco es en México el santo y seña de la pobreza urbana. Un asentamiento no planificado de casas de bloques de cemento que los dueños no podrán nunca terminar, Chalco ha crecido enormemente en los últimos treinta años en que han llegado emigrantes del campo buscando trabajo en la capital.
Pero pasados los portones de metal de la escuela, se encuentran setos recortados y bien cuidados jardines, campos deportivos, una piscina y un gimnasio con capacidad de cuatro mil. En un bizarro giro, una avestruz, la mascota de la escuela, se pasea por un jardín.
Las niñas, algunas de las regiones más pobres de México, corren de clases de informática a ensayos del coro y clases de tae kwan do. Los dormitorios son impecables y espartanos: los juguetes recibidos como donaciones son exhibidos, sin haber sido tocados nunca, encima de los armarios, y en los dormitorios duermen, en literas de tres pisos, hasta cuarenta niñas.
Los funcionarios dijeron no haber encontrado evidencias de maltratos, aunque reconocieron que las niñas vivían bajo una estricta disciplina y muy aisladas. Las niñas ven a sus padres sólo tres veces al año: dos semanas en julio, diez días en Navidad y el Día de los Padres. No hay llamadas telefónicas y pocas cartas.
La escuela justifica su método como justo para las niñas cuyas familias viven lejos y no pueden visitarlas más a menudo.
"Sí, las niñas echan de menos a sus familias", dijo Sor Cheong. "Pero aquí formamos carácter. Un niña de aquí ya no es la niña india de las montañas. Saben cómo expresarse a sí mismas, saben cómo sonreír. Tienen confianza en sí mismas".
Los padres que volvieron con sus hijas curadas se mostraron agradecidos por lo que consideraban era una oportunidad de tener educación. Y muchos propusieron su propia explicación: la nostalgia del hogar.
"Quizás si pudiéramos hablar por teléfono una vez al mes...", sugirió Efrén Contreras García, un campesino de Oaxaca.
Las niñas mismas dicen que no saben cuál es la causa de su enfermedad. "Quizás es por los problemas que tenemos en casa", dijo Alma Delia Avendaño, 15, en su primer día en la escuela después de pasar una semana en casa, recuperándose. Dijo que sus padres estaban separados.
Sor Cheong señaló que muchas niñas provenían de familias indias o regiones del país donde las supersticiones eran muy extendidas.
"De conversaciones con los padres queda en claro que muchos de ellos creen que Dios vive donde el mal es más activo", dijo.
También pueden creer que su enfermedad es una bendición.
María Leyda Aguilar, 14, está sentada en el piso del gimnasio mientras sus compañeras de curso pasan por su rutina de baile y aerobics. Después de un mes, se está sintiendo mejor. "Me lo he tomado con alegría", dijo sobre su enfermedad. "Quizás fue una prueba en que me ha puesto Dios. Quizás Dios me muestra su amor de esta manera".

17 de abril de 2007
11 de abril de 2007
©new york times
©traducción mQh
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