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el negocio de los retratos fúnebres


[Edmund Sanders] Una tienda de fotos en Bagdad, cuyos pedidos en el pasado celebraban la vida, ahora hace pingües negocios con collages fúnebres e imágenes de carnicería.
Bagdad, Iraq. Desde su apretado escaparate en el centro de Bagdad, Mazin Farouq tiene una imagen clara de lo que pasa en el día a día en su país. En realidad, recibe muchas imágenes más.
Farouq, 37, lleva un laboratorio fotográfico en la capital iraquí, y adora imprimir imágenes de personas riendo y celebrando. Graduaciones. Bodas. Los primeros pasos de un niño. Incluso las ocasionales instantáneas picantes de alguna pareja retozando.
Pero en estos días, la mayoría de los pedidos son recordatorios diarios de la cruenta guerra civil iraquí: retratos fúnebres de ‘mártires' o espeluznantes impresiones de la última matanza -atentados con coches bomba y víctimas de torturas.
La pequeña tienda de fotos es una ventana abierta a la tragedia de Iraq, y Farouq se ha zambullido a regañadientes en una tenebrosa nueva especialidad.
"Ahora casi todo mi trabajo se concentra en los mártires", dice. "Este trabajo es mi espejo para saber lo que pasa en el país. Y las cosas se están poniendo peor".
Saca una fotografía de una niña con un peluche a sus pies y escanea la imagen en un procesador fotográfico de tres metros de largo.
"Esta llegó hoy. Murió con sus padres en un atentado con bomba". Sacude la cabeza. "La foto es nueva. La tomaron apenas unos días antes de su muerte".
Antes le encantaba mejorar las fotos, aumentando el contraste, ajustando la luz y buscando el tinte perfecto para las verdes hierbas y los azules cielos. Ahora ajusta los rojos de una poza de sangre.
El cambio, dice, empezó el año pasado, cuando aumentaron los atentados con coches bomba, los escuadrones de la muerte y las balaceras. En lugar de los pedidos normales de revelar fotos de cumpleaños, fiestas y partidos de fútbol, afligidos familiares entran a su tienda llevando instantáneas de parientes matados hace poco y pidiéndole a Farouq ayuda para crear retratos fúnebres.
Al principio, las peticiones le parecían raras. Pero antes de que se diera cuenta, se convirtieron en la principal actividad de su negocio.
Algunos familiares simplemente quieren ampliaciones para mostrar en los funerales. Otros prefieren elaborados collages, combinando de fotografías de los difuntos con imágenes de santuarios musulmanes o paisajes pintorescos. Algunos piden una faja negra sobre la esquina superior, otros prefieren telones de fondo coloridos, con flores, cascadas de agua o nubes. La mayoría termina con el nombre de la víctima y un breve verso del Corán.
Después del funeral, los retratos generados por ordenador usualmente terminan en la casa de las familias. "Cuelgan las fotografías de la pared para ayudarles a recordar", dijo Farouq.
Trabaja estrechamente con Samir Abdul Munim, un escultor de Bagdad que ahora se gana la vida restaurando fotografías dañadas y, más recientemente, haciendo collages fúnebres.
"A medida que muere más gente, tiene más trabajo", dijo.

En un estudio encima de la tienda de Farouw, Munim revisaba opciones de los fondos que ofrece a sus clientes. Los chiíes a menudo piden santuarios famosos, como la mezquita del imán Ali en Nayaf, o retratos pintados de mártires, como el del imán Hussein, el héroe del siglo siete que era hijo de Ali y nieto del profeta Mahoma. Los sunníes se inclinan por escenas de la Meca.
Un pedido reciente empezó con una instantánea de un niño de tres o cuatro años que llevaba una camiseta de baloncesto de color naranja. Estaba sentado orgullosamente en un triciclo de plástico, sus rodillas arañadas apretujadas contra los lados.
Usando imágenes gráficas de ordenador, Munim transportó al niño al mundo de fantasía de Disneyland, muy diferente del Bagdad donde vive. Mickey Mouse baila junto a una valla blanca. El Pato Donald cuelga del manillar mientras Dumbo planea por arriba. ‘El Mártir Feliz', dice la leyenda.
Munim no sabe la edad del niño ni las circunstancias de su muerte. Es demasiado doloroso para indagar en ello.
"No pregunto detalles", dice. "No quiero saber".
Los retratos pueden reflejar la personalidad de los difuntos. Para una persona que no era particularmente religiosa, se puede utilizar una puesta de sol. Una persona de Nayaf podría ser colocada frente a uno de los santuarios famosos de la ciudad.
A veces los padres traen fotos militares de hijos muertos en combate, pero piden que los uniformes sean remplazados por ropas de paisano. Si una persona devota muere antes de haber hecho la peregrinación a la Meca, la familia puede querer un collage como fondo como un modo de realizar simbólicamente ese anhelo.
"Es un modo de rendir homenaje a los que han muerto", dice Munim.
Los collages fúnebres empezaron a aparecer en Iraq en los años noventa, pero eran relativamente raros. Al principio, eran hechos colocando fotos recortadas con tijeras, reordenándolas unas encima de otras, y luego fotografiando la nueva composición. Los retratos mejoraron dramáticamente después del derrocamiento de Saddam Hussein en 2003, cuando los diseñadores obtuvieron un acceso más fácil a nuevos ordenadores, equipos digitales y programas de software.
Farouq entró al negocio del procesamiento de fotos casi por accidente. Como un joven cristiano que creció en la sureña ciudad de Basra, fue encarcelado durante tres meses por el régimen de Hussein por negarse a hacer el servicio militar. En 1991, durante la Guerra del Golfo Pérsico, su familia se mudó a Bagdad cuando su casa fue destruida por bombas de racimo.
Farouq consiguió trabajos diversos, en una fábrica de comidas y vendiendo jabón y perfume en un puesto en la calle, hasta que un vecino lo estimuló a solicitar para la apertura de un laboratorio fotográfico. Para 2004, había ahorrado suficiente dinero como para abrir su propio negocio con algunos socios. (Uno de sus socios es un fotógrafo iraquí que trabaja para la oficina bagdadí del Times).
Al principio, el negocio de Farouq prosperó espléndidamente, pese al aumento de la violencia tras la invasión norteamericana. La caída de Hussein puso fin a las sanciones económicas y originó un aumento del gasto a medida que los iraquíes compraban artículos electrónicos importados, incluyendo teléfonos, antenas parabólicas y, felizmente para Farouq, cámaras.

Metido en lo que fue antes una de las avenidas comerciales más ajetreadas de Bagdad, Farouq estaba bien ubicado para sacar ventaja de la nueva situación. Sus máquinas procesadoras funcionaban las 24 horas del día y a veces estaba tan ocupado que tenía que quedarse a dormir en la tienda. Ganaba lo suficiente como para poder casarse, con una novia de su infancia en Basra. El mes pasado tuvieron su primer hijo.
Pero como otros muchos negocios pequeños en Iraq, Farouq descubrió que la vida se puso más difícil a medida que se prolongaba la ocupación norteamericana y empezaba la guerra civil. El año pasado, el conflicto sectario y el toque de queda declarado por el gobierno empezaron a paralizar el comercio. Los negocios se redujeron en un 75 por ciento, dice.
Farouq todavía trabaja seis días a la semana, pero el único negocio firme que no implique muerte y destrucción es la bullente demanda de fotos de pasaporte. "Todo el mundo está tratando de marcharse de Iraq", dice, encogiéndose de hombros.
Reconoce que los retratos fúnebres pueden ser depresivos, pero no se atreve a decírselo a los clientes.
Tampoco rechaza a los clientes que le traen rollos de películas con espeluznantes imágenes de explosiones, incendios o cuerpos. La mayoría son víctimas o sus familiares, que quieren documentar su sufrimiento con la esperanza de obtener indemnización de los militares norteamericanos o del gobierno iraquí.
Los clientes advierten rara vez a Farouq sobre el contenido de las películas, dice, quizás por temor que rechace los pedidos. Normalmente, no es sino hasta que inserta los negativos color ámbar en su máquina que ve las horribles imágenes. Un pedido reciente incluía fotografías de un chofer iraquí al que soldados norteamericanos habían matado en su coche. Los familiares dicen que el tiroteo fue un error. Otra familia necesitaba evidencias de que su edificio de apartamentos había sido destruido por la explosión de un coche bomba, pero en medio de los escombros había un cuerpo decapitado, una imagen que todavía persigue a Farouq. Las peores eran fotos de un hombre torturado y asesinado con un taladro eléctrico.
"Hay tantas fotos espantosas", dice.

Al principio, las imágenes le hacían llorar o le revolvían el estómago. Ahora, se han convertido en extrañamente normales.
"Me rompe el corazón, pero estas cosas se están haciendo comunes".
La nueva realidad de su trabajo ha sido difícil. Farouq se relacionaba antes estrechamente con las fotos que procesaba. Ahora que las imágenes se han convertido en algo tan espeluznante, trata de dejar su trabajo en la tienda, buscando consuelo en casa con su mujer y su hijo recién nacido. Como otros muchos iraquíes, está tratando de ahorrar dinero para dejar el país. Espera abrir un laboratorio fotográfico en algún otro lugar con menos tensiones.
"Me preocupa de que afecte mi psiquis", dice Farouq. "Esas imágenes están impresas en mi mente".

edmund.sanders@latimes.com

6 de mayo de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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