Blogia
mQh

cae feudo de los fanáticos


[Alexandra Zavis] Insurgentes asociados a al Qaeda habían instalado sus propios tribunales religiosos y cárceles en Baqubah.
Baqubah, Iraq. Durante más de un año, cientos de hombres enmascarados leales a al Qaeda recorrieron la capital de su autoproclamado estado, sacando a civiles chiíes de sus casas y dejando sus cadáveres en sus sucias y polvorientas calles.
Instalaron tribunales religiosos y cárceles, policlínicas y tiendas de abarrotes. E impusieron su interpretación fundamentalista del islam a una población que era en su mayor parte demasiado pobre para huir y estaba demasiado aterrada como para resistir.

Feudo
La semana pasada soldados norteamericanos e iraquíes entraron a esta ciudad que había sido el corazón del feudo árabe sunní, en una campaña para colocar a tres barrios bajo control insurgente en manos del gobierno. Lo que encontraron fue una escalofriante indicación de la capacidad de los rebeldes árabes sunníes para instalar un estado rival, incluso en momentos en que las tropas norteamericanas se preparaban para exterminarlos.
Tropas norteamericanas e iraquíes dicen que han capturado, herido o matado al menos a ciento cincuenta militantes desde que empezara el asalto el martes pasado. Pero reconocieron el lunes que no habían encontrado a ningún líder importante de al Qaeda en Iraq y especularon que entre cien a trescientos cincuenta militantes habían huido antes de la ofensiva, en la que participaron unos diez mil soldados.
Pero el coronel del ejército norteamericano, Stephen Townsend, que dirige el Equipo de Combate de la Brigada de Infantería Blindada No. 3, de la Segunda División de Infantería, con base en Ft. Lewis, Washington, dijo que el asalto había eliminado un importante bastión de los insurgentes y ayudado a controlar esta ciudad de unos trescientos mil habitantes.
"Ya no existe la capital del Estado Islámico de Iraq", dijo Townsend a periodistas el lunes, en una base en las afueras al norte de la ciudad.
El Estado Islámico de Iraq es una floja coalición de grupos insurgentes, incluyendo a al Qaeda en Iraq, que proclama su lealtad a Osama bin Laden. Reclama autoridad sobre partes del territorio dominado por los árabes sunníes, e instaló su capital en esta enorme y caótica ciudad rodeada de tierras agrícolas y palmares a unos 56 kilómetros al nordeste de Bagdad. Abu Musab Zarqawi, líder de al Qaeda en Iraq, murió en un bombardeo aéreo norteamericano justo en las afueras de esta ciudad en junio del año pasado.
Evidencias del reinado del grupo incluyen un centro de interrogatorios con cuchillos y sierras, sus paredes salpicadas de impactos de bala y manchadas de sangre. Cerca, una casa había sido convertida en cárcel, con seis celdas numeradas y con puertas de metal y barrotes en las ventanas.
Los vecinos dijeron que vivían aterrados de ser metidos en el maletero de algún coche y llevados a alguno de esos lugares por infracciones menores, como por ejemplo fumar en público.
Una anciana envuelta en negro entregó la foto enmarcada de la boda de su hijo a los soldados y suplicó llorando por informaciones sobre su paradero. Otro hombre preguntó si acaso habían encontrado a su primo, desaparecido hacía tres días.
En un aterrador signo de lo que pudo haber sido su destino, cinco cuerpos fueron encontrados en una sepultura de poca profundidad cerca de otra casa donde había ropas ensangrentadas. Los vecinos dijeron que los insurgentes habían ejecutado a las víctimas antes de huir.
Los vecinos dijeron que los militantes empezaron a ocupar todo poco a poco el año pasado, recorriendo las calles en camiones blandiendo rifles de asalto Kalashnikov y usando megáfonos para informar a los residentes de que ahora formaban parte del Estado Islámico de Iraq.
Prohibieron fumar, cerraron las barberías y cafeterías, y exigieron que las mujeres se cubrieran con túnicas negras con sólo una rendija para las ojos. Los iraquíes que trabajaban para el gobierno de Bagdad o las fuerzas norteamericanas fueron perseguidos y asesinados, dijeron los vecinos. Incluso un viaje a Bagdad era motivo suficiente para despertar sospechas.
Los vecinos dijeron que rara vez se aventuraban fuera de sus casas por temor a llamar la atención.
"Somos como pájaros en una jaula", dijo un taxista con un sucia dishdasha blanca, parado junto a un sedán azul que no había podido usar en semanas. Dijo que habría escapado si no fuera porque tiene que mantener a su familia de dieciséis personas.
Decenas de familias musulmanas chiíes fueron obligadas a abandonar sus casas, que los insurgentes utilizaron como escondites provisionales o convirtieron en sedes de instituciones de su gobierno.
Soldados norteamericanos descubrieron un tribunal con certificados de matrimonio, archivos de disputas civiles y una bitácora de terroristas suicidas, incluyendo detalles sobre voluntarios y dónde encontrarlos.
Los vecinos dijeron que los milicianos robaban alimentos y se hacían con los paquetes de racionamiento del gobierno de los chiíes que expulsaban. En tres tiendas de abarrotes se encontraron sacos de arroz, harina, aceite de cocina y mantas. Cuando los soldados trataron de repartir el botín entre los vecinos, estos provocaron un violento incidente. Estallaron riñas a puñetazos y los soldados dijeron que dispararon al aire para ahuyentar a los vecinos.
También ubicaron tres policlínicas, una con un enorme generador, un desfibrillador y equipos quirúrgicos, dijeron los oficiales.
Los rebeldes montaron puestos de control, hacían patrullas y colocaban bombas que podían penetrar los vehículos blindados más gruesos de los militares norteamericanos. Soldados norteamericanos dijeron que encontraron más de cincuenta bombas improvisadas, veintiuna casas con trampas explosivas y 45 calentadores de agua rellenos de explosivos caseros. La mayoría fueron destruidos utilizando detonaciones controladas, proyectiles y bombas de precisión, una de las cuales erró su blanco y dejó heridas a once personas en una casa vecina, dijeron los militares.
Residentes dijeron que al menos siete civiles, incluyendo a dos mujeres, murieron en las masivas explosiones que sacudieron la ciudad en la semana. Los militares norteamericanos dijeron que habían encontrado los cuerpos de cinco civiles y que estaban investigando la causa de sus muertes.
Entre los muertos se encontraba un francotirador sospechoso de haber matado al menos a un soldado norteamericano. Cuando los norteamericanos entraron a su casa, el anciano padre del hombre dijo que había desheredado a su hijo y convencido a sus otros dos hijos menores de abandonar el movimiento. La esposa del joven dijo que había suplicado a su marido para que hiciera lo mismo.
"Le dije que ahora tenía una familia", dijo, temblando ligeramente sentada en el suelo de la cocina, meciendo a su bebé y respondiendo las preguntas de los soldados. "Haciendo las cosas que estaba haciendo sólo podía terminar muerto, y eso es lo que ocurrió".
Cuando los soldados norteamericanos entraron al cuartel de los militantes en la comuna de Khatoon antes del alba el domingo, en los tejados empezaron a ondear banderas blancas. Los vecinos, que acogieron cálidamente a los soldados con apretones de mano y bandejas con refrescos, dijeron que los militantes habían cargado sus armas en sus coches y huido días antes de la ofensiva.
Townsend dijo que las tropas estaban levantando barreras en torno a los vecindarios afectados. Dijo que esperaba contraataques en los próximos días y semanas. Y dijo que el grueso de las fuerzas insurgentes probablemente había huido a otras ciudades, entre ellas Khalis y Samarra.
"Es como el cáncer", dijo. "Si no lo cortas de raíz... empezara a regenerarse en otro lugar".

zavis@latimes.com

6 de julio de 2007
26 de junio de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
rss

0 comentarios