Blogia
mQh

por qué no nos quieren


[Anne Applebaum] ¿Aceptarías el liderazgo del país que metió la pata en Iraq? Applebaum se interroga sobre la crisis de identidad norteamericana.
"¿Por qué nos odian?" En los últimos seis años se ha derramado mucha tinta para intentar contestar esa pregunta. En contraste, no se ha prestado suficiente atención a lo que, en cierto modo, es una interrogante todavía más desconcertante: ¿Por qué ya no nos quieren como antes?
"Ellos", en la última pregunta, son nuestros más estrechos aliados. Con esto no me refiero a Francia, ni siquiera Canadá, democracias que son parte de la alianza occidental pero a las que nunca ha agradado la idea del liderato norteamericano, político o cultural. Los franceses han estado siempre algo picados acerca de la OTAN, y derechamente desagradables con Hollywood; en realidad, los canadienses ha formado su identidad nacional sobre el hecho de que ellos no son estadounidenses. No, la pregunta más interesante es por qué el respaldo del liderato estadounidense se ha ido reduciendo entre nuestros amigos tradicionales: Gran Bretaña, Polonia, Alemania, Italia, los Países Bajos.
Y ese apoyo se ha reducido drásticamente. Según el último sondeo de ‘tendencias transatlánticas' del Fondo Marshall alemán, el apoyo del "liderato estadounidense en los asuntos mundiales" -es decir, si aceptan nuestra conducción política, no si piensan que somos simpáticos- ha descendido en Alemania en treinta puntos porcentuales, en 26 puntos en Italia, 24 en Polonia, 23 en Holanda y 22 en Gran Bretaña. Más generalmente, el apoyo del liderato estadounidense, que llegaba en 2002 al 64 por ciento en toda Europa, se sitúa ahora en un 36 por ciento (aunque esta cifra incluye a los países más quisquillosos).
Sé que en los últimos años se han realizado millones de encuestas de este tipo, y también sé que a veces ocultan tanto como lo que esconden. Hace un par de años, escribí sobre una serie de datos que desglosaban esas cifras por educación e ingresos. El resultado fue que había fuertes bolsones de ‘pro-americanismo', incluso en los países más ‘contrarios a Estados Unidos'. En Europa, por ejemplo, las personas con movilidad ascendente acogían más calurosamente el poderío estadounidense que la clase política. Hablando en general, la gente confunde el ‘anti-americanismo' con la oposición al ‘capitalismo global', y la animadversión es mutua.
Sin embargo, estas últimas cifras, de acuerdo a Ron Asmus del Fondo Marshall alemán, se aplican en todo el mapa. También se ven especialmente sombrías cuando se las compara con otros famosos puntos bajos. Incluso en 1982, cuando las ciudades británicas y alemanas estaban convulsionadas por las manifestaciones contra Reagan, el misil Tridente, la Guerra Fría, el apoyo del liderazgo estadounidense en el continente era mucho más alto que ahora.
Lo más curioso es que la fe de nuestros amigos en nosotros se ha debilitado en los mismos momentos en que su percepción de amenazas potenciales es cada vez más similar a la nuestra. Es verdad, los europeos se preocupan más sobre el calentamiento global que los estadounidenses, pero la diferencia (85 por ciento contra 70 por ciento) no es tan grande como uno pudiera pensar. Y nos preocupamos sobre todo lo demás -el terrorismo internacional, Irán nuclear, epidemias globales- casi en la misma medida.
Este último punto me parece el más interesante: Pues de hecho, indica que lo que nuestros amigos más cercanos rechazan no es nuestro tradicional ímpetu, nuestras películas violentas ni incluso nuestro actual presidente (aunque no lo quieren mucho), sino nuestra incompetencia. Un tercio de los encuestados culpa del deterioro de la alianza transatlántica a la "mala conducción en Iraq". No la invasión de Iraq, sino la mala "conducción" de Iraq. Y esto tiene sentido: Si estáis realmente preocupado por Irán, ¿tendríais confianza en Estados Unidos, el país que lo estropeó en Iraq? Si realmente estáis preocupado por el fundamentalismo musulmán, ¿querríais ser dirigido por el país que, distraído en Iraq, fracasó a la hora de anticipar el retorno de los talibanes en Pakistán y Afganistán?
Por supuesto hay otros factores: Como he escrito antes, yo y otros muchos, en los últimos cinco años no hemos cuidado bien de nuestros aliados, no les hemos agradecido ni compensado como deberíamos por sus contribuciones militares a Iraq, no hemos mantenido algunos aspectos básicos de diplomacia pública, como los programas de intercambio de estudiantes. Sin embargo, la OTAN no se derrumbará porque nuestro presidente haya sido grosero con su contraparte alemán o porque algunos británicos no recibieron becas de estudio. La OTAN se desmoronará si sus líderes norteamericanos son percibidos como ineptos. E incluso si el aumento del nivel de tropas funciona, incluso si se acaban los atentados con bombas improvisadas, ‘ineptitud' es la palabra que se usará siempre cuando se hable sobre la invasión de Iraq.
Y, sí, eso importa. De hecho, había una ‘coalición de la voluntad' en Iraq, al menos al principio. Ahora no volvería a surgir, incluso aunque tanto los líderes franceses como alemanes son más positivos sobre Estados Unidos que sus predecesores e incluso aunque la mayoría de nuestros aliados se preocupen más que nunca sobre el Oriente Medio. Los países que antes habrían apoyado la política exterior estadounidense sobre la base de principios, por simple solidaridad o amistad, ahora tendrán que ser gitaneados, o pagados, para que se unan a nosotros. Esto -junto con las vidas de soldados y civiles, el dinero y los equipos- otro coste de la guerra. Nadie quiere estar con los perdedores.

applebaumletters@washpost.com

5 de octubre de 2007
2 de octubre de 2007
©washington post
©traducción mQh
rss


0 comentarios