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el instinto moral 1


[Steven Pinker] Muchos temen que la moral sea un truco del cerebro. ¿Para qué sirve?
¿Cuál de las siguientes personas diría usted que es la más admirable: la Madre Teresa, Bill Gates, o Norman Borlaug? ¿Y cuál cree usted es la menos admirable? Para la mayoría de la gente es una pregunta fácil. La Madre Teresa, famosa por cuidar a los miserables de Calcuta, ha sido beatificada por el Vaticano, galardonada con el Premio Nobel de la Paz y clasificada en una encuesta estadounidense como la persona más admirada del siglo 20. Bill Gates, de mala fama por habernos dado el clip bailarín de Microsoft y la azul pantalla de la muerte, ha visto su imagen decapitada y atacada con tartas en páginas web llamadas ‘Odio a Gates'. En cuanto a Norman Borlaug... ¿quién diablos es?
Sin embargo, una mirada más atenta le haría volver a pensar en sus respuestas. Borlaug, padre de la ‘revolución verde' que utilizó la agronomía para reducir el hambre en el mundo, ha sido reconocido por haber salvado mil millones de vidas, más que nadie en la historia. Gates, al decidir qué hacer con su fortuna, hizo sus cálculos y decidió que podría aliviar la miseria de muchos luchando contra azotes de todos los días en los países en desarrollo -azotes como la malaria, la diarrea y los parásitos. Madre Teresa, por su parte, exaltaba la virtud del sufrimiento y dirigía bien financiadas misiones de acuerdo a ese principio: a sus protegidos enfermos les ofrecía muchas oraciones, pero duras condiciones de vida, pocos analgésicos y una atención médica peligrosamente primitiva.
No es difícil ver por qué las reputaciones morales del trío se apartan tanto de las cosas buenas que han hecho. La Madre Teresa era la personificación misma de la santidad: vestida de blanco, de ojos tristes, ascética y a menudo fotografiada con los condenados de la Tierra. Gates es el más tragón de los tragalibros y el hombre más rico del mundo, y tiene tantas posibilidades de entrar al cielo como el proverbial camello de pasar por el ojo de una aguja. Y Borlaug, ahora de 93 años, es un agrónomo que ha pasado toda su vida en laboratorios y organizaciones sin fines de lucro, rara vez subiéndose al podio de los medios, y por tanto tampoco al de nuestra conciencia.
Dudo que estos ejemplos convenzan a alguien a favor de Bill Gates sobre Madre Teresa en cuanto a la santidad. Pero muestran que nuestras cabezas pueden ser atraídas por el aura de santidad, distrayéndonos de un apreciación más objetiva de las acciones que hacen que la gente sufra o prospere. Pareciera que todos somos vulnerables a las ilusiones morales del equivalente ético de las líneas curvas que engañan al ojo en las cajas de cereales y en los libros de texto de psicología. Las ilusiones son una herramienta de percepción favorita de los científicos para exponer el funcionamiento de los cinco sentidos, y de los filósofos para desmoronar la ingenua creencia de la gente de que nuestra mente es una ventana transparente hacia el mundo. Hoy, un nuevo campo está utilizando las ilusiones para desenmascarar un sexto sentido, el sentido moral. Las intuiciones morales están siendo extraídas de personas en laboratorios, en páginas web y en escáneres del cerebro, y están siendo explicadas con herramientas de la teoría del juego, la neurología y la biología evolucionista.
"Dos cosas llenan la mente con dos sentimientos siempre nuevos y crecientes -admiración y asombro-, cuando pensamos en ellas con más frecuencia y dedicación", escribió Immanuel Kant. "Esas cosas son el cielo estrellado arriba y la ley moral interior". En estos días la ley moral interior está siendo considerada con creciente asombro, si no siempre admiración. El sentido moral humano resulta ser un órgano de considerable complejidad, con caprichos que reflejan la historia de su evolución y sus fundamentos neurológicos.
Esos caprichos están destinados a complicar la condición humana. La moral no es solamente un viejo tema de la psicología, sino un tema que es central para nuestra concepción del sentido de la vida. La bondad moral funda la creencia en nuestro valor como seres humanos. La buscamos en nuestros amigos y parejas, la nutrimos en nuestros hijos, la proponemos en nuestras concepciones políticas y la justificamos con nuestras religiones. Consideramos el rechazo de la moral como responsable de los pecados de todos los días y las peores atrocidades de la historia. Para tener este peso, el concepto de moral debe ser más grande que todos y cada uno de nosotros, y sernos completamente externa.
Así que diseccionar nuestras intuiciones morales no es asunto de poca monta. Si la moral es apenas un truco del cerebro, como temen muchos, los motivos mismos para ser éticos empiezan a erosionarse. Sin embargo, como veremos, la ciencia de la moral puede ser vista como un modo de fortalecer esos cimientos o motivos, definiendo qué es lo ético y cómo debería orientar nuestras acciones.

18 de febrero de 2008
13 de enero de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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