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mujeres sunníes como guardias


Mujeres asumen roles en la seguridad. Para contrarrestar la amenaza de terroristas suicidas mujeres, las funcionarias revisan a visitas en hospitales y oficinas del gobierno. Pero el programa es resistido por los que creen que la lucha contra los subversivos es cosa de hombres.
[Alexandra Zavis] Bagdad, Iraq. Las dos mujeres no podían ser más diferentes: Melath Dulaimi es una soltera de treinta y pico que lleva la falda hasta las rodillas, sandalias y se niega a cubrir sus cabellos. Lekaa Mohammed es una viuda envuelta en un velo azul marino y una túnica que la oculta de las miradas.
Pero cuando en el otoño pasado los militares norteamericanos aconsejaron que se reclutara a mujeres para el programa de vigilantes comunitarios, las dos acudieron al llamado.
"En Iraq hombres y mujeres son iguales", dece Dulaimi, la emprendedora líder de un grupo de 42 mujeres que trabajan como guardias de seguridad en el devastado barrio Adhamiya de Bagdad. "Queremos recuperar nuestro barrio".
Las mujeres trabajan en pares, revisan -a la búsqueda de armas y explosivos- a las mujeres que llegan de visita en escuelas, hospitales, bancos y oficinas del gobierno.
El programa fue iniciado para contrarrestar la creciente amenaza que representan las mujeres terroristas. Pero aunque la respuesta de las mujeres no ha sido muy entusiasta, debe enfrentar la resistencia de líderes tradicionalistas que creen que la lucha contra la insurgencia es cosa de hombres.
De momento, quinientas mujeres se han unido a los más de noventa mil Hijos de Iraq, un cuerpo de guardias mayormente árabes sunníes que han ayudado a expulsar a los insurgentes de las algunas de las áreas más peligrosas del país. A diferencia de sus contrapartes masculinos, la nueva fuerza Hijas de Iraq no llevan armas y operan en apenas algunos lugares en Bagdad, al sur de la capital y en la provincia de Anbar.
Los comandantes norteamericanos quieren ampliar el programa, pero esos esfuerzos requerirán de delicadas negociaciones con las comunidades donde operarán esas mujeres. Y el gobierno iraquí ha dejado en claro que no tiene intenciones de retener a las mujeres reclutadas cuando las tropas norteamericanas finalmente traspasen al estado iraquí la responsabilidad de los grupos de guardias de vecindarios.

Diferencia Cultural
Al teniente coronel del ejército Jeff Broadwater, que dirige las tropas norteamericanas en Adhamiya, un enclave sunní amurallado rodeado por vecinos chiíes musulmanes, le gustaría asignar mujeres a puestos de control y mercados, que son algunos de los objetivos preferidos por los terroristas suicidas. Pero líderes comunitarios en los barrios dicen que esos sitios son demasiado peligrosos.
"En nuestra cultura, no podemos permitir que las mujeres se expongan públicamente en un puesto de control", dijo Riyad abu Mohammed, subcomandante de los 843 Hijos de Iraq de Adhamiya. "No es bueno para nosotros, ni para ellas ni para sus familias".
Aunque Dulaimi dice que sus dos hermanos la alentaron a incorporarse, otros familiares no ocultan su malestar con la idea de las mujeres como reclutas.
"No es trabajo de mujeres", dijo uno de los hombres de Abu Mohammed, que dijo que se llamaba Sabbah. "Es peligroso".
Los comandantes norteamericanos se enfrentaron a obstáculos similares cuando pidieron que el ministerio del Interior contratara más mujeres policías. Los críticos atribuyen a la influencia de los conservadores religiosos la reluctancia del gobierno a la hora de hacer frente a la amenaza de las mujeres terroristas.
Desde noviembre ha habido al menos veintiún atentados terroristas, de acuerdo a cifras militares de Estados Unidos, incluyendo atentados coordinados contra dos mercados de mascotas que se cobraron la vida de 99 personas en febrero. Las fuerzas armadas norteamericanas creen que los rebeldes se están volcando a las mujeres porque estas despiertan menos sospechas y porque en Iraq, una sociedad musulmana, no pueden ser revisadas por hombres.
El teniente general del ejército Lloyd J. Austin III, comandante de las operaciones día a día en Iraq, se mostró cauto sobre las frustraciones expresadas por algunos de sus oficiales.
"Es un problema cultural", dijo. "Será una de esas cosas que toman tiempo elaborar. Son un poco lentos en cuanto a dejar que las mujeres se encarguen de algunas funciones. Tenemos que romper esas barreras".
Adhamiya era en el pasado uno de los barrios más modernos de Bagdad. Lo poblaban en gran parte oficiales retirados y otros profesionales que conformaban la elite del partido laico Baath, de Saddam Hussein.
Muchas de sus mujeres trabajaban como maestras o administradoras en oficinas del gobierno en toda la ciudad. Pero cuando tras el atentado contra el venerado santuario chií en Samarra se desencadenó una campaña de asesinatos de sunníes en 2006, la mayoría de las mujeres se retiraron a sus casas, temerosas incluso de alejarse de sus vecindarios.
Durante más de un año se apilaron en las calles los cuerpos torturados. Cuando se llenó el viejo cementerio detrás de Abu Hanifa, se instaló uno en un parque donde en el pasado las familias iban de excursión y los niños jugaban al fútbol.

Marido Asesinado
El marido de Mohammed está enterrado aquí. Era taxista. Un día unos hombres armados lo hicieron parar en un barrio chií. Su cuerpo apareció cinco días más tarde en la morgue, con un balazo en la cabeza.
Mohammed quedó sola con sus cinco hijos. Dijo que su trabajo de revisar mujeres en un concurrido hospital de la ciudad le ha dado "una buena oportunidad para ayudar a mi familia y a mi país".
Otros hombres de Adhamiya perdieron sus vidas luchando contra las fuerzas norteamericanas, o fueron asesinados por otros sunníes de grupos militantes como al Qaeda en Iraq, que impusieron un régimen de terror en los barrios. Los funcionarios dicen que perdieron la cuenta de cuántas viudas hay en el barrio, que ahora forman parte de Hijas de Iraq. Otras se han incorporado porque sus maridos son inválidos de guerra o porque perdieron sus trabajos.
El marido de Hannah fue secuestrado por militantes sunníes que lo golpearon tan brutalmente que quedó con un temblor permanente y no puede trabajar. Unos milicianos chiíes mataron a su hermano, dejándola sola para mantener a sus cinco hijos, además de sus tres propios.
"Este trabajo me salvó la vida", dijo la mujer de voz suave envuelta en telas pasteles que como muchas de las entrevistadas no quiso que se publicara su nombre.
Las mujeres reclutas son sometidas al mismo chequeo de sus antecedentes que sus contrapartes masculinos, y sus detalles son incorporados en la misma base de datos. Su salario es también el mismo: unos trescientos dólares al mes.
Las mujeres vivieron su día de orgullo en marzo, cuando miles de personas de todo Bagdad, incluyendo al primer ministro chií del país, convergieron en Adhamiya para celebrar el cumpleaños del profeta Mahoma. Las Hijas de Iraq hicieron su trabajo, revisando a las mujeres que se acercaban a Abu Hanifa, la mezquita sunní más venerada de la ciudad.
"Un montón de mujeres se alegraron de ver que las mujeres que las protegían eran del barrio", dijo Dulaimi. "Nos abrazaron y besaron y nos regalaron Pepsis".
El día pasó sin incidentes. Pero fue la única ocasión en que las mujeres trabajaron fuera de las murallas de los edificios gubernamentales.

Sin Armas
Parte del adiestramiento de las mujeres proporcionado por Estados Unidos incluía familiarizarse con armas. Las mujeres debían aprender a armar y desarmar un AK-47. Pero en el trabajo no llevan armas -una restricción que está empezando a incomodar.
"Al Qaeda todavía existe, así que necesitamos armas para protegernos a nosotras mismas, y proteger a Adhamiya", dijo Alam, una imponente mujer con un vestido azul pálido y un velo con manchas de leopardo.
El marido de Alam trabajaba en un laboratorio médico, pero renunció después de ser amenazado por milicianos chiíes en el barrio donde se encontraba. Con el dinero que gana ella revisando a mujeres en una escuela, pagan el alquiler de la familia y mantienen a sus dos hijos. Pero no sabe hasta cuándo durará su trabajo.
El gobierno de mayoría chií se demoró en aceptar a los grupos de guardias en los barrios, que incluyen a muchos antiguos insurgentes. Bajo presión norteamericana, funcionarios iraquíes accedieron el año pasado a hacerse poco a poco responsables de Hijos de Iraq. Pero un alto oficial norteamericano dijo que el gobierno no está dispuesto a aceptar a sus contrapartes femeninos debido a "normas culturales que regulan el empleo de mujeres en trabajos peligrosos".
Los comandantes norteamericanos esperan continuar con el programa -financiado por Estados Unidos- durante uno o dos años más. Pero eso no logra consolar a las Hijas de Iraq.
"Nosotras ayudamos a nuestras familias, a nuestra comunidad y a las fuerzas norteamericanas", dijo Alam. "Así que queremos que el gobierno nos de trabajos de verdad".

alexandra.zavis@latimes.com

4 de julio de 2008
4 de julio de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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