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recordando a gonzo thompson


[David Kelly] Vecinos recuerdan a Hunter S. Thompson. "Difícil de remplazar, y no estoy seguro de que quiera remplazarlo".
Woody Creek, Colorado, Estados Unidos. Dicen que la Woody Creek Tavern, con su alfombra de estampado de leopardo y cabinas cinceladas en madera, es el centro del universo de este villorrio a pocos picos de montaña de Aspen.
Para Hunter S. Thompson, era más que eso.
El defenfrenado periodista, que se suicidó el domingo pasado, mantuvo durante décadas corte en esta agradablemente cutre cantina. Prefería el taburete junto a la puerta, donde se refugiaba en las frías noches de invierno a beber Chivas Regal a grandes tragos y despotricar contra el mundo.
Ahora su mundo está despotricando de vuelta. Amigos del hombre que acuñó el término ‘periodismo gonzo' y escribió éxitos de venta como ‘Miedo y asco en Las Vegas', se reunieron en el bar el lunes, a tratar de imaginarse este último y conmovedor capítulo de una vida de por sí escandalosa.
"No sé por qué tenía que dejarnos así", dijo un enfadado Gaylord Guenin, un periodista de la localidad que fue amigo de Thompson durante 30 años. "Espero que haya sido un accidente. Me sentiría mejor así".
Steve Bennett, bartendero, miró el pez aguja embalsamado en la pared y pensó un momento. "Bueno, pudo haber sido un accidente; él andaba siempre con armas armadas", dijo Bennett. "Cualquiera que dispare a bidones de gas propano con una magnum .357 puede hacer algo así por accidente. Y si se le pasara una idea rara por la cabeza, lo haría sin pensarlo dos veces".
Thompson, 67, fue encontrado muerto el domingo noche en su cocina, con un impacto de bala en la cabeza. La comisaría de policía del condado de Pitkin declaró que su muerte fue un suicidio.
El lunes, sus amigos dijeron que no había observado nada fuera de lo habitual en Thompson -al menos, nada anormal en su mercurial conducta. Pero la salud de Thompson se había deteriorado. Se estaba quedando en casa más a menudo a casa de una operación a la espalda, el remplazo de una cadera y una pierna que se había quebrado recientemente.
"Lo vi la semana pasada, y no me pareció que se viera bien", dijo Bennett. "Parecía optimista, pero tenía tantos cambios de ánimo repentinos que es difícil saberlo con certeza. Él era un personaje excéntrico, que será difícil de remplazar, y no estoy seguro de que quiera remplazarlo".
Thompson llevaba una vida recluida en su propiedad junto a una carretera rural a un kilómetro y medio de la taberna. Sus amigos dijeron que le gustaba pasar el tiempo disparando sus armas automáticas, escribiendo y bebiendo duro. Despertaba normalmente a las cinco de la tarde, escribía toda la noche y dormía de día.
Su muerte parece haber dejado sin respiración a Woody Creek, un rico enclave a 1.600 kilómetros al noroeste de Aspen. Para algunos, Thompson era más que excéntrico: era un misterio. Podía ser rudo y grosero, y luego súbitamente dulce y cariñoso.
"Todos lo adoptamos y aceptamos como era", dijo Mary Harris, propietaria de la Woody Creek Tavern. "Yo vivía a su lado. Oía disparos que venían de su patio trasero. Pasábamos el tiempo juntos. Le gustaba venir cuando estábamos cerrados. Podía ser un pesado, o tu mejor amigo".
Thompson llegó a la región de Aspen a comienzo de los años sesenta. Tenía entonces un carácter hosco, que ahora ha sido remplazada por la riqueza y la nobleza. El príncipe saudí Bandar bin Sultan posee una enorme extensión arriba de la ciudad.
Guenin, que en el pasado editaba el ahora desaparecido Aspen Illustrated, recordó haber recibido delirantes cartas al diario del ácido Thompson, que firmaba "Adolf Eichmann".
"Todos sabíamos que era él, pero así era su estilo", dijo Guenin, 70, mientras chupaba una tableta de nicotina para evitar la ansiedad del cigarrillo. Como broma, Thompson una vez hizo explotar un petardo cerca de donde estaba trabajando Guenin.
"Me tomó un rato superar el shock de la explosión", dijo Guenin.
Algunos creen que las bromas de Thompson eran para consumo público más que otra cosa.
"Conocí a Hunter durante 25 años y creo de algunas de las cosas que hacía eran actuaciones", dijo Joel Lapin, bebiendo cerveza en la taberna. "Era un hombre muy inteligente. Daba vueltas por el pueblo con un trago en la mano, pero era su manera de ser, como Groucho Marx con el puro. Una vez llegó a una partida de golf con una escopeta. En realidad, no era más escandaloso con las armas de fuego que cualquiera de los que estamos aquí".
Los que lo conocían a menudo encontraban ininteligible su delirante estilo de conversación. "Yo nunca sabía de qué estaba hablando", dijo Don Collins, 50 plomero de 50 años, sentado a la barra. "Tú oías sus refunfuños y luego insultos. Podría estar diciendo cualquier cosa. Quizás me estaba diciendo: ‘¡Vete de mi casa o te mato!'"
Los aficionados acostumbraban visitar a Thompson en el bar. No le gustaban las invasiones de la intimidad y no hablaba con extraños, dijeron sus amigos.
Mientras la noticia del suicidio fue un shock para muchos, otros no estaban sorprendidos.
"Era previsible", dijo George Stranahan, empresario de la localidad. "Hunter estaba furiosamente decidido a determinar el curso de su propia vida. Era un hombre honesto. Yo digo: ¡El rey ha muerto, viva el rey!"

22 de febrero de 2005
26 de febrero de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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