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buscando la última fosa


En busca de la última fosa de Colonia Dignidad. Antropólogos se encuentran analizando el terreno en seis puntos al interior del fundo, muy cerca del lugar en que hace cinco años se determinó la existencia de fosas donde estuvieron enterrados los prisioneros que fueron fusilados por militares y la DINA.
[Luis Narváez] Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar,/ sin árbol verde, sin pozo blanco, / sin cielo azul y plácido… / Y se quedarán los pájaros cantando./ (J. R. Jiménez)
Tupido de palabras, los recuerdos se agolpan en la boca del alemán.
Roza los 50 años y su español apenas puede contener lo que sus pensamientos quieren decir. Cuando la memoria se centra en aquel tiempo, en el bosque de viejos boldos y quillayes, caluroso, que cruje de tanta hoja seca, los tiempos de los duros trabajos y los rumores sobre prisioneros, asesinatos y entierros clandestinos, vienen al presente: "Una vez que estábamos trabajando en ese sector, el jefe que teníamos me dijo que en ese lugar habían desenterrado a los muertos de 1973".
Ha pasado más de un año del relato que el testigo dio a LND. En enero de 2009, la posible existencia de una nueva fosa al interior de la Villa Baviera cobró fuerza al revelarse que la información estaba siendo barajada en el tribunal que encabeza el ministro en visita Jorge Zepeda. Según pudo confirmar este medio in situ, el magistrado ordenó por primera vez la realización de diligencias tendientes a confirmar o descartar la existencia de una fosa ubicada en el fundo de 17 mil hectáreas, que estaría oculta en el sector de Chenco, ubicado a unos 11 kilómetros al este del centro poblado del enclave alemán. Hasta 1973 el terreno perteneció a una familia mapuche. Después del golpe militar fueron expulsados de ahí.
La ex Sociedad Benefactora Dignidad, donde Paul Schäfer y su círculo de hierro castigaba a los colonos alemanes con torturas, esclavismo, terror sicológico y abusos sexuales, hoy es mostrada como un centro de agroturismo, con restaurante y hospedaje en los mismos lugares donde ocurrían dichos crímenes.
La villa hoy es un fundo administrado como un holding (Cerro Florido) que maneja varias empresas. Todo es dirigido exclusivamente por los hijos de los antiguos jerarcas, quienes se pasean impunemente frente a sus víctimas alemanas. En el poder se repiten los mismos apellidos del pasado: Schreiber, Mattuhsen, Schnellenkamp, Blank y Laube. Desde adentro se nos informa que si bien la situación ha cambiado, el temor ronda cada una de las calles de tierra que comunican a la gente.
Por ello, un camino utilizado en estos días por una forestal sirve de acceso alternativo para llegar al lugar donde se dice que, en 1978, Schäfer ordenó exhumar con una retroexcavadora cuerpos de prisioneros que fueron asesinados entre 1973 y 1976.
Lomas suaves y trigo por ambos costados circundan el camino, el mismo que, según el testigo, fue alterado en su trayecto después que en 1978 se realizaran las remociones. "Schäfer ordenó desviar el camino para ocultar cualquier rastro y que quien conociera el sector no pudiera orientarse para volver allí".
A unos siete kilómetros de la entrada, el camino se monta sobre una pendiente pronunciada. "Hay que subir la cuesta y cruzar el cerro porque allí comienza (el sector) Chenco", instruyó el testigo hace más de un año.
El mapa es bastante claro. Una curva señala el punto exacto donde se desvió el camino y la vegetación menos abundante deja ver las huellas de lo que antiguamente era la ruta. Las zarzamoras y matorrales han cubierto la calzada pedregosa, pero, entre tanta abundancia, el erosionado terreno, después de 32 años, no deja crecer árboles.
Mapa en mano, las indicaciones del testigo son precisas. Hay que continuar unos dos kilómetros y adentrarse por el costado de un campo de trigo, con una extensión de unas 60 hectáreas. No hay camino, sólo huella y tanto el trigo como la vegetación que han crecido a su alrededor supera ampliamente el metro de altura. Tras varios minutos de andar, se abre una entrada natural a un bosque. Bastó caminar unos pasos para comprobar lo que durante más de un año se esperaba.

Muestras
Un antropólogo, acompañado de trabajadores del cementerio de Parral y la PDI, fue enviado a la zona por el ministro Zepeda. Analizaron las características físicas de la tierra, hicieron un levantamiento de varios sitios, tomaron fotografías y abrieron en la tierra un total de seis pequeños fosos, de entre dos y tres metros de largo, 60 centímetros de ancho y un metro de profundidad. El objetivo de dicho trabajo era revisar las capas del terreno y evaluar si en el lugar existió alguna alteración provocada por la remoción de terreno.
El trabajo no ha sido fácil. Han pasado más de 32 años desde la "operación retiro de televisores", maniobra coordinada a nivel nacional con que la dictadura de Pinochet ordenó a todas las unidades militares, agentes y civiles -como Colonia Dignidad- remover las fosas clandestinas donde habían enterrado a personas que fueron fusiladas a partir del 11 de septiembre de 1973 y hacer desaparecer sus cuerpos. La acción fue en respuesta al descubrimiento de cuerpos de prisioneros políticos asesinados en los hornos de Lonquén.
En el caso de Dignidad, el trabajo fue hecho de la manera más prolija que se tenga registro, según se ha determinado por las investigaciones judiciales de las exhumaciones ilegales. En 2004, algunos testigos aportaron la ubicación de varios sitios en Chenco, donde fue posible encontrar piezas de automóviles que pertenecieron a prisioneros detenidos por la DINA y una fosa donde se determinó que estuvieron los cuerpos de un número indeterminado de personas. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en tumbas clandestinas hechas por miembros de las Fuerzas Armadas (como Pisagua, Calama, Peldehue, Los Ángeles y Rapel), en la Colonia Dignidad no se encontraron restos humanos ni restos culturales (ropa, calzado, anillos, etc).
En el caso de Dignidad, la investigación apunta a que los restos fueron sacados con la misma retroexcavadora, quemados en un horno de la villa y posteriormente arrojados a las aguas del río Perquilauquén.
Una vez que los peritos terminen su labor, el juez deberá determinar si los indicios son suficientes para iniciar trabajos de excavación más profundos con miras a determinar si fue un lugar de remoción. La esperanza siempre está sembrada en lograr encontrar algún testimonio que indique si allí estuvieron algunas de las más de cien víctimas que terminaron sus días en el enclave alemán, según el informe de la Comisión Verdad y Reconciliación.
A la fosa de 2005 se llegó después que, en 2002, el ministro Jorge Zepeda se hizo cargo de investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas dentro de la Colonia. El caso más emblemático es la desaparición forzada del militante del MAPU Juan Maino Canales (tenía 25 años), detenido por la DINA y entregado a los alemanes en 1976.
Todos los testimonios de este caso permitieron descubrir los primeros puntos donde se excavó la tierra en busca de pistas para dar con el paradero de sus restos.
En esa oportunidad, los antropólogos Kenneth Jensen e Iván Cáceres determinaron revisar 14 puntos posibles de trabajar. Tras el estudio de suelos, cinco de ellos fueron excavados a profundidades de entre 3 y 5 metros.

Proyección
Cada una de las excavaciones preliminares, realizadas hace menos de dos semanas al interior de la Villa Baviera, se ubica en un costado del lugar donde se sospecha pudo haber remoción. Tienen en común una pequeña elevación. Sin embargo, la vegetación allí ha crecido. En una de ellas, incluso, existe un pino de unos 15 metros de altura. Cuando el testigo indicó las instrucciones para llegar al lugar, advirtió la posibilidad de que hubiera árboles. Sin embargo, aclaró que "esos pinos que se ven tan grandes, pueden tener fácilmente 30 años".
Asimismo, destaca que puede haber indicios de que en el lugar operó una máquina pesada. De la observación realizada por este medio en el lugar, fue posible apreciar árboles con ramas quebradas y algunos arrancados completamente, con claras muestras de ser muy antiguos.
Asimismo, también es posible observar las huellas de lo que debe haber sido el camino que el testigo señaló que antiguamente pasaba por el lugar y que fue desviado por orden de Paul Schäfer.
"Ese camino pasaba al lado de ese pino grande y cruzaba una ciénaga que hoy está llena de zarzamoras. Allí también supe que una vez hubo una gran excavación y que Schäfer, personalmente, una vez que estaba cerca de allí, fue a mirar y nos prohibió a nosotros acercarnos", comentó.
El testigo dijo a LND hace más de un año que él estaría dispuesto a colaborar con el tribunal. Así lo hizo. Según pudieron confirmar algunas fuentes, el tribunal le tomó declaración mediante la cual se pudo precisar el lugar en que podría existir una fosa.
Hasta ahora se desconoce en qué condiciones se realizó la diligencia con la que se inició el proceso de estudio del lugar. Pero lo que está claro es que se llegó al punto exacto que el testigo ha señalado.
Los familiares de las víctimas que pasaron por Colonia Dignidad han mantenido por años la esperanza de encontrar algún indicio sobre el paradero que corrieron sus seres queridos. La expectativa que se puede abrir frente a la existencia de una fosa es muy grande. Por ello, el abogado de la familia de Juan Maino Canales, Nelson Caucoto, hizo un llamado a la cautela.
Sorprendido por el inicio de estos trabajos, el profesional sostuvo que "estamos en un camino de exploración. Las consecuencias de la existencia son inmensas por todo lo que puede acarrear tanto en la investigación policial y judicial como en el esclarecimiento del destino de los detenidos desaparecidos".
El abogado destacó que aún hoy "la Colonia Dignidad contiene insondables secretos y mucha información que no ha salido a la luz pública, por lo que toda acción de la justicia tendiente a establecer el compromiso de este enclave en violaciones de los derechos humanos es muy valioso".
El testigo clave de esta última parte del proceso alerta que "hay personas en la colonia que tienen más información sobre esto, pero hasta hoy callan porque tienen miedo". De las más de 350 personas que llegaron desde Alemania en los albores de la década de 1960, hoy quedan menos de 140. Muchos se fueron a Alemania tras la captura de Paul Schäfer y de la detención, durante meses, de la mayoría de los antiguos jerarcas. Entendieron que el mundo que habían conocido los había convertido en esclavos sometidos a condiciones sólo comparables con campos de concentración y trabajos forzados de los tiempos de los nazis. El resto vive hoy en silencio y bajo la mirada de los hijos de los antiguos jerarcas, de quienes ahora dependen.

17 de enero de 2010
©la nación 
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