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nazis, rembrandt y un librito negro


[Alan Riding] La recuperación de obras de arte robadas por los nazis durante la Segunda Guerra. Algunos estados -como el holandés- las han revendido.
Amsterdam, Holanda. Se ha convertido en una historia familiar en los últimos tiempos. Los herederos de un coleccionista de arte judío descubren que las pinturas requisadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial no fueron nunca devueltas a la familia. Empiezan a buscarlas y, ocasionalmente, tienen suerte. Una pieza es descubierta en un museo o detectada en una subasta y, después de lentas negociaciones, los dueños legítimos la recuperan o reciben compensación.
Pero ¿qué ocurre cuando se ha perdido prácticamente toda una colección?
Este es el reto que enfrentan los herederos de Jacques Goudstikker, un importante coleccionista de la preguerra de Amsterdam y corredor de arte en antiguos maestros holandeses e italianos. El mes pasado, después de ocho años de postergaciones, el gobierno holandés finalmente accedió a devolver 202 de sus pinturas, que habían estado expuestas en museos holandeses desde los años cincuenta. Pero todavía no se recuperan mil otras.
Clemens Toussaint, un conocido detective de arte alemán de 45 años, fue contratado por Marei von Saher, nuera de Goudstikker, vecina de Greenwich, Connecticut, para localizar el resto de la colección. Desde mediados de los años ochenta, su negocio ha sido encontrar arte saqueado y, trabajando sobre la base de honorarios contingentes, ha obtenido algunos notables éxitos, entre ellos la localización de cinco pinturas de Malevich en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. (El museo devolvió una a los herederos de Malevich y pagó compensación por las otras).
Pero el caso de Goudstikker es fácilmente, hasta la fecha, el más largo. "En 2002 se me pidió que investigara un díptico de Adán y Eva, de Lucas Cranach el Viejo, en el Museo Norton Simon, de Pasadena", cuenta Toussaint. "Hice la investigación y pregunté a Marei por el resto. Me dijo que no tenía ni idea. ‘¿Las ha buscado?’, le pregunté. ‘¿Cómo podríamos hacerlo?’, se preguntó. ‘Bueno’, dije. ‘Es difícil, pero es posible’. Y así es cómo empezó todo".
La historia de fondo, sin embargo, empezó mucho antes. En 1919, cuando apenas tenía 21, Goudstikker se encargó de la galería de arte de su familia en un canal de Amsterdam. Se hizo inmensamente rico y se casó con la elegante cantante de ópera de Viena, Desi Halban. Cuando tuvo que huir de Amsterdam con Desi y su bebé el 14 de mayo de 1940, justo días antes de la llegada a la ciudad de las tropas alemanas, su colección incluía 1.400 trabajos.
La tragedia lo tocó casi inmediatamente. Caminando en la cubierta del ennegrecido carguero que lo llevaba a su salvación, Goudstikker cayó en la bodega del barco y murió.
Tenía 42 años y fue enterrado en Gran Bretaña, mientras Desi y el bebé. Edward, llegaron finalmente a Estados Unidos. Por suerte llevaban con ellos una pequeña libreta de apuntes de cuero negra que encontraron en el cuerpo de Goudstikker. Se convertiría en la Piedra Rosetta de la pesquisa de Toussaint.
Por pintor y en orden alfabético, este inventario de viaje apunta 1.113 de las pinturas que Goudstikker dejó atrás, con sus títulos, tamaño, fecha de compra y, en código, el precio pagado por cada una de ellas. En la letra R, por ejemplo, aparecen los nombres de Rafael, Rembrandt, Rubens y van Ruisdael, mientras bajo la letra D aparece Donatello y, varias veces, van Dyck.
La libreta de 4.7 por 7 pulgadas definió la tarea de Toussaint. Luego se impuso el reto de descubrir cómo se veía cada pintura. "Una fotografía es la única prueba que convencerá a un director de museo o a un corredor de arte o a un coleccionista", explica Toussaint mientras acompaña a un visitante a revisar la libreta en los Archivos Municipales de Amsterdam. "Nuestro primer paso fue ‘visualizar’ la libreta, para agregar las fotografías. No siempre es fácil. El título puede ser simplemente ‘Paisaje’".
Felizmente, han sobrevivido muchos de los catálogos ilustrados de Goudstikker. El Instituto Neerlandés de Historia del Arte, de La Haya, tiene uno ocho millones de fotografías o imágenes impresas de obras de artes holandesas, y existen catalogues raisonnés de los artistas más importantes en la colección. Internet permite fáciles búsquedas en otros museos y subastas. "Decimos que hemos ‘identificado’ una obra cuando tenemos una imagen visual de ella", dice Toussaint. "De momento, hemos ‘identificado’ cerca del 60 por ciento de las piezas en la libreta negra. Pero eso no es lo mismo que localizarlas".

La búsqueda -la cacería- es evidentemente lo que excita a Toussaint. "Una de mis obsesiones es ir a museos y mirar las pinturas por detrás", dice, observando que muchas piezas perdidas todavía llevan la etiqueta ‘Colección Goudstikker’, con un número. "Pero por supuesto, no puedo hacerlo debido a los sistemas de alarma. Cuando pides mirar la parte de atrás, te preguntan por qué. Pero si dices que es porque puede ser robado, te ponen en la calle".
La búsqueda de ‘Naturaleza Muerta con Flores’, de Rachel Ruysch, de 1690, llevó a su investigadora de Berlín, Nina Senger, a la Galería de Viejos Maestros de Dresden, Alemania. "Fue mi gran momento", recuerda. "Estaba en proceso de ser restaurada, y vi inmediatamente el nombre de Goudstikker en la parte de atrás". Dresden accedió prestamente a devolver el pequeño óleo, que ahora cuelga en la pared de la oficina del apartamento de Toussaint en Amsterdam a la espera de una decisión sobre su futuro.
"Para localizar un objeto de arte, tienes que estudiar la vida de la gente, como en una investigación genealógica", explica Toussaint. "Nuestra obsesión compartida es reconstruir la vida no sólo de las víctimas, sino también de los delincuentes".
El destino en tiempos de guerra de la colección de Goudstikker ofrecía pocas claves adicionales. En julio de 1940 el líder nazi alemán Hermann Göring compró cerca de 780 de las mejores pinturas de Goudstikker, mientras su corredor de arte, un hombre de negocios alemán llamado Alois Miedl, compró el resto de la colección, así como las propiedades inmobiliarias de Goudstikker. La mayor parte de las piezas de arte eran del siglo 16 y 17, aunque Goudstikker había adquirido también algunos trabajos impresionistas y modernos como un fondo de pensión para su personal.
Después de la guerra, el gobierno holandés recuperó unas 400 pinturas de la colección de Goudstikker, algunas en Amsterdam, otros recuperadas en Alemania por los aliados victoriosos. Su viuda, Desi, empezó entonces una campaña de siete años para recuperarlas, mientras funcionarios holandeses argüían que habían sido vendidas de buena fe por los empleados de Goustikker. Al final, ella compró de vuelta 165 piezas de arte, mientras el estado holandés vendió 65 más e incorporó al resto en sus propias colecciones.
Desi Goudstikker quedó amargada por el modo en que fue tratada, pero decidió dar vuelta la página. Se volvió a casar y pronto su hijo adoptó el apellido de nuevo marido, von Saher. Edward, a su vez, se casó con Marei y tuvieron dos hijas, Charlène y Charlotte. Sin embargo, fue solo tras la muerte de Desi en febrero de 1996 y de la de Edward cinco meses después que Marei von Saher se enteró, por un periodista holandés, de la olvidada saga de los Goudstikker.
La ocasión no fue accidental. Varios países recuperaron piezas de artes saqueadas a los judíos que murieron en el Holocausto. Pero con el fin de la Guerra Fría, a medida que la historia de mediados de siglo volvía al centro de la atención, dos libros -‘El museo desaparecido’ [The Lost Museum], de Héctor Feliciano, y ‘La violación de Europa’ [The Rape of Europa], de Lynn H. Nicholas- ayudaron a reabrir el tema del arte.
Von Saher era una de las muchas herederas que buscaban justicia, aunque tardíamente. Pero sólo un puñado de colecciones saqueadas -entre ellas las de Alphonse Kann, en Francia, y la de los Rothschilds vieneses de Austria, la de los Herzogs, de Hungría- eran de un tamaño comparable a la de Jacques Goudstikker.
Mientras von Saher y sus abogados holandeses y estadounidenses iniciaban su prolongada campaña en Holanda, Toussaint y sus tres investigadores de tiempo completo fijaban su estrategia para localizar al resto.
"Tenemos que buscar las pinturas una por una", dijo Jan Thomas Köhker, el investigador que trabaja fundamentalmente en el instituto de documentación de arte de La Haya. "Esto puede querer decir que tienes que revisar miles de ilustraciones. Mi mejor momento fue cuando buscaba una pintura de Dirck Hals. Abrí una caja y la primera tarjeta era la de esta pintura -y la segunda era de otra pintura que andábamos buscando. Fue una pesquisa de cinco minutos".

La discreción es una variable importante. El equipo de Toussiant mantiene secretos los resultados de sus investigaciones para desalentar que los museos exhiban, o que las casas de subasta ofrezcan las piezas que andan buscando. Al mismo tiempo, si el equipo encuentra una de las pinturas perdidas de Goudstikker, normalmente publicará su hallazgo solamente si el museo o el coleccionista en cuestión se niega a discutir el caso.
"Con las instituciones públicas no hacemos acuerdos porque pensamos que el estado no tiene derecho a enriquecerse a sí mismo de esta manera", dice Toussaint. "Con las familias, si alguien compró de buena fe una pieza en una subasta, tratamos de llegar a un acuerdo. Pero si es una familia con antecedentes nazis, no pagamos compensación".
A veces, continuó, la gente prometerá tratar de localizar una pintura "cuando sabemos perfectamente bien que la tienen". Pero a veces la persona que posee la pintura ya no sabe cómo entró a su colección.
Ese fue el caso con otra obra recuperada que cuelga en el apartamento de Toussaint, ‘Jesucristo predicando’, de Aert de Gelder. "La viuda de antiguo comprador la había llevado consigo a una residencia de ancianos en Alemania", dice Toussaint. "Tomamos contacto con la mujer, y la familia nos llamó para decirnos que la dejáramos en paz. Les explicamos toda la historia y ellos devolvieron la pieza y recibieron una pequeña compensación".
De momento, Toussaint no ha buscado restitución solamente a través de pleitos, pero las negociaciones pueden tomar tiempo. Por ejemplo, una pintura de Ferdinand Bol, un alumno de Rembrandt, que fue comprado en Holanda después de la guerra por un holandés, fue localizado en el vestíbulo de un club de golf en Stellenbosch, África del Sur. "Nina tuvo alguna correspondencia, pero llegamos a un callejón sin salida", dice Toussaint, "que es bastante común. Pero continuaremos".

Tiene un considerable incentivo para perseverar. Aunque la prensa alemana le dio una vez a Toussaint el apodo de ‘Míster 50 Por Ciento’ -refiriéndose a su parte en todo hallazgo-, dijo que su acuerdo actual con von Saher era más complicado. Pero aunque se niega a dar detalles sobre el acuerdo más allá de decir que la operación cuesta "varios cientos de miles de dólares al año", dijo: "Es un acuerdo muy justo. Mientras más recuperamos, más nos pagan. Todo depende de nuestro éxito. Marei nos da absoluta libertad".
De momento, dijo, él y su equipo han localizado unas 100 piezas de arte, y 32 de los casos han sido resueltos. En unos pocos casos, como el de ‘Bentheim Castle’, de van Ruisdael, al propietario -el Conde Bentheim mismo- se le permitió conservar la pieza a cambio de un pago. En otros casos, como de un dibujo de Degas encontrado en el Museo Israel, la pieza fue restituida y luego vendida por von Saher para financiar la investigación en curso.
Trazar el destino de una pintura desde 1940 no es fácil. Tanto Göring como Miedl vendieron muchas de las piezas de Goudstikker. Y desde 1943 en adelante, cuando la derrota alemana empezó a parecer probable, hubo un auge de la venta de arte en Alemania porque muchos pensaron que las pinturas eran una inversión segura a largo plazo. Entonces, después de la guerra, cuando Europa estaba en ruinas, sólo los museos y coleccionistas americanos tenían los recursos para comprar arte europeo.
"Es por eso que estamos encontrando la mayoría de las pinturas de Goudstikker en Alemania y Estados Unidos", dice Toussaint. "En Alemania, hemos tenido muchas restituciones. Las hemos recuperado de museos en Colonia, Düsseldorf, Hamburgo, Dresden, Stuttgart. También de otros. Pero ningún museo americano ha devuelto una pieza de Goudstikker. Hemos abordado al menos a diez. Ellos piensan que no podemos hacer diez pleitos al mismo tiempo, así que esperan. Eso es lo que creo que están haciendo".
Lawrence M. Kaye, de la firma neoyorquina Herrick, Feinstien, que representa a von Saher y se ocupa de las demandas de restitución en Estados Unidos, expresó una frustración similar. "Mientras que inicialmente los museos indican que toman nuestras demandas en serio y que empezarán a investigar, estas situaciones se han prolongado sin ninguna resolución", dijo en una entrevista telefónica desde Nueva York.
La demanda del díptico de Cranach el Viejo, en el Museo Norton Simon -una de las piezas buscadas más valiosas-, lleva ya cinco años. la Fundación de Arte Norton Simon acepta que las pinturas pertenecieron a Goudstikker, pero insiste en que fueron compradas en 1970 a alguien que las había comprado cuatro años antes al gobierno holandés. La fundación dice que ahora estaba revisando la reciente decisión holandesa de restituir otras obras, pero no hizo más comentarios.
Una vez más, la investigación minuciosa es clave. Por ejemplo, algunas pinturas de la colección han sido no solamente recuperadas, sino además ha habido casos en que existían copias y las versiones de Goudstikker pueden ser vinculadas a las pinturas sólo a través de una examen microscópico de pinceladas y grietas en una fotografía y luego en la superficie de una tela.
En contraste, el reciente caso holandés fue relativamente simple; esto es, nadie puso en duda que la pintura proviniera de la colección de Goudstikker. Al contrario, lo que se requirió al final fue una recomendación de un Comité de Restitución nombrado por el gobierno, de que 202 pinturas fueron devueltas a la familia.
"La decisión holandesa fue crucial", dijo Toussaint, "porque si los holandeses se hubiesen negado, ningún museo en el mundo nos habría devuelto una pintura. Pero yo sabía, cuando empecé con esto, que tomaría bastante tiempo. No será posible localizar todas las piezas, pero cientos de ellos sí las encontraremos. Pero, por supuesto, este es un trabajo que nunca terminaremos".

26 de marzo de 2006
©new york times
©traducción mQh

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