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funeral a la medida


[John Leland] Algunos quieren que se sirva helado a los asistentes.
Robert Tisch, que dirigía la Loews Corporation, tuvo una banda de majorettes en su funeral, y se agotaron las localidades en el Avery Fisher Hall, todo ello organizado por uno de los organizadores de eventos más importantes de Nueva York. Estée Lauder tuvo camareros que servían nubes cubiertas de chocolate en bandejas de plata. En el funeral de Nan Kempner, en la casa de subastas Christie's, los asistentes recibieron un CD con el Réquiem de Mozart. La señora Kempner había querido una representación en vivo del Réquiem, pero la logística -una orquesta completa, con coro y solistas- era como demasiado.
En una época en que los norteamericanos contratan a directores para que dirijan sus carreras y planes de jubilación, a orientadores para sus hijos, a encargados personales de sus vestuarios, a entrenadores para sus abdominales y a otros para que hablen con sus mascotas y -claro-, planificadores de bodas para sus nupcias, tiene sentido que algunos funerales empiecen a recibir un toque personal. A medida que los miembros de la generación del baby boom se encargan de los servicios últimos para sus padres, o para ellos mismos, se crean nuevas expectativas de consumo y menos vínculos con iglesias, tradiciones o música de órgano -y obligan a los directores de funerales a convertirse en algo parecido a los organizadores de eventos, e invitan a otros promotores a probar las aguas de las despedidas.
La planificación de la mayoría de los funerales está todavía en manos de las 22 mil funerarias del país, que entierran a más de 2 millones de norteamericanos al año, por un precio de unos 13 mil millones de dólares. Pero algunas familias están empezando a pensar fuera de los circuitos habituales, dice Mark Duffey, de Houston, que empezó el año pasado lo que llama el primer servicio de asesoramiento funerario a nivel nacional. Por 995 dólares al mes en un plan de subscripción, su compañía Everest Funeral Package, ha ayudado a varios cientos de familias a planificar sus últimos ritos, proporcionando servicios de asesoría que van desde escribir los obituarios hasta negociar los precios con las pompas fúnebres.
"Los baby boomers se ocupan de controlarlo todo", dice Duffey, que empezó su compañía después de gestionar una cadena de funerarias. "Esta generación quiere controlar todo, desde el alimento hasta las palabras y la organización del servicio. Y este es un área donde los consumidores no controlan nada".
Lo que quieren, dice, son servicios que reflejen sus vidas y gustos. Una familia pidió un funeral en el campo de golf, "porque era allá adonde iba papá los domingos en la mañana, en lugar de ir a la iglesia; así que no vamos a ir a una iglesia", dijo Duffey. Otra familia quería que sus amigos acompañasen al difunto en sus motos Harley por su ruta preferida, desparramando sus cenizas.
El cambio más grande, dijo Duffey, es que a medida que más familias optan por la cremación -casi el 70 por ciento en algunas ciudades en el poniente del país-, los servicios se hacen menos lúgubres, porque no hay un cuerpo presente. "El cuerpo deprime a los boomers", dijo Duffey. "Si no está el cuerpo, podemos hacer cualquier cosa. Querrán hacerlo en un club de campo o en un bar o en su restaurante favorito. Es allá adonde quieren ir los consumidores".
Duffey ha sugerido limitar la duración de los discursos a cinco minutos. "Los instamos a "no improvisar, a simplemente leer. Está bien. Es lo que quiere la gente".
Los pedidos de servicios poco tradicionales, aunque son una minoría, han puesto a prueba la creatividad de los directores de funerales, dice Ron Hast, el editor de las revistas del rubro Mortuary Management y Funeral Monitor. A medida que los funerales se apartan de sus escenarios habituales como iglesias y funerarias, dijo, "nos estamos acercando a los planificadores de eventos. Directores de funeral innovadores están introduciendo hospitalidad, sirviendo comida". Esto puede ser un reto, especialmente para las empresas que han hecho lo mismo durante generaciones, agregó. "En Nueva York o en Nueva Jersey, es ilegal servir café o cualquier alimento en una funeraria", dice Hast. "Así que no tiene los bocadillos que la gente espera".
Las funerarias no aprecian siempre la competencia de empresarios, a los que consideran intrusos, dice Bob Biggins, presidente de la Asociación Nacional de Directores de Funeral.
"No es como organizar una boda o ayudar con una recepción", dice Biggins. "Los directores de funerales responden ante las necesidades de las familias a cualquier hora del día en un corto período de tiempo".
Biggins dice que las funerarias pueden hacer casi todo lo que hacen los organizadores de eventos. En su propia funeraria en Rockland, Massachusetts, Biggins se encargó de un servicio para Harry Ewell, un hombre que había sido vendedor de helados. El viejo camión de helados de Ewell dirigió la procesión fúnebre y repartió Popsicles al final. "Si lo llamas exageración, bueno, supongo que yo soy el culpable", dijo Biggins. "Pero nuestro negocio refleja la sociedad como un todo. Hoy, los consumidores quieren cosas personales, específicas de su estilo de vida, se trate de destacar una pasión por el golf o de celebrar la profunda dedicación de otros a los puntos o al encaje de aguja".
En los dos años desde que diseñara su primer servicio, David E. Monn dijo que ha descubierto la principal amenaza a un evento bien orquestado: los discursos largos. El negocio de Monn consiste en organizar eventos elegantes, como galas de museo o nueve funerales a petición de los amigos, incluyendo el de Henry A. Grunwald, el antiguo director de la revista Time, y A.M. Rosenthal, el antiguo director del New York Times. Los funerales, dijo, requieren mano firme.
"Tengo una queja favorita", dice. "No más de tres minutos. No importa lo mucho que hayas querido a alguien, pero después de oír a alguien hablar monótonamente durante cinco minutos, te sientes fastidiado. Se trata de momentos conmovedores. Ponerse sentimental no conmueve".
Monn dice que otro problema con los funerales es que la asistencia es imprevisible, especialmente aquellos abiertos al público. "Nunca sabes si vendrán 20 o dos mil", dijo. "El año pasado, hice un funeral para un joven, el 4 de julio. No se podía saber cuántos vendrían. Y, mira, se aparecieron mil quinientas personas. La iglesia estaba hasta los topes".
El tema de la organización de las sillas puede ser difícil, dijo. "La gente cree que su lugar en la vida, significa algo en el funeral de alguien", dijo. "Para mí, es asombroso, en realidad".
Lynn Isenberg, escritor y empresaria, no había oído hablar nunca de organizadores de funerales ni de consejeros cuando asistió a los funerales de su padre y hermano en 1998 y 1999. Pero las diferentes experiencias de los dos funerales le dieron la idea de una novela. La tituló ‘The Funeral Planner', y giraba sobre una joven que encontró un nicho haciendo ya sabes qué.
Isenberg está trabajando ahora en un piloto para la televisión basado en el libro, para el canal Lifetime, dijo, y firmó contrato para escribir dos novelas más usando el personaje del organizador de funerales.
A su vez, el libro le dio otra idea: empezar su propio negocio, Light Out Enterprises, en Venice Beach, California, que ayuda a la gente a planificar su propio funeral, con énfasis en el video de homenaje, al que llama una "biografía espiritual".
"No estoy diciendo que debamos abandonar el proceso de duelo, pero pienso, ¿por qué no tener un funeral donde puedas conocer realmente a una persona?", dijo.
Aunque la mayoría de los clientes quieren servicios simples, dijo, uno le pidió "una fiesta disco en la cima de su montaña favorita, con vistas de 360 grados", para recordar a sus amigos un período feliz de su vida juntos. "Y quería que vinieran todos vestidos con tenidas disco". Para un ex subastador, recomendó imprimir palabras selectas de los elogios en un hojas de la subasta, de modo que la gente pudiera alzarlas durante el servicio.
"Puedo ver el día en que nuestras celebridades tradicionales hagan apariciones en funerales para dar más realce al servicio", dijo.
Joshua Slocum, presidente de la Funeral Consumers Alliance (www.funerals.org), un grupo sin fines de lucro, dijo que aunque la gente tiene más opciones que nunca, a menudo terminan pagando más de lo necesario por cosas que no quieren o que podrían hacer ellos mismos. "Esto no es física nuclear", dice. "Es menos caro y más satisfactorio, si lo haces tú mismo antes que firmar un cheque para otros".
Agregó: "He visto algunos anuncios que ofrecen filmar en video los funerales. Recibimos diez mil llamados al año, y nadie dijo nunca que quería una cosa así".
Pero para algunos, como Jack Susser, un agente inmobiliario en Santa Mónica, California, la despedida también puede tener sus beneficios. Susser, que tiene 57 y es sano, contrató a Isenberg para hacer un video de homenaje, de modo que sus futuros nietos y biznietos pudieran saber de su vida de un modo en que él nunca conoció a sus abuelos. Isenberg hizo un video de 20 minutos titulado ‘Jack the Mensch", con un guión original, actores profesionales, animación y un presupuesto de 75 mil dólares.
"Al principio, pensaba que el título me hacía quedar bien", dijo Susser. Pero hacer el video le ayudó a apreciar su vida, dijo. Y como ex actor, vio un sorprendente lado positivo en el negocio de la muerte.
"Lo voy a usar no solamente en mi propia muerte, sino también en mi cumpleaños 60", dijo. "Quizás lo envíe también a los agentes, porque creo que es un buen trabajo. Está hecho por profesionales".
Christopher Mason contribuyó al reportaje de este artículo.
 
20 de agosto de 2006
©new york times
©traducción mQh
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