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carteles atacan a militares


[Ioan Grillo] Muchos mexicanos creen que la presencia militar he exacerbado la violencia.
Apatzingán, México. Los carteles mexicanos de la droga, armados con potentes armas e indignados por la campaña militar a nivel nacional, están respondiendo el golpe, matando a soldados en osados ataques diarios que amenazan a la única fuerza lo suficientemente fuerte como para enfrentarse con las bandas.
El diario derramamiento de sangre incluye una emboscada que mató a cinco soldados este mes, una cabeza cercenada que fue dejada con una nota frente a un cuartel militar el sábado y el asesinato el lunes de un alto funcionario de la inteligencia federal, que fue asesinado de un balazo en la cara en su coche frente a su oficina en Ciudad México.
Los mexicanos se sintieron particularmente consternados la semana pasada por imágenes de la televisión de niños de un kindergarten huyendo de su escuela durante una balacera entre narcotraficantes y soldados que duró casi dos horas en esta pequeña ciudad en el estado del presidente Felipe Calderón, Michoacán.
El implacable derramamiento de sangre ha obligado a Calderón a cambiar de estrategia a Calderón tras enviar a más de 24 mil agentes de la policía federal y soldados en diciembre a recuperar territorio, desde las montañas salpicadas de amapolas de Michoacán hasta el turístico puerto de Acapulco.
Ahora, para reforzar la masiva presencia de soldados y tanques en pequeñas ciudades, ha ordenado la creación una unidad militar de elite para operaciones especiales, que sea capaz de propinar golpes quirúrgicos al narcotráfico.
"No nos vamos a rendir", dijo el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. "Iremos en primer lugar a los estados donde hay más violencia".
El comercio en drogas es omnipotente en México. Los analistas calculan que aquí los carteles ganan entre diez y treinta billones de dólares vendiendo cocaína, heroína, marihuana y metanfetamina al mercado norteamericano, rivalizando con los ingresos de las exportaciones de petróleo y el turismo mexicanos. Las bandas también ganan billones con atracos, secuestros y la extorsión de empresas y de personas que quieren emigrar.
El gobierno de Calderón insiste en que la campaña represiva está funcionando -el gobierno ya ha detenido a más de mil pistoleros y ha quemado millones de dólares en plantas de marihuana. Los comerciantes están siendo extraditados a Estados Unidos más rápidamente que antes, y hace poco la policía hizo su mayor requisamiento de dinero sucio: 207 millones de dólares ordenadamente guardados en una mansión de Ciudad de México.
Funcionarios de la Agencia de Control de Narcóticos de Estados Unidos dicen que es demasiado pronto como para medir el éxito de la campaña. Los requisamientos en la frontera estadounidense indican que el flujo de narcóticos hacia el norte puede en realidad haber aumentado: en los últimos seis meses se ha requisado un veinte por ciento más de cocaína y 28 por ciento más de marihuana, en comparación con el mismo período del año pasado.
La violencia parece estar aumentando en México a nivel nacional. Los tres principales diarios del país calculan que los tiroteos, las decapitaciones y las ejecuciones se cobraron la vida de unas mil personas este año, en camino a superar la cuenta de dos mil del año pasado. El gobierno no cuenta los asesinatos relacionados con narcóticos, y un alto funcionario policial, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, se ha referido a las cifras de los diarios como la más fiable.
Este mes, el número de bajas de soldados y marinos ha sido el más alto para los militares en más de una década. Pero la violencia sólo muestra la desesperación de las bandas, dicen funcionarios.
El sábado, bandas de traficantes dejaron la cabeza de un mecánico de coches de 38 años, envuelta en una manta frente a una base militar en las cercanías de la ciudad portuaria de Veracruz, con una nota que decía: "Vamos a continuar, incluso con fuerzas federales aquí". Este espeluznante mensaje fue entregado poco después de que el gobierno dijera que estaba enviando tropas a la ciudad para responder a un ataque.
Muchos mexicanos incluso temen que el ejército sea superado.
"La guerra de Calderón contra las drogas ha sido una gran decepción para nosotros", dice Pedro Ortega, doctor de cabecera en Aguililla, una ciudad agrícola de Michoacán que está en el centro de la ruta del narcotráfico. "La realidad es que tenemos miedo de salir de casa, miedo de lo que le pueda pasar a nuestros hijos".
El nivel de aprobación de Calderón sigue siendo alto: 68 por ciento de acuerdo a una reciente encuesta de Ipsos-BIMSA. Pero el cuarenta por ciento responsabiliza a la presencia militar del aumento de la violencia, y un 36 por ciento cree que los traficantes están ganando, de acuerdo a una encuesta nacional de 1050 adultos, realizada entre el 26 de abril y el 1 de mayo, con un margen de error de 3.5 puntos.
Aguililla fue una de las primeras ciudades en recibir soldados. Caravanas de todoterrenos cruzaron sus calles, con helicópteros negros sobrevolando a baja altura sobre las casas y soldados en puestos de control registrando a los conductores a la búsqueda de armas. Pero los vecinos dicen que la presencia militar ha sido esporádica desde entonces, y que la mayor parte del tiempo no cuentan con protección contra los traficantes.
"Aquí no hay gobierno. Debemos rogar a Dios que vele por nosotros", dijo Soledad Lombera, 60, sollozando ante una cruz de velas en su casa, un altar que hizo días después de que su hijo Francisco Álvez fuera encontrado muerto y enterrado en un rancho cercano.
Como otras muchas ciudades en el corazón del territorio de las bandas, Aguililla es difícil de controlar estratégicamente, penetrable sólo por serpenteantes caminos donde un grupo de asaltantes emboscó y mató a once agentes de la policía del estado el año pasado. De noche, la enlosada plaza central es ocupada por matones armados que la recorren en todoterrenos y camionetas.
Los desconocidos no son bienvenidos. Un grupo de periodistas de diarios mexicanos que trataron de cubrir los asesinatos en Aguililla fueron detenidos por un banda de hombres armados con rifles automáticos, que les ordenaron marcharse, dijeron los periodistas, que pidieron que no se mencionaran sus nombres por temor a las represalias.
Desde octubre en México han sido asesinados siete periodistas, convirtiéndolo en el segundo lugar más peligroso del mundo, después de Iraq.
El alcalde de Aguililla, Miguel Ávila, dijo que la campaña represiva no funcionará si los mexicanos no encuentran mejores trabajos alternativos al cultivo y contrabando de drogas.
"Si no dejas que la gente gane dinero de una manera, tienes que ofrecerles otra", dijo Ávila. "La gente en Estados Unidos que compra estas drogas dan a la gente un gran incentivo para producirlas".

18 de mayo de 2007
14 de mayo de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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