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otros secretos de colonia dignidad


Los misterios no resueltos del enclave revelados por Klaus Schnellenkamp. Por primera vez, uno de los últimos jefes de la Villa Baviera e hijo de Kurt Schnellenkamp, brazo derecho de Paul Schäfer, habla de los secretos más oscuros de dicho lugar. Tráfico de armas y uso de tóxicos, los vínculos con traficantes y los dineros de la colonia. Secretos y más secretos.
[Luis Narváez] Chile. Lo único que detuvo el relato de tres horas que hacía Klaus Schnellenkamp (35) fue un recuerdo sombrío, el más triste de su vida y el que lo hizo despertar de una pesadilla en la que nació y de la que, a partir de ese momento, quiso despertar. Recordó a su padre, Kurt, mirándolo mientras una enfermera le inyectaba un tranquilizante. Poco tiempo después, cuando Klaus abrió los ojos, se encontró encerrado en una caja de madera, absolutamente en penumbras, sin oxígeno ni espacio para moverse.
"Mi padre me decía que si yo no obedecía las órdenes de Paul Schäfer, me enterrarían vivo en un ataúd para que me fuera con el demonio", relata. Después de herirse gravemente las manos intentando zafar de esa agonía, Klaus se desmayó. "Pensé que estaba muerto", dice, e interrumpe su relato, con su mano en la boca, los ojos brillosos y la mirada en el piso. Después de eso, sólo recuerda que alguien abrió la tapa y lo primero que se le apareció fue el "tío permanente", con su habitual sonrisa y su ojo de vidrio.
Klaus es el menor de los ocho hijos de Kurt Schnellenkamp, uno de los integrantes del círculo de hierro de Schäfer, actualmente procesado y condenado en primera instancia por su complicidad en abusos contra menores y violaciones de los derechos humanos. Por primera vez accede a hablar, luego que decidiera abandonar la Villa Baviera en 2005. Tras la captura de Paul Schäfer en Argentina, abandonó un alto cargo que ostentaba en la nueva organización del enclave alemán, en Parral, y se refugió en Munich.
Para él, todavía es difícil hablar libremente. "Esta gente es profesional en la venganza. Yo no les temo, pero quiero tener una vida tranquila. En la colonia sobrevivía todos los días, hoy puedo decir que recién he comenzado a vivir".
Munich es la capital de Baviera, un estado católico, conservador y el segundo más poblado de los que integran la actual Alemania. Entre las construcciones de la alta edad media ubicadas en la Marineplatz se levantan los más modernos edificios. Pero a unos nueve kilómetros de la Hauptbahnhof, la estación central, y tomando uno de los trenes suburbanos que cubren toda la urbe, se llega a un pequeño poblado, de unos mil habitantes. Caminando entre cuidados jardines y casas de dos pisos se llega a la cuadra donde Klaus eligió hacer su nueva vida. "Es un lugar tranquilo, alejado del ruido de la ciudad y me queda cerca de donde actualmente trabajo", cuenta.

Atrocidades sin Castigo
Vive en un departamento interior, de un ambiente, sin toques de modernidad. Un sofá estilo francés, una cama de plaza y media, un escritorio y una mesa de vidrio. Hay un tocadiscos ("me lo regaló mi jefe, suena muy bien", explica) y una pequeña colección de discos, que sólo incluye música bávara y un famoso cantante alemán de los setenta.
Es un hombre quitado de bulla, que parece disfrutar cada momento y cada cosa que pasa frente a sus ojos. En un pequeño paseo por el barrio muestra cada planta y cada árbol como si fuera un espectáculo único. Y en el supermercado goza con cada producto que encuentra en las góndolas, ahora que se siente libre para elegir. La cena consiste en hering un típico pescado del mar del Norte , con unas papas medio dulces, pepinillos y huevo duro en salsa blanca, todo frío. "Comida típica alemana, muy buena, me gusta; ahora puedo comer todo lo que quiero, ya no tengo que pelear por un pedazo de pan o por una porción más de arroz", explica con una tremenda y casi infantil carcajada.
Klaus Schnellenkamp se decidió a hablar con LND y por primera vez a un medio chileno. No es cualquier ex-colono. Al hecho de ser hijo de "don Kurt", como se refiere a su padre, se suma que, desde la fuga de Schäfer, cuando él tenía 25 años, comenzó a ocupar cargos de relevancia en el enclave, apenas por debajo de los otros jerarcas que se pelearon el poder de la colonia tras la decisión de que el creador y líder de ésta debía huir de Chile.
Desde esa posición pudo conocer y, a veces, practicar parte del poder que ese grupo ejerció, incluso después de la intervención de la justicia, en 2002.
Este joven nacido en 1972, en Villa Baviera, fue testigo de hechos que nunca se contaron, que nunca se declararon y que aún no se han investigado. "Respecto al tema de las armas dijeron: ya encontramos unas pocas y las destruimos, y eso es todo. Pero la verdad es que eso no es todo, no se ha investigado nada respecto a las otras armas que pasaron por la colonia, el tráfico y los dineros", explica.
Schnellenkamp se pregunta por qué después de tantos años, aun cuando se conocen las atrocidades cometidas en su interior, algunos delitos siguen en la impunidad y nadie hace nada. En el pasado, recuerda, y aun conociéndose internacionalmente los abusos, "ningún gobierno hizo nada por los cientos de niños abusados por los propios colonos. Muchos de quienes estuvieron en la Colonia Dignidad murieron de cáncer. Otros actualmente padecen esa enfermedad. Y yo me pregunto: ¿cómo personas que no fuman, no toman alcohol y tienen una alimentación sana mueren así de esa forma?".
El joven tiene antecedentes acerca del uso de químicos y elementos tóxicos como el Abustox en algunas faenas agrícolas del lugar, y sobre la contaminación del agua que por años obtuvieron de un pozo. La misma que se utilizaba en la producción de algunos de los productos que vende el concurrido casino familiar ubicado en la localidad de Bulnes.
Dice que en la Colonia Dignidad se experimentó con químicos en un laboratorio que tenía el doctor Harmut Hopp, y que los contenedores con sustancias tóxicas que descubrió la justicia eran sólo una muestra del stock que realmente se depositó en ese lugar, y que aún permanece oculto. Pero no sólo se ocultan químicos, sino sustancias todavía más peligrosas y nocivas.
¿Dónde? Klaus explica: "La verdad es que existieron dos colonias; una es la que todos conocieron, la pederasta, la de las violaciones de los derechos humanos, la de algunos búnkeres. Pero existe otra, ubicada más cerca de la cordillera, donde se hicieron muchas otras cosas y donde nadie ha querido investigar".
Todos los antecedentes que Schnellenkamp entrega a LND concuerdan con los que han aportado algunos testigos que pasaron por Villa Baviera, y explican hechos ocurridos durante los 50 años que funcionó el lugar.

Tráfico de Armas
Una de las principales revelaciones que hizo Klaus Schnellenkamp es que Carlos Honzik, vendedor de armas y el mismo gestor del controvertido negocio en el que Chile compró 25 aviones Mirage 5 a Bélgica, en 1994, era un íntimo colaborador de Paul Schäfer y amigo personal de Kurt Schnellenkamp. Pero Honzik, quien falleció en 2003, no usaba su nombre real en los tratos con los jerarcas del enclave. "El Honzik que se menciona era Carlos Seibel, que iba muy seguido, hablaba todo en alemán y era socio con Gerhard Mertins".
Este último es un traficante de armas que realizó negocios ilegales de armamento en todo el mundo desde la década de los cincuenta hasta su muerte, en 1993. Ex oficial del Ejército alemán que luchó en la Segunda Guerra Mundial, Mertins, según señala Schnellenkamp, era socio de la colonia en algunos de sus negocios, aunque tenía su centro de operaciones en México. De ese país, sin embargo, debió huir en 1984, luego de que se lo vinculara al asesinato del periodista Manuel Buendía. Según el joven, fue entonces cuando Honzik se hizo cargo de los negocios de Mertins en México, y su propio padre viajó varias veces hasta ese país para reunirse con él.
Según los antecedentes a los que LND tuvo acceso en Alemania, Mertins aparece en documentos oficiales del Gobierno de ese país desclasificados para algunos organismos humanitarios como un agente del Servicio de Inteligencia Alemán (BND) que informaba acerca de las actividades que realizaba en distintos lugares del mundo.
Honzik, en tanto, visitó la colonia varias veces después de la muerte de Mertins, e incluso gestionó que ese enclave produjeran algunas de las piezas necesarias para armar en Chile los carros Mowag, después de que Famae consiguiera la licencia para construirlos.
El hijo de Kurt Schnellenkamp agrega también que el Gobierno alemán colaboró con la dictadura militar chilena en la propuesta de proyectos para desarrollar la energía nuclear, aparentemente, con fines pacíficos. No obstante, otro documento, desclasificado recientemente por el investigador Friedrich Paul Heller (autor del libro "Pantalones de cuero, moños y gas venenoso: el trasfondo de Colonia Dignidad"), da cuenta del registro de las gestiones realizadas por enviados del régimen militar, altos oficiales del Ejército y representantes de la Colonia Dignidad, invitados por la Comisión de Energía Atómica.
Hasta donde se sabe, ninguno de estos datos está consignado en la investigación del ministro Jorge Zepeda, cerrada hace ya varias semanas. Sólo una orden de la Corte de Apelaciones de Santiago permitió que Zepeda realizara algunas diligencias, pero dos semanas más tarde volvió a cerrar el sumario.

Platas Negras
Tampoco el tribunal ha investigado los fondos que manejaba la colonia. Según Schnellenkamp, se trata de cifras enormes, en buena parte de origen ilícito, y agrega que las ganancias obtenidas en el extranjero tampoco fueron declaradas en Chile, lo que al menos significa una irregularidad tributaria.

¿Como se enteró usted de las actividades ilícitas de la Colonia Dignidad?
Porque no soy tonto. No fui testigo presencial, pero hay muchos documentos que redactó Hans Jürgen Blank, el jefe jurídico de la colonia, como escrito de defensa de todas esas acusaciones. Y en esos documentos yo leí muchas informaciones respecto a eso. Por ejemplo, que se pagaron 27 mil dólares por matar a personas que eran prisioneros políticos.

¿Cómo se puede probar eso?
Yo vi un documento de Schäfer, que había sido escrito junto con Blank, que se murió de cáncer, y había una nota al lado del papel que decía que había que acumular más datos para desmentir esa acusación, refiriéndose al pago de los 27 mil dólares.

¿Cuándo supo eso?
Poco después de que terminaron los allanamientos en la colonia, que duraron 40 días. Fue cuando encontraron una puerta. Schäfer, en ese tiempo, ya estaba en Buenos Aires.

¿Hay testigos de que se haya pagado ese dinero?
Yo conversé con Blank, después de leer la nota al lado del papel, porque él había escrito que debemos acumular más argumentos para desmentir esa acusación. Dijo que todo eso eran mentiras diabólicas. Entonces le dije: "Señor Blank, tres años atrás dijo que eso de que Schäfer abusaba [de niños] eran todas mentiras diabólicas. ¿Ahora también son mentiras que recibió 27 mil dólares?". Entonces me dijo que eran cosas que no tenían nada que ver con lo hecho con el Schäfer pederasta. Y le respondí que por qué todo el mundo estaba aceptando eso desde hace muchas décadas, sabiendo que Schäfer abusaba de los niños.

¿Por qué cree que nadie ha hecho algo, pese a los abusos y los crímenes?
Le diré lo mismo que le dije a Blank en ese momento. Siempre ha habido dos Colonias Dignidad: una es la colonia pedófila, la de la secta. Y la otra es la colonia denominada prostituta política a alto nivel.

Y esa segunda colonia, ¿a qué se dedicaba?
Hay un negocio internacional ilegal con armas sofisticadas que el señor Gerhard Mertins transfería por vías muy ocultas al Medio Oriente, y también a través de las sucursales que tenía en la colonia y en México. Sobre los 27 mil dólares, le puedo decir que tuve tres discusiones fuertes con Blank, en el tiempo que [Erwin] Fege y [Brigitte] Malessa se fugaron e hicieron un chantaje a la colonia [1998]. Pidieron mucho dinero para guardar silencio. Hubo una discusión ante toda la colonia y Hopp dijo que era un chantaje. Yo pregunté con qué nos estaban chantajeando. Todos me retaban y decían que yo era un obsesivo del diablo. Pero insistí: ¿por qué le pagan cientos de millones a los fugados para que callen? ¿Sobre qué había que guardar silencio: sobre las mentiras diabólicas, sobre la puerta encontrada por la policía, los negocios ilegales que practicaba mi padre con Mertins o con Carlos Seibel, mejor dicho Honzik, o sobre la contaminación que está debajo de la tierra de la colonia?

¿De qué contaminación habla?
Aquí estamos contaminando una gran parte del campo chileno, es un peligro público para la gente que no sabe. Estamos vendiendo nuestros productos en el casino familiar en Bulnes. ¿Quién dice que esta agua no está contaminada de ciertos químicos? Poco a poco se estaba matando a gente. En la colonia, una buena mayoría de personas han muerto de cáncer. En un predio donde nadie fuma, donde nadie bebe porque es un pecado, donde no hay contaminación industrial. ¿Por qué en este mundo sano toda la gente muere de cáncer? En 1985 había un caballero con un contador Geiger, y hasta hoy no se sabe nada de él.

¿Se refiere a Boris Wesfeiler?
Sí, a él le habían encargado registrar con el contador si había radiactividad cerca de la colonia.

¿Qué sentido podía tener contaminar, si todos los trabajadores y colonos viven ahí mismo?
En la colonia hay otros tóxicos. Por ejemplo, en la agricultura se aplicó durante décadas el Abustox, por toneladas. Ese Abustox era una sustancia que el Ejército estadounidense diseminó durante la guerra de Vietnam para matar los bosques. Otra cosa es que el agua del pozo, la misma con que se fabrican los productos del casino [de Bulnes], está contaminada con muchas cosas, y debería ser inmediatamente prohibida por los servicios de salud. Porque los productos que venden allá se producen en Villa Baviera misma.

¿Conoció a Carlos Honzik?
Sí. Él era Carlos Seibel, amigo de mi padre.

¿Por qué iba a la colonia?
Era un negociante de armas para la colonia. Yo he leído en los documentos de Blank sobre un negocio en que [Franz Josef] Strauss, el ex primer ministro de Baviera, vendió aviones que fueron adaptados con un mecanismo para hacer caer bombas, que fue vendido finalmente a Irán. Strauss recibió una provisión de esta venta de 100 millones de marcos alemanes, y la colonia apoyó a Strauss en esto. A través de este negocio había una conexión con la CSU [Unión Social Cristiana], el partido acá en Alemania. Strauss vendió aviones a Pinochet, apoyado por la colonia. Pinochet encargó a Fernando Matthei vender estos aviones F-5 a Irán, pero con esta nueva opción que construyeron posteriormente para transportar cluster bomb [bombas de racimo]. Uno de estos aviones cayó y allí estaba el segundo hombre de la Fuerza Aérea de Irán, el señor Mohamed Husseini, que quedó con heridas graves, y es un negocio que tuvo grandes dimensiones. Y justo en el año de la muerte de Strauss cambió su nombre de Colonia Dignidad a Villa Baviera.

¿Pero eso no ocurrió por la cancelación de la personalidad jurídica?
Por la cancelación de aquello, la benefactora creó las sociedades Abratec, Cerro Florido, Transportes Esperanza, Empresas Perquilauquén, la Empresa Rarinco, Prodal. Inicialmente eran empresas de fachada. Abratec debía ser filial de Abracor, una empresa que fabrica electrodos en Bélgica. Pero fueron detenidos. Carlos Seibel apoyó mucho.

¿Vio alguna vez a Seibel en persona?
Sí, todo el mundo lo vio. Debíamos cantar cuando iban. También lo hicimos con Walter Rauff, Fiedrich Heim, súper nazis que visitaron la colonia, pero nunca supimos en ese momento quiénes eran. Pero posteriormente, leyendo los documentos de Blank, ahí supe.

¿Sólo Seibel participaba de los negocios de armas?
Los aviones originalmente vinieron de Estados Unidos, así como los carros Mowag y los fusiles SiG [que la Colonia fabricó]. Los Mowag, de Suiza; eso tiene que ver con Seibel. Éste también tenía que ver con los negocios de México; después de que expulsaron a Mertins, su sucesor fue Carlos Honzik.

¿Hay algo más que no se haya investigado a fondo?
En 1998 hubo muchos allanamientos en la Colonia Dignidad. Durante 40 días estuvieron allá. Después se retiraron. ¿Tú crees que buscaron a Schäfer durante 40 días? La policía chilena no es tonta. Estaban buscando búnkeres y encontraron una puerta de mucho grosor que intentaron abrir. Uno de los jefes policiales quiso abrir esa puerta.

¿Quiénes estuvieron ahí?
Investigaciones y Carabineros. Uno quiso abrirla y el jefe de Carabineros dijo que iban ocurrir dos cosas: o todos morirían en el momento o todos perderían sus trabajos y sus carreras. Y hasta hoy esta puerta sigue cerrada.

23 de junio de 2008
©la nación
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