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lo llaman capitán nemo


Las autoridades dicen que Enrique Portocarrero es un imaginativo creador de submarinos furtivos, llamados semi-sumergibles, utilizados por traficantes de cocaína para eludir su detección.
[Chris Kraul] Tumaco, Colombia. Rechoncho, de cuello grueso y aspecto huraño, Enrique Portocarrero no se parece en nada a los elegantes personajes de las novelas de ciencia ficción de Julio Verne.
Pero funcionarios policiales lo han apodado aquí ‘Capitán Nemo’, por el siniestro genio de ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’. Dicen que el hombre de 45 años ha diseñado y construido hasta veinte submarinos de fibra de cristal, extrañas embarcaciones con aspecto de criaturas del mar, para que los traficantes de drogas transporten cocaína desde esta zona del sur de Colombia hasta América Central y México.
Redondeando una investigación de tres años realizada por agentes antinarcóticos estadounidenses y británicos, el equivalente colombiano del FBI, el Departamento de Seguridad Administrativa, arrestaron a Portocarrero el mes pasado en la violenta ciudad portuaria de Buenaventura donde se dice que llevaba una doble vida como pescador de camarones.
Un día después allanaron el ‘astillero’ clandestino de Portocarrero en un pantano de mangle a unos treinta y dos kilómetros al sur de aquí y destruyeron dos de los buques, que según la policía tenían una tara de ocho toneladas de cargo.
"Tenía una maravillosa visión criminal", dijo el capitán de marina colombiano Luis Germán Borrero. "Introdujo innovaciones,  como una proa que produce muy poca estela, una torreta que se eleva a sólo un pie sobre el nivel del agua y un sistema de válvulas que permite que la tripulación sumerja el submarino en apenas diez minutos. Es muy creativo".
Las autoridades dicen que saben poco sobre Portocarrero, excepto que fue detenido en 2003 por cargos de narcotráfico y liberado al poco tiempo, un hecho que contó con una sonrisita cuando fue capturado el mes pasado. Más importante, trabajó en el pasado en un dique seco en Buenaventura, donde aparentemente aprendió su oficio.
Portocarrero vivía bien. La policía, que informó que había encontrado doscientos mil dólares escondidos en una llanta de repuesto, dijo que había invertido sus ganancias de un millón de dólares en la compra de cinco lanchas camaroneras.
Funcionarios de Seguridad Administrativa dicen que Portocarrero ayudó a inventar los ‘semi-sumergibles’, como se llama a los navíos de los narcos, porque no se sumergen y vuelven a la superficie como los verdaderos submarinos, sino que navegan justo debajo de la superficie.
Para los funcionarios de antinarcóticos, las naves de Portocarrero son difíciles de detectar en mar abierto debido a que su pequeña estela crea una ‘huella’ de radar desdeñable. Además, dicen las autoridades, los gases son soltados por tuberías debajo de la superficie, lo que elude a los equipos sensores de calor de los aviones policiales.
"Conocía los rudimentos del diseño de navíos, pero probablemente contó con la ayuda de algún ingeniero náutico", dijo Borrero.
Portocarrero desarrolló un diseño propio, dice la policía: un casco liso en forma de V; una quilla sólida, que es la espina dorsal de la nave; y un sistema de tuberías que hace que la nave se vea como un monstruo marino.
Ha habido un salto cuántico en la detección y captura de semi-sumergibles en los últimos dos años. Este año se han requisado, destruido o hundido en el Pacífico y el Caribe quince naves, en comparación con sólo una en 2006, dijo el contralmirante Joseph Nimmich, director del Comando Conjunto Sur [Joint Interagency Task Force South], el centro de antinarcóticos del Pentágono, en Key West, Florida.
Calculó que hasta sesenta navíos han eludido a las patrullas para entregar cocaína en México y América Central. Agentes colombianos dicen que Portocarrero puede haber estado a cargo de la construcción de casi un tercio de los submarinos de este año.
La tendencia preocupa a funcionarios de seguridad estadounidenses debido al potencial de las embarcaciones para el transporte de armas y terroristas.
"Si no pueden ganar dinero transportando drogas, siempre pueden dedicarse a otra cosa, como el transporte de cargos ilegales", dijo Nimmich.
El mes pasado un congreso sobre el tema en la ciudad colombiana de Cartagena contó con la asistencia de autoridades de veintiséis países, incluyendo a Venezuela, que ha puesto fin a su colaboración con agentes antinarcóticos norteamericanos.
Se trata del más reciente episodio de este juego entre el gato y el ratón entre los narcotraficantes y los funcionarios antinarcóticos. Las autoridades creen que los mayores controles de los pesqueros colombianos y ecuatorianos, a menudo utilizados en el transporte de drogas, fueron un factor que influyó en el giro hacia los submarinos. Desde mediados de 2007, todas las lanchas pesqueras de la región han sido obligadas a llevar dispositivos GPS de modo que la policía pueda trazar sus movimientos.
La armada y policía colombianas también dicen que las lanchas motoras llamadas Midnight Express, proporcionadas por Estados Unidos, han mejorado sus posibilidades de perseguir a las lanchas con motores fuera de borda, que eran antes el modo de transporte preferido.
"La velocidad ya no estaba ganando", dijo un alto funcionario de la Administración Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA), estacionado en Colombia, que observó el "aumento exponencial"en el uso de embarcaciones semi-sumergibles en los últimos años. Habló a condición de conservar el anonimato debido a medidas de seguridad.
La policía dice que varios narcotraficantes, con la intención de recuperar la ventaja, se reunieron para combinar sus cargos y comprar los navíos de Portocarrero, que demoraba unos seis meses en construir cada uno, dijo un informante que llevó a los funcionarios de la guardia costera colombiana al astillero de Portocarrero en el pantano de mangle. Cada navío era diseñado de acuerdo a la carga de drogas, dijo el informante, con un máximo de diez toneladas de cocaína, por un valor de 250 millones de dólares a precio de calle.
Los navíos de Portocarrero medían hasta dieciocho metros de largo y estaban equipados con complejos sistemas de lastre, comunicaciones y electrónico, dijeron los funcionarios. Normalmente poseían máquinas diesel de 350 caballos de fuerza, y las tripulaciones de cuatro hombres contaban con comunicaciones radiales, GPS y de teléfono satelital de vanguardia.
Los submarinos tienen un rango de tres mil doscientos kilómetros, más que suficiente para llegar desde aquí hasta la Bahía de Tehuantepec, en México, un destino favorito, dijo Borrero.
Aunque los submarinos ponen a prueba la capacidad de los funcionarios antinarcóticos, funcionarios de la DEA dicen que están obteniendo mejores resultados en su detección de los submarinos, gracias a los sistemas computarizados de los aviones patrulleros británicos.
La policía también ha contado con una ley aprobada en octubre por el Congreso estadounidense que hace posible condenar a la tripulación de un navío sobre la base de evidencias visuales de que estaban tripulando los submarinos. Antes, las tripulaciones eludían la persecución judicial simplemente hundiendo la nave y deshaciéndose de las drogas, privando a los agentes de policía de las evidencias que necesitaban.
Las autoridades colombianas dicen que esperan que Portocarrero sea extraditado a Estados Unidos, aunque este país todavía no presenta cargos contra él.
Algunos funcionarios temen que sólo sea una cuestión de tiempo antes de que los narcotraficantes den el siguiente paso "lógico": el uso de submarinos de verdad. Aunque no se han detectado nunca a submarinos con cocaína, las autoridades descubrieron uno cerca de Bogotá en 1995, que estaba siendo construido con planos rusos.
"A medida que aumentan las capturas de semi-sumergibles, como viene ocurriendo, los narcotraficantes volverán a las lanchas rápidas con motores fuera de borda, o darán el siguiente paso: un navío completamente sumergible, sin tripulación, manejados por control remoto", dijo el funcionario de la DEA. "Esto último preocupa a muchas más agencias que sólo la DEA".

7 de febrero de 2009
14 de diciembre de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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