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los aprietos de pelosi


Las cambiantes versiones de la presidente de la Cámara sobre las sesiones informativas del gobierno de Bush sobre las torturas plantean más preguntas que las que responden. Editorial de Los Angeles Times.
Los republicanos no caben en sí de regocijo con las explicaciones cada vez más defensivas de la presidente de la Cámara, Nancy Pelosi, sobre cuándo se enteró de las torturas que cometían los interrogadores de la CIA. Pero no tienes que ser de algún partido para reconocer que la posible aquiescencia de los demócratas para la aplicación del submarino y otros métodos crueles debería ser investigada.
Pelosi ha insistido durante largo tiempo, en su papel en el Comité de Inteligencia del Senado, que en la sesión informativa de septiembre de 2002 sólo se le dijo que algunas técnicas extremas, como el submarino, habían sido consideradas legales y que el gobierno podría usarlas en el futuro. Repitió esa versión en una rueda de prensa el jueves, pero esta vez agregó que uno de sus asesores le contó más tarde, en febrero de 2003, que en realidad esos métodos habían sido utilizados.
En la rueda de prensa, Pelosi también acusó a la CIA de mentirle durante la sesión informativa original, lo que fue desmentido por el director de la CIA, Leon E. Panetta.
Disfrutando de los aprietos de Peloi, el líder de la minoría en la Cámara, John A. Boehner (republicano de Ohio) dijo que "la presidente ha contado demasiadas historias sobre lo mismo". La acusación de que Pelosi sabía que se estaba aplicando el submarino, pero no hizo nada para impedirlo, encaja con la versión republicana de que inicialmente los demócratas aceptaron lo que hoy dicen que es tortura.
Pero lo que está en juego aquí va más allá de los partidos. Lo que sabía Pelosi -y lo que hizo sobre ello- sí importa. En 2007, Porter J. Goss, ex presidente del comité de inteligencia que fue más tarde nombrado para dirigir la CIA por el presidente George W. Bush, dijo al Washington Post que "existía un completo conocimiento de lo que estaba haciendo la CIA" entre miembros importantes del Congreso. "Y la reacción en la sala no era solamente de aprobación, sino también de ánimo".
Esto es importante porque, si es verdad, sugiere hipocresía de parte de demócratas como Pelosi que han criticado severamente el submarino como método de tortura. Y hace surgir serias dudas sobre el papel de control del Congreso. Si Pelosi y otros fueron en realidad informados plenamente sobre esas prácticas, ¿por qué no hicieron lo que debían hacer para impedirlas? Incluso si no hacía públicas sus críticas, ¿por qué no expresó su desacuerdo en términos más inequívocos?
Hemos sostenido que el papel del Congreso en las torturas debería ser investigado por una comisión independiente formada sobre el modelo de la Comisión del 11 de Septiembre. La comisión debería examinar también la génesis de la política de interrogatorios, los artilugios de su justificación jurídica y, finalmente, si hay algo de verdad en la frenética insistencia del ex vicepresidente Dick Cheney de que el submarino y otros métodos similares salvaron "quizás a cientos de miles" de personas. Por más que el presidente Obama haya querido ir más allá de lo que llamó un capítulo oscuro y doloroso, todavía quedan muchas preguntas sin responder.

19 de mayo de 2009
©los angeles times 
cc traducción mQh
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