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problemas con el acento latino


El acento puede entorpecer la carrera de los maestros.
[Marc Lacey] Phoenix, Estados Unidos. Cuando Guadalupe V. Aguayo se lleva la mano al corazón en un rincón de su aula y dirige a sus alumnos de segundo básico en la Jura de la Bandera, pronuncia algunas de las palabras -como "pledge", "republic" e "indivisible"- con un claro acento.
Guadalupe V. Aguayo, maestra de Phoenix, entabló una demanda después de ser advertida que su acento no le permitía enseñar inglés a los alumnos.
Cuando pide a sus estudiantes -en su mayoría latinos- que terminen el desayuno, se sienten y preparen los deberes o escriban con mayúscula la primera letra de una frase, se puede oír ese mismo acento.
La señora Aguayo es una veterana maestra de la Escuela Básica Pública Creighton en Phoenix central y también una inmigrante del norte de México que aprendió inglés siendo adulta y lo enseña como segundo idioma. Confrontada sobre su acento por el director de su escuela hace algunos años, Aguayo se inscribió en un curso de actuación en la universidad, consultó con un logopeda y con un especialista en reducción de acentos, pero ninguno de ellos cambió su pronunciación.
Sin embargo, mientras Aguayo se esforzaba, algo había cambiado. Arizona, después de casi una década de enviar inspectores a las aulas escolares en todo el estado para controlar la articulación de los maestros, cambió hace poco radicalmente de política. Una investigación federal sobre posibles violaciones a los derechos civiles llevó al estado a cancelar su policía lingüística.
"Que yo sepa, no existen políticas similares en otros estados", dijo en una entrevista Russlynn H. Ali, subsecretario federal de Educación para derechos civiles. Dijo que era una "buena noticia" que Arizona haya modificado su política.
Silverio García Jr., del Centro de Derechos Civiles del área de Phoenix, fue el que presionó sobre el tema del acento para impugnar la discriminación. En mayo de 2010 presentó una demanda colectiva al departamento federal de Educación reclamando que los maestros habían sido transferidos injustamente, negando a los alumnos que se educaran con esos maestros. El ministerio de Justicia se unió a la investigación, pero los investigadores federales archivaron la demanda de García en agosto pasado después de que el estado empezara a modificar su política.
"Aquí había una cultura diciéndole a otra que no hablaba correctamente", dijo García.
El estado dice que sus revisiones de maestros estaban en conformidad con la ley federal adoptada hace diez años No Child Left Behind Act, que exige que sólo instructores que hablen el inglés fluidamente pueden enseñar a alumnos que están aprendiendo inglés. Funcionarios de educación del estado dicen que los acentos no fueron nunca el centro de sus inspecciones.
"Lo que buscábamos era patrones reiterados de mal uso del lenguaje o mala pronunciación del idioma", dijo Andrew LeFevre, portavoz del departamento de Educación del estado. "Es muy importante que los maestros sean modelos cuando se trata del lenguaje."
Pero la revisión federal constató que el estado había amonestado a maestros por pronunciar ‘the’ como ‘da’, ‘another’ como ‘anuder’ y ‘lives here’ como ‘leeves here.’
Los maestros que tenían acentos muy pronunciados no fueron despedidos, pero sus distritos escolares debieron trabajar con ellos para mejorar su habla. Ese fue el caso incluso cuando los funcionarios escolares locales ya habían evaluado a los maestros como fluyentes en inglés.
"Es una forma de discriminación", dijo Araceli Martínez-Olguín, abogado del
Legal Aid Society-Employment Law Center de San Francisco, que representa a Aguayo en una demanda por discriminación. "La gente oye un acento y cree que significa algo."
John Huppenthal, superintendente de educación pública, ha enviado mensajes contradictorios sobre la posición del estado en el tema de los acentos. En un reciente artículo en The Arizona Republic, dijo que pediría permiso a la Legislatura para que el estado pueda supervisar la fluidez de los maestros en inglés.
Pero el portavoz de Huppenthal, LeFevre, dijo la semana pasada que Huppenthal había hecho esos comentarios antes de que tuviera toda la información sobre el asunto y que no tenía intención de proseguir la materia con los legisladores en la próxima sesión legislativa.
La Escuela Básica Pública Creighton, donde cerca de una docena de maestros llamaron la atención de los inspectores del estado, trajo el año pasado, desde Canadá, a un especialista en reducción de acentos, Andy Krieger.
Krieger, que ha enseñado a actores, ejecutivos de empresas y otros en todo el mundo a hablar el inglés estadounidense correctamente, dijo que algunos de los maestros tenían lo que él consideraba acentos pesados.
"No creo que haya habido uno que no necesitara ayuda", dijo. "Si diez es realmente malo, algunos no pasaron de siete u ocho, y algunos recibieron un diez."
De las varias decenas de maestros que siguieron su curso, dijo, cinco o seis hicieron notables progresos. Pero sólo un profesor, dijo, aceptó su ofrecimiento de seguir más tarde en Skype.
"Muchos de estos maestros son buenos profesores y poseen otras grandes cualidades", dijo Susan Lugo, directora de recursos humanos en el distrito Creighton, donde el95 por ciento de los estudiantes son miembros de minorías y un tercio de los alumnos no tienen al inglés como lengua materna.
Lugo se negó a hacer comentarios sobre el caso de Aguayo.
Fue el director de Aguayo, y no los inspectores del estado, el que primero cuestionó su acento y sugirió que se incorporara al curso de Krieger, dijo Aguayo. Debido a que le dijeron que el programa del estado le prohibía enseñar a alumnos que estaban aprendiendo inglés, presentó una queja ante la Comisión Igualdad de Oportunidades de Empleo (Equal Employment Opportunity Commission.)
"Tengo las mismas credenciales que todo el mundo, y no creo que sea justo que se me haya señalado a mí", dijo Aguayo, agregando que su escuela tenía profesores con una variedad de acentos estadounidenses regionales. "Yo sé que hablo con acento. Es muy difícil superarlo. Creo que siempre hablaré así."
Arizona aprobó en un plebiscito en el 2000 limitar la enseñanza escolar al inglés. Antes de eso, el estado contrataba a cientos de maestros de América Latina para que enseñaran a niños de origen hispano en su lengua nativa.
Cuando se trata del problema de los acentos, no hay unanimidad.
"Los niños deben concentrarse en la materia, no en tratar de traducir lo que dice el maestro", dijo Bryan Miller, estudiante de la Universidad de Arizona que estudió la secundaria en Tucson.
"Si un niño está aprendiendo, son productivos y entienden bien lo que dice un profesor con un pesado acento, ¿por qué debería importar?", contraatacó Kimberly Lujan, contable de Peoria, un suburbio de Phoenix.
Con una creciente población de estudiantes de habla hispana, los funcionarios de la educación estadual de Arizona han impulsado una variedad de políticas que han llamado la atención de los funcionarios federales de los derechos civiles.
El método del estado para decidir qué estudiantes califican para la enseñanza especial de inglés, su separación de los estudiantes que aprenden inglés de otros estudiantes y su examen para determinar si los estudiantes han alcanzado un nivel de competencia han sido todos investigados por el departamento federal de Educación el año pasado.
Como hizo con el problema del acento, el estado aceptó modificar sus procedimientos para decidir quién necesita enseñanza especializada en inglés. El cambio podría dar derecho a una enseñanza especializada del inglés a más de diez mil niños adicionales, dicen funcionarios federales.
El sistema del estado para enseñar a estudiantes con limitaciones en inglés también está siendo investigado, y los investigadores federales están revisando cómo separa el estado a los que son nuevos para enseñarles inglés durante cuatro horas al día. Críticos como García argumentan que esos estudiantes nunca estarán al mismo nivel que sus compañeros y se les niega la oportunidad de aprender inglés de sus compañeros anglohablantes.
"Estamos realmente en medio de la investigación", dijo Ali, del departamento federal de Educación.
[Salvador Rodríguez contribuyó al reportaje.]
3 de octubre de 2011
24 de septiembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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