socialismo de libre mercado
[Monte Reel] Pragmático chileno adopta diferente versión del socialismo. Popular presidente combina la economía de libre mercado con programa de bienestar social.
Coquimbo, Chile. Caminando por un camino de tierra en esta norteña ciudad costera la semana pasada, el presidente Lagos fue acompañado por una pequeña orquesta encaramada a una plataforma de madera terciada. Al doblar la esquina, se encontró con otro conjunto de violoncelistas y violinistas, tocando lo suficientemente alto como para superar al primero.
Al día siguiente, Lagos paró en la ciudad de La Serena, donde visitó una escuela experimental de música que lleva el nombre de un profesor asesinado durante el golpe militar de 1973. Mientras las imágenes proyectadas del hombre pestañeaban en la pared, una banda de estudiantes se encargaba de la melancólica banda sonora. Minutos después, otra orquesta estudiantil rompía a tocar el tema de La guerra de las galaxias'.
Todo era un teatro político, como las multitudes ondeando banderas y la gigantesca tarta que saludó a Lagos en su gira de dos días para celebrar el quinto aniversario y último año de su presidencia. Pero era fácil que aumentara el entusiasmo, a juzgar por los sondeos de opinión que muestran que Lagos cuenta con la aprobación de casi un 60 por ciento -una curva ascendente virtualmente sin par entre presidentes de la región.
Para Lagos, esa música es la materia del legado.
"Ahora tenemos más de 160 orquestas en Chile", dijo a los estudiantes de la escuela estatal, "en comparación con las 10 que había al final de la dictadura de 15 años".
Aunque Lagos, 67, es el primer presidente socialistas de Chile después de que Salvador Allende fuera derrocado por las fuerzas armadas hace 32 años, su mandato se ha caracterizado por un realista pragmatismo. Como economista, sus discursos están más salpicados de estadísticas que de frases llamativas, y sus opiniones son totalmente diferentes a las posturas populistas, a veces anti-norteamericanas, que están siendo revividas por una nueva generación de políticos latinoamericanos.
"Si tienes una democracia llena de demagogos, a largo plazo será imposible satisfacer las expectativas de la gente", dijo Lagos en una entrevista durante su gira. "Y cuando tienes gente descontenta, se puede esperar cualquier resultado, pero lo más probable es que no sea un resultado democrático".
Al principio, Lagos era visto como el heredero natural de Allende, y su gobierno estaba cargado de símbolos políticos. Después de su segunda victoria electoral en 2000, alborozadas multitudes marcharon a través de Santiago, pidiendo castigos merecidos: acciones judiciales contra el ex dictador, el general Augusto Pinochet por violaciones de derechos humanos, y la reinstalación de los principios políticos de Allende.
La primera demanda ha sido satisfecha. Pinochet, 89, ha sido procesado, devuelto a la fuerza a Chile desde su exilio en Londres y acusado de varios cargos de asesinato y tortura; incluso si no termina en la cárcel, es probable que muera en la ignominia. Algunos de sus antiguos jefes militares están tras las rejas, y se ha publicado un extenso informe que documenta miles de casos de abusos militares.
Pero la versión del socialismo de Allende no ha sido revivida. En lugar de eso, Lagos ha tejido una combinación de economía de libre mercado con políticas de bienestar social, buscando un balance que cree que aliviará el peso de la pobreza al mismo tiempo que impulsa a Chile en la economía global.
Hay considerable ironía en este giro de los acontecimientos. Cuando ocurrió el golpe en 1973, Lagos se preparaba para ser embajador en Moscú. Pero después de pasar parte de los años de Pinochet en el exilio y de servir como ministro de gabinete de dos gobiernos centristas encabezados por la Democracia Cristiana en los años noventa, Lagos ahora rara vez destaca su relación con Allende.
La semana pasada, durante discursos en una serie de pequeñas ciudades, Lagos reconoció que la era de Allende era en el mejor de los casos algo tangencial.
"Eso era hace 30 años", dijo. "El mundo ha cambiado mucho. Entonces, todo el mundo seguía el guión de la Guerra Fría, y ahora todo es diferente. Estamos tratando de alcanzar algunos de los mismos resultados que Allende, pero las herramientas e instrumentos para alcanzarlos son muy diferentes".
Igualmente, Lagos se muestra reluctante a dar crédito al represivo régimen de Pinochet por introducir draconianas medidas de libre mercado que llevaron poco a poco a un publicitado auge económico. En lugar de eso, enfatiza la necesidad de combinar la eficiencia capitalista con la compasión social. Durante su gira, visitó varios proyectos que dijo que definían este enfoque equilibrado hacia el desarrollo.
En un nuevo centro médico para pobres, Lagos explicó que del mismo modo que el mercado solo nunca lograría la construcción de un servicio semejante, el gobierno no podría tampoco lograrlo sin la ayuda de una economía vibrante. En un país como Chile, que depende del comercio en el 80 por ciento de su economía, separar las dos cosas sería suicida, sugirió.
Pero a pesar del extraordinario progreso económico de Chile, algunos de los problemas que encontró Lagos en 2000, todavía siguen ahí. La disparidad de ingresos entre ricos y pobres es igual de amplia que cuando asumió el cargo, y la deficiente movilidad social es considerada el peor problema del país. Mientras Santiago se jacta de decenas de brillantes y nuevos edificios de oficinas, el paisaje que saludó a Lagos esta semana incluían escenas de pobreza rural -tejados de lata, caminos de tierra y polvorientos mineros caminando hacia el trabajo.
Lagos no será capaz de ocuparse de esos problemas después de su mandato. La constitución chilena no permite dos términos consecutivos.
"Por supuesto que hay sueños rotos", dijo Ricardo Núñez, senador del Partido Socialista que alguna vez compartió los ideales de Allende de una revolución socialista democrática. "Por supuesto que nos habría gustado un sistema económico alejado del sistema neo-liberal que tenemos hoy".
Mientras las cautelosas políticas económicas de Lagos han desilusionado a algunos en la izquierda chilena, sus posiciones sociales han entregado blancos de descontento para la derecha. La iglesia católica es una parte importante de la política chilena, y Lagos -que se ha casado dos veces y no es abiertamente religioso- ha causado la indignación de algunos en la iglesia con sus políticas liberales, incluyendo la legalización del divorcio el año pasado.
Pero a través de todo la gama política interna, Lagos ha ganado elogios por hacer frente al gobierno de Bush. En 2003, cuando Chile formaba parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, votó contra la guerra en Iraq.
En noviembre pasado, durante una cumbre de presidentes del Asia-Pacífico en Santiago, Lagos se opuso cuando la comitiva de seguridad de Bush pidió que todos los invitados a un elaborado banquete oficial pasaran por detectores de metales. Considerándolo un insulto, Lagos canceló el banquete. La opinión pública chilena estaba encantada.
Fue un delicado acto de equilibrio, dicen analistas. En la esfera internacional, Lagos es visto como un socio económico que se atiene a las reglas del libre mercado. En casa, es visto como un protector de los intereses de su país.
Algunos partidarios y analistas han sugerido que Lagos podría servir de modelo para líderes latinoamericanos más jóvenes que hacen frente a similares imperativos. También ha habido sugerencias de que se transforme en un mediador político regional y asesor cuando deje el cargo el próximo año.
Pero parece sentirse bien manteniéndose ligeramente aparte.
"Brasil, México, Argentina -ellos pueden asumir funciones de liderazgo", objetó durante una parada en su gira. "Nosotros somos un país pequeño".
20 de marzo de 2005
26 de marzo de 2005
©washington post
©traducción mQh
Al día siguiente, Lagos paró en la ciudad de La Serena, donde visitó una escuela experimental de música que lleva el nombre de un profesor asesinado durante el golpe militar de 1973. Mientras las imágenes proyectadas del hombre pestañeaban en la pared, una banda de estudiantes se encargaba de la melancólica banda sonora. Minutos después, otra orquesta estudiantil rompía a tocar el tema de La guerra de las galaxias'.
Todo era un teatro político, como las multitudes ondeando banderas y la gigantesca tarta que saludó a Lagos en su gira de dos días para celebrar el quinto aniversario y último año de su presidencia. Pero era fácil que aumentara el entusiasmo, a juzgar por los sondeos de opinión que muestran que Lagos cuenta con la aprobación de casi un 60 por ciento -una curva ascendente virtualmente sin par entre presidentes de la región.
Para Lagos, esa música es la materia del legado.
"Ahora tenemos más de 160 orquestas en Chile", dijo a los estudiantes de la escuela estatal, "en comparación con las 10 que había al final de la dictadura de 15 años".
Aunque Lagos, 67, es el primer presidente socialistas de Chile después de que Salvador Allende fuera derrocado por las fuerzas armadas hace 32 años, su mandato se ha caracterizado por un realista pragmatismo. Como economista, sus discursos están más salpicados de estadísticas que de frases llamativas, y sus opiniones son totalmente diferentes a las posturas populistas, a veces anti-norteamericanas, que están siendo revividas por una nueva generación de políticos latinoamericanos.
"Si tienes una democracia llena de demagogos, a largo plazo será imposible satisfacer las expectativas de la gente", dijo Lagos en una entrevista durante su gira. "Y cuando tienes gente descontenta, se puede esperar cualquier resultado, pero lo más probable es que no sea un resultado democrático".
Al principio, Lagos era visto como el heredero natural de Allende, y su gobierno estaba cargado de símbolos políticos. Después de su segunda victoria electoral en 2000, alborozadas multitudes marcharon a través de Santiago, pidiendo castigos merecidos: acciones judiciales contra el ex dictador, el general Augusto Pinochet por violaciones de derechos humanos, y la reinstalación de los principios políticos de Allende.
La primera demanda ha sido satisfecha. Pinochet, 89, ha sido procesado, devuelto a la fuerza a Chile desde su exilio en Londres y acusado de varios cargos de asesinato y tortura; incluso si no termina en la cárcel, es probable que muera en la ignominia. Algunos de sus antiguos jefes militares están tras las rejas, y se ha publicado un extenso informe que documenta miles de casos de abusos militares.
Pero la versión del socialismo de Allende no ha sido revivida. En lugar de eso, Lagos ha tejido una combinación de economía de libre mercado con políticas de bienestar social, buscando un balance que cree que aliviará el peso de la pobreza al mismo tiempo que impulsa a Chile en la economía global.
Hay considerable ironía en este giro de los acontecimientos. Cuando ocurrió el golpe en 1973, Lagos se preparaba para ser embajador en Moscú. Pero después de pasar parte de los años de Pinochet en el exilio y de servir como ministro de gabinete de dos gobiernos centristas encabezados por la Democracia Cristiana en los años noventa, Lagos ahora rara vez destaca su relación con Allende.
La semana pasada, durante discursos en una serie de pequeñas ciudades, Lagos reconoció que la era de Allende era en el mejor de los casos algo tangencial.
"Eso era hace 30 años", dijo. "El mundo ha cambiado mucho. Entonces, todo el mundo seguía el guión de la Guerra Fría, y ahora todo es diferente. Estamos tratando de alcanzar algunos de los mismos resultados que Allende, pero las herramientas e instrumentos para alcanzarlos son muy diferentes".
Igualmente, Lagos se muestra reluctante a dar crédito al represivo régimen de Pinochet por introducir draconianas medidas de libre mercado que llevaron poco a poco a un publicitado auge económico. En lugar de eso, enfatiza la necesidad de combinar la eficiencia capitalista con la compasión social. Durante su gira, visitó varios proyectos que dijo que definían este enfoque equilibrado hacia el desarrollo.
En un nuevo centro médico para pobres, Lagos explicó que del mismo modo que el mercado solo nunca lograría la construcción de un servicio semejante, el gobierno no podría tampoco lograrlo sin la ayuda de una economía vibrante. En un país como Chile, que depende del comercio en el 80 por ciento de su economía, separar las dos cosas sería suicida, sugirió.
Pero a pesar del extraordinario progreso económico de Chile, algunos de los problemas que encontró Lagos en 2000, todavía siguen ahí. La disparidad de ingresos entre ricos y pobres es igual de amplia que cuando asumió el cargo, y la deficiente movilidad social es considerada el peor problema del país. Mientras Santiago se jacta de decenas de brillantes y nuevos edificios de oficinas, el paisaje que saludó a Lagos esta semana incluían escenas de pobreza rural -tejados de lata, caminos de tierra y polvorientos mineros caminando hacia el trabajo.
Lagos no será capaz de ocuparse de esos problemas después de su mandato. La constitución chilena no permite dos términos consecutivos.
"Por supuesto que hay sueños rotos", dijo Ricardo Núñez, senador del Partido Socialista que alguna vez compartió los ideales de Allende de una revolución socialista democrática. "Por supuesto que nos habría gustado un sistema económico alejado del sistema neo-liberal que tenemos hoy".
Mientras las cautelosas políticas económicas de Lagos han desilusionado a algunos en la izquierda chilena, sus posiciones sociales han entregado blancos de descontento para la derecha. La iglesia católica es una parte importante de la política chilena, y Lagos -que se ha casado dos veces y no es abiertamente religioso- ha causado la indignación de algunos en la iglesia con sus políticas liberales, incluyendo la legalización del divorcio el año pasado.
Pero a través de todo la gama política interna, Lagos ha ganado elogios por hacer frente al gobierno de Bush. En 2003, cuando Chile formaba parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, votó contra la guerra en Iraq.
En noviembre pasado, durante una cumbre de presidentes del Asia-Pacífico en Santiago, Lagos se opuso cuando la comitiva de seguridad de Bush pidió que todos los invitados a un elaborado banquete oficial pasaran por detectores de metales. Considerándolo un insulto, Lagos canceló el banquete. La opinión pública chilena estaba encantada.
Fue un delicado acto de equilibrio, dicen analistas. En la esfera internacional, Lagos es visto como un socio económico que se atiene a las reglas del libre mercado. En casa, es visto como un protector de los intereses de su país.
Algunos partidarios y analistas han sugerido que Lagos podría servir de modelo para líderes latinoamericanos más jóvenes que hacen frente a similares imperativos. También ha habido sugerencias de que se transforme en un mediador político regional y asesor cuando deje el cargo el próximo año.
Pero parece sentirse bien manteniéndose ligeramente aparte.
"Brasil, México, Argentina -ellos pueden asumir funciones de liderazgo", objetó durante una parada en su gira. "Nosotros somos un país pequeño".
20 de marzo de 2005
26 de marzo de 2005
©washington post
©traducción mQh
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