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matándose por el petróleo


[Lynda Polgreen] Olas de petróleo inundan míseras aldeas nigerianas.
Obioku, Nigeria. A primera vista es difícil imaginar que haya gente que pelee por este lugar.
El único modo de llegar desde el pueblo más cercano, es a través de un estero, en una canoa, y es una colección de destartaladas chozas que se bambolean en una playa cada vez más erosionada.
El domingo por la mañana, después de misa los niños del pueblo se sacan sus trajes del domingo y se encaminan hacia una embarrada poza a recoger agua. Sus madres utilizan el turbio líquido para preparar sopas con las magras capturas del día.
Sin embargo, van ya meses que una batalla campal opone a dos comunidades que reclaman la propiedad de este pueblo, y el derecho a controlar todo lo que haya debajo de su aguado suelo: potencialmente un enorme yacimiento de crudo que ha llamado la atención de una importante refinadora.
El conflicto ha causado decenas de muertos y heridos, obligado a cientos de personas a abandonar sus casas y enturbiado esta zona antes apacible del Delta del Níger. También ha sacado a relucir la desesperada lucha de las comunidades pobres por recoger las migas del fastuoso banquete que el boom del petróleo ha iniciado en este rincón del mundo, rico en petróleo y sin embargo espantosamente pobre.
"La región es sinónimo de petróleo, pero también de una increíble pobreza", dijo Anyakwee Nsirimovu, presidente del Instituto de Derechos Humanos y Ley Humanitaria del Delta del Níger [Institute of Human Rights and Humanitarian Law]. Esa combinación es una receta ineludible para el derramamiento de sangre y la miseria, dijo. "El mundo depende de su petróleo, pero para la gente del Delta del Níger, el petróleo es una maldición".
África se encuentra en el centro de un boom del petróleo, con compañías y gobiernos invirtiendo 50 billones de dólares en proyectos que posiblemente duplicarán la producción de petróleo del continente durante la próxima década.
En la sed de petróleo mundial y los intentos de Estados Unidos se obtenerlo fuera del problemático Oriente Medio, el petróleo africano se ha convertido en esencial. Se espera que África proporcione a Estados Unidos un cuarto de su suministro de petróleo en la próxima década, en comparación con el 15 por ciento actual, y gran parte de este provendrá del Golfo de Guinea, donde se ubica el Delta del Níger.
Pero gran parte de ese petróleo provendrá de lugares como Obioku, y con ello una enmarañada y a menudo sangrienta red de conflictos marcados por la pobreza y la casi total abdicación de responsabilidad del gobierno.
Aunque Nigeria eligió un gobierno democrático en 1999, que hizo crecer las esperanzas de la resignada región del delta, casi nada de la enorme riqueza que crea el petróleo llega a lugares como estos. El aislamiento de Obioku es total. Sin lanchas rápidas, el centro de salud o clínica más cercana está a un día de viaje. Tampoco existen aquí servicios telefónicos. La radio es la única que trae noticias del mundo exterior. Nada indica que la gente aquí vive en un país que disfruta de los altos precios del dólar.
"Por lo que concierne al gobierno, es como si no existiéramos", dijo Worikuma Idaulambo, presidente del consejo de jefes de Obioku.
Nigeria es un antiguo miembro de la OPEC que exportó casi 30 billones de dólares de petróleo en 2004, declaró el departamento de Energía de Estados Unidos.
Nigeria envía de vuelta a sus provincias el 13 por ciento de los beneficios del petróleo, una cuantiosa suma para los subdesarrollados que producen el petróleo. Gran parte de los beneficios son desviados por funcionarios regionales corruptos que a menudo se meten el dinero al bolsillo o lo malgastan en lujosos proyectos que no significan nada para la gente corriente.
El resultado ha sido una violenta lucha por trabajos, escuelas y otras ayudas que han ofrecido las compañías refinadoras para promover la cooperación de los residentes locales. Aquí en Obioku, como en muchos pueblos del delta, una refinadora, en este caso una subsidiaria de Royal Dutch Shell, ha aportado los únicos signos de modernidad. En 1998 Shell compró los derechos de perforación de un terreno cerca de un pequeño asentamiento pesquero al borde de Obioku, apenas un puñado de toscos refugios hechos de pasto y madera.
Shell firmó acuerdos con los jefes de Obioku y con las autoridades de la ciudad más cercana, Nembe-Bassambiri, para ayudar a desarrollar Obioku. Luego Shell construyó una torre de agua, donó al pueblo un generador y construyó una escuela básica. A cambio, la aldea accedió a permitir que Shell y sus contratistas trabajaran libremente.
Durante años Shell no hizo nada con el terreno. Y luego, a principios del año pasado, llegó un contratista de Shell para empezar las obras, y empezaron los problemas.
Funcionarios de un pueblo cercano, Odioma, reclamaron el terreno y exigieron que la compañía refinadora pagar tributos si quería empezar las perforaciones.
"Esta es tierra de Odioma", dijo Daniel I.L. Orumiegha-Ban, miembro del consejo de jefes de Odioma. "Nos pertenece. Todo aquel que diga lo contrario es un entrometido que quiere revisar cientos de años de nuestra historia".
Los jefes en Nembe-Bassambiri, que estaban recibiendo pagos sobre la premisa de que la tierra era de ellos, rechazaron los reclamos de Odioma.
Grupos de derechos humanos y ecologistas han criticado durante largo tiempo las prácticas de Shell, la más antigua y más grande refinadora del petróleo nigeriano. Como resultado de un agudo informe interno de 2003 que constataba que Shell, intencionadamente o no, "crea, nutre y exacerba los conflictos", la compañía rebautizó su estrategia de relación con la comunidad. Se retiró inmediatamente del área de Obioku y refirió la disputa a las autoridades oficiales locales.
En este serpentino laberinto de ríos y estuarios, donde los pescadores se ganan la vida a duras penas utilizando redes de pesca hechas en casas, quién era dueño de Obioku era una pregunta académica para los jefes de Odioma y Nembe-Bassambiri, hasta que llegó Shell. Pero con la repentina promesa de pago, la disputa escaló, primero con cartas cada más belicosas entre las tres aldeas.
Las palabras pronto dieron paso a la acción, y la sangre comenzó a correr en los ríos y esteros. En febrero llegó un bote lleno de asesores de gobierno local en una misión para alcanzar un acuerdo entre las comunidades en conflicto, y fue atacado. Doce personas fueron asesinadas.
Funcionarios en Nembe-Bassambiri responsabilizaron de la matanza a un grupo de jóvenes militantes de Odioma. Se cree que el grupo está implicado en el robo de petróleo desde los oleoductos.
Como es habitual aquí, los miembros del grupo fueron pagados por el contratista de una refinadora para encargarse de la seguridad de los estuarios, dijeron los jefes de Odioma y otras aldeas. Esos contratos son a menudo un modo de asegurarse la cooperación de los jóvenes que, de otro modo, atacarían las instalaciones y molestarían a los trabajadores.
Argumentando que querían detener a los miembros del grupo de jóvenes, una unidad de las fuerzas armadas nigerianas conocida como Destacamento Especial Conjunto, encargado de la seguridad en el Delta del Níger, llegaron a Odioma el 19 de febrero.
Pensando que el destacamento venía a ayudarlos, los jefes de Odioma se habían reunido en el palacio del rey de la aldea para recibirlos. Pero empezaron a disparar, y los jefes huyeron.
"Pensábamos que venían en son de paz", dijo Orumiegha-Bari, el jefe de Odioma. "Pero arrasaron nuestra aldea".
El ejército arrasó Odioma, dijeron los vecinos, dejando atrás un desolado paisaje lunar cubierto de una capa de ceniza, cristales rotos y concreto quemado donde alguna vez estuvo una aldea idílica. En el ataque murieron al menos 17 personas, incluyendo un niño de 12 llamado Lucky, dijo Orumiegha-Bari.
Ayebatari Silgbanibo estaba en su diminuto local de su negocio de ordenadores, que había empezado con un subsidio de Shell, cuando empezó la balacera. "No quería salir de mi negocio, porque es lo único que tengo", dijo Silgbanibo, 22. "Pero tenía miedo".
Cuando volvió, su ordenador y su impresora habían sido destruidos. Ahora es un pescador, como su padre y la mayoría de los hombres de la aldea, y gana alrededor de un dólar por día. Se suponía que el ordenador, que recibió porque Odioma tiene sus propios pozos, aparte de Obioku, debía sacarlo de toda una vida de pobreza.
"¿Cómo voy a comprar ahora un ordenador nuevo?", dijo. "Es imposible".
El general de brigada Elías Zamani, comandante del Destacamento Especial Conjunto, dijo que sus soldados abrieron fuego en Odioma sólo después de haber sido atacados. "Estaban emboscados esperando la llegada de nuestras tropas", dijo sobre el grupo de jóvenes.
Dijo que algunas casas habían sido destruidas cuando las balas perdidas impactaron los locales donde se almacenaba petróleo. El ejército rechaza el número de muertes, diciendo que los oficiales pidieron ver los cadáveres y tumbas y no pudieron encontrar ninguna. Pero Amnistía Internacional, en un informe de noviembre sobre el ataque, concluyó que la destrucción parecía haber sido dirigida a locales específicos, destruyendo las casas del rey de la aldea y otros funcionarios.
Y sin embargo, Orumiegha-Bari dijo que estaba agradecido de que fuera el Destacamento Especial Conjunto hubiera atacado la aldea y no sus vecinos en Nembe-Bassimbiri.
"Si la gente de Bassambiri hubiera llegado primero, no habría quedado nadie aquí", dijo el jefe. "Habrían masacrado hasta el último hombre".
La aldea ha pedido al ejército que se quede para proteger a los residentes de sus vecinos.
"No nos gusta que estén aquí, pero es mejor que se queden", dijo Orumiegha-Bari. Con la llegada de los soldados, dijeron los jefes de la aldea, es la primera vez que llegan a Odioma representantes del gobierno federal.
Es difícil determinar quién tiene la culpa de la violencia que ha arruinado este rincón de Nigeria. Algunos aldeanos y grupos de derechos humanos culpan a las refinadoras y sus contratistas, que pagan por el desarrollo económico y emplean a los jóvenes, creando así un incentivo para la violencia comunal. Sin embargo, otros culpan a los gobiernos federal, estatal y local, que reciben y distribuyen millones de dólares a nombre de los residentes locales, pero no parecen producir nunca demasiados beneficios.
"Estos conflictos son el resultado directo del abandono de estas comunidades por parte del gobierno", dijo Nsirimovu. "Si su gobierno se ocupara de ellos, nadie pelearía por estas migajas y pagos de las compañías refinadoras".
Funcionarios federales reconocen que la corrupción es un gran problema, pero señalan que incluso si Nigeria vive un auge petrolero, eso no significa una gran fortuna per cápita. En 2004, después de deducir los costes, el dinero por el petróleo de Nigeria llegó a unos 50 centavos de dólar para cada uno de los 130 millones de habitantes del país, dijeron.
Funcionarios de Shell defendieron su papel en la crisis, diciendo que se retiraron del área tan pronto como surgieron los conflictos sobre la propiedad. Dijeron que era sobre todo asunto de los políticos de Nigeria desarrollar el país, pero agregaron que además de pagar impuestos y derechos, ellos contribuían al 3 por ciento de su presupuesto operacional anual para financiar la ayuda al desarrollo del delta. En 2004, la contribución de la compañía a ese fondo de ayuda fue de casi 70 millones de dólares.
"El gobierno es tan remoto que ven a las refinadoras como lo más parecido a un gobierno aquí", dijo Don S. Bonham, portavoz de Shell en la capital petrolera de Port Harcourt. "El gobierno no ha cumplido con las expectativas".
Las comunidades que pelean por los yacimientos se ubican en la provincia de Bayelsa, que produce un tercio del petróleo de Nigeria y tiene un presupuesto anual de más de 500 millones de dólares para gastar con sus tres millones de habitantes. Pero la mayoría se destina a extravagancias, como una mansión para el gobernador y su vice-gobernador.
"Esto es lo que comemos", dijo Paulgba Tekikuma, un vecino de Obioku, mostrando un pequeño cuenco con diminutos peces y crustáceos mezclados con algo de harina de mandioca. "A veces los bebés enferman con el agua que beben. Pero no tenemos otra".
La gran culpable es la corrupción. En septiembre, el gobernador del estado, Diepreye Alamieyeseigha, fue detenido en Londres y acusado de lavado de dinero, huyendo en noviembre a Nigeria donde goza de inmunidad incluso de los fiscales. Se lo sospecha de haber robado al estado, desde su elección en 1999, cientos de millones de dólares. Desde entonces ha sido desaforado y como consecuencia acusado de corrupción y lavado de dinero en Nigeria. Tras una investigación en 2005, Amnistía Internacional concluyó que "como en muchas disputas violentas entre las comunidades del Delta del Níger, el acceso a los recursos petroleros está en la raíz del incidente de Odioma".
Nsirimovu, el activista de derechos humanos, dijo que el subdesarrollo de la region ha causado y exacerbado la violencia. Hasta que empiece un desarrollo real, "la sangre manará abiertamente en el Delta del Níger", dijo. "Recuerde mis palabras".

1 de enero de 2006

©traducción mQh

©new york times

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