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murió robert giroux


Murió Robert Giroux, editor y protector de algunos de los más importantes escritores del siglo veinte. A los 94.
[Christopher Lehmann-Haupt] Murió en Tinton Falls, Nueva Jersey, Robert Giroux, el editor que descubrió y protegió a algunos de los autores más importantes del siglo veinte y finalmente se asoció con una de las editoriales más prestigiosas del país. Tenía 94 años.
Murió durmiendo, en Seabrook Village, un centro de vida independiente, informó su sobrina Kathleen Mulvehill.
Si el exuberante Roger Strauss representaba la cara pública de Farrar, Strauss & Giroux, encargándose de los asuntos comerciales, Giroux dejaba su huella dentro, como editor jefe, componiendo la lista de libros de la editorial y estableciéndose como el patrón oro del buen gusto literario. El editor Charles Scribner Jr., en sus memorias ‘In the Company of Writers’ (1991), escribió: "Giroux es un gran hombre de letras, un gran redactor y un gran editor".
Giroux era el editor americano de T.S. Elliot y publicó la edición americana de ‘1984’, de George Orwell, aceptándola pese a las objeciones de su superior jerárquico, cuya esposa encontró que algunos pasajes de la novela eran desagradables.
Introdujo una larga lista de ilustres escritores, publicando las primeras ediciones de, entre otros, Jean Stafford, Robert Lowell, Bernard Malamud, Flannery O’Connor, Randall Jarrell, William Gaddis, Jack Kerouac y Susan Sontag. Publicó a Virginia Woolf, Isaac Bashevis Singer, Carl Sandburg, Elizabeth Bishop, Katherine Anne Porter, Walker Percy, Donald Barthelme, Grace Paley, Derek Walcott y William Golding.
En una ocasión convenció a William Saroyan que transformara el guión de cine ‘La comedia humana’ [The Human Comedy] (1943) en una novela, sugiriéndole simplemente que borrase del guión las instrucciones para la cámara. La novela se vendió bien y fue incluida en la selección del club del libro.
Pero para su pesar, Giroux también vio cómo dos memorables libros escaparon de su editorial: ‘El guardián entre el centeno’ [Catcher in the Rye], de J.D. Salinger, y ‘En el camino’ [On the Road], de Kerouac.
Giroux empezó a interesarse en la edición en la Universidad de Columbia, cuando se inscribió en un seminario dirigido por Raymond Weaver.
"Weaver escribió la primera biografía de Herman Melville, y la primera persona que leyó el manuscrito de ‘Billy Budd’ en 1919", contó Giroux al poeta Donald Hall en una entrevista en el New York Times Book Review en 1980. "Eso me marcó. Me imaginé descubriendo una obra maestra de la literatura".
Cuántas obras maestras descubrió Giroux es algo que deberá ser determinado por la historia. Como insistió él mismo, pueden pasar décadas antes de que un libro se convierta en un clásico. Sin embargo, uno de los primeros libros que publicó se encuentra ahora en cualquier selección de las mejores obras literarias del siglo: ‘Hacia la estación Finlandia’ [To the Finland Station], la magistral obra de Edmund Wilson, de 1940, sobre el surgimiento de la ideología socialista. Giroux pensaba que el manuscrito era prácticamente perfecto.

Nacido en 8 de abril de 1914 en Jersey City, Giroux era el menor de los cinco hijos de Arthur J. Giroux, capataz en una fábrica de seda, y Katharine Lyons Giroux, maestra en una escuela básica. Estudió en la Escuela Secundaria Regis en Manhattan, pero la abandonó poco antes de graduarse en junio de 1931, para trabajar en el Jersey Journal.
"Era la época de la Depresión, y era difícil encontrar trabajo", dijo Giroux al Times en 1988, cuando Regis finalmente le entregó su diploma. "Si no lo hubiese aceptado entonces, no lo habría conseguido de ninguna otra manera".
Pese a la ausencia del diploma de la secundaria, obtuvo una beca de estudios para la Universidad de Columbia y se propuso estudiar periodismo. Pero pronto lo sedujeron las clases de literatura de Weaver y Mark Van Doren, el poeta y crítico literario. Se convirtió luego en editor jefe de The Columbia Review, la revista literaria de la universidad, y publicó a Thomas Merton y John Berryman, que eran sus compañeros de estudio en ese momento.
Tras graduarse en 1936, Giroux decidió hacer una carrera en el mundo editorial. Pero las oportunidades eran escasas y se incorporó al departamento de relaciones públicas del Columbia Broadcasting System, donde tuvo que esperar cuatro años antes de encontrar su primer trabajo como editor, en Harcourt, Brace & Company, en 1940.
Dos años más tarde estalló la Segunda Guerra Mundial, se enroló en la Armada como oficial de inteligencia y sirvió en el portaaviones Essex, alcanzado el rango de subcomandante -parcialmente, explicó más tarde, porque tenía el pelo blanco (lo tenía así desde su juventud).
En 1952 se casó con Carmen de Arango, que trabajaba en Naciones Unidas. El matrimonio terminó en divorcio en 1969. Además de la señora Mulvehill, a Giroux le sobreviven dos otras sobrinas.
Tras salir de la Armada, Giroux llevó un artículo que había escrito sobre el rescate de un piloto de guerra derribado en la Batalla de la Laguna de Truk en el Pacífico, a la oficina de información al público de la Armada en Nueva York. Allá, dijo, se encontró con el oficial a cargo, el teniente Roger W. Straus Jr., sentado con los pies sobre el escritorio. El teniente Straus le dijo que le gustaba el artículo y que podía ganar hasta mil dólares si lo vendía a alguna publicación de gran tiraje. ‘Rescue at Truk’ fue publicado en la revista Colliers y vuelto a publicar en numerosas antologías.
En 1948, tras incorporarse a Harcourt, Giroux se convirtió en editor ejecutivo. Los fundadores de la compañía, Alfred Harcourt y Donald Brace lo alentaron a publicar libros rechazados por otras editoriales, como ‘Sangre sabia’ [Wise Blood], de O’Connor, y ‘El mejor’ [The Natural], la primera novela de Malamud.
Pero también perdió algunas oportunidades. Giroux había publicado el primer libro de Kerouac, ‘El pueblo y la ciudad’ [The Town and the City], pero no estaba preparado cuando se apareció Kerouac por las oficinas de Harcourt, Brace con una manuscrito escrito en hojas de piel cebolla y papel de teletipo y le pasó un rollo de cerca de 36 metros de largo. Cuando no aceptó las exigencias del autor de no modificar el original -Giroux sólo quería borrar un párrafo demasiado largo-, Kerouac se marchó llevándose con él su ‘En el camino’. Finalmente lo publicó Viking, con enorme éxito, y Giroux expresó su pesar durante mucho tiempo después.
Giroux también le había escrito a Salinger, ofreciéndole publicar los cuentos que había publicado en The New Yorker. No obtuvo respuesta, hasta que un día su secretaria anunció que un señor Salinger quería verlo. Giroux repitió su oferta. Salinger dijo que sus cuentos no se venderían si no publicaba primero una novela, en la que estaba trabajando. Le dijo que giraba sobre un estudiante de una escuela primaria privada llamado Holden Caulfield, que estaba de vacaciones en Nueva York con ocasión de Navidad. Le aseguró a Giroux que le gustaría, y sellaron con un apretón de manos el acuerdo de publicarla.
Más de un año después, Salinger le envió a Giroux el manuscrito de ‘El guardián entre el centeno’. Giroux se propuso publicarlo, seguro de que sería un éxito. Pero entonces el departamento de libros de texto de Harcourt intervino, diciendo que el libro no encajaba en la política editorial de la compañía. Giroux la retiró, obligado a rechazar la novela que se convertiría en uno de los grandes éxitos del siglo.
Furioso por la interferencia, Giroux empezó a buscar otra editorial, y en 1955 se unió a Farrar, Straus & Company como editor jefe. Cerca de veinte de sus escritores se marcharon de Harcourt con él, entre ellos Eliot, Lowell, O’Connor y Malamud. Fue una exhibición de una lealtad que estaba siendo retribuida; Giroux era conocido por el cuidado que brindaba a sus escritores, como visitando a Staffor en la Clínica Psiquiátrica Payne Whitney cuando se recuperaba de una crisis nerviosa, o insistiendo en que Eliot subiera su tarifa de sus recitales de poesía.

Farrar, Straus -fundada en 1946 por Straus y John C. Farrar- convirtieron a Giroux en socio en 1954. Finalmente llegó a ser presidente de la compañía. El primer libro en llevar su sello fue el libro de poemas de Lowell, ‘Por los muertos de la Unión’ [For the Union Dead].
Pero sus relaciones con Straus no estuvieron libres de problemas. Mientras que Giroux era un hombre de letras, Straus era un duro y exuberante hombre de negocios, conocido por sus comentadas fiestas en su casa en el Upper East Side. A fines de los sesenta, cuando se acercaba el aniversario vigésimo quinto de la compañía, Giroux propuso publicar una antología para celebrarlo. Straus aprobó la idea y le dijo que seleccionara las piezas y escribiera un prefacio. Pero cuando Straus leyó lo que había escrito Giroux, hizo objeciones. Le dijo que su esposa, Dorothea, había objetado la descripción de Giroux de su primer encuentro en la oficina de la Armada -donde cuenta que lo encontró con los pies sobre el escritorio.
"Pero eso fue lo que estabas haciendo", le dijo Giroux.
"A Dorothea no le gusta", replicó Straus.
Giroux, convencido de que en realidad era a Straus a quien no le gustaba ese pasaje, suspendió enfadado el proyecto, que nunca apareció. Straus murió en 2004; Farrar en 1974.
Giroux escribió varios libros propios, incluyendo ‘The Book Known as Q: A Consideration of Shakespeare’s Sonnets’ (Atheneum, 1982) y ‘A Deed of Death: The Story Behind the Unsolved Murder of Hollywood Director William Desmond Taylor’ (Knopf, 1990), que recibieron respetuosas reseñas.
De 1975 a 1982, Giroux fue presidente de la Comisión Nacional de Revisión Cinematográfica [National Board of Review of Motion Pictures], una organización que lucha contra la censura en el cine. Más tarde en su vida empezó a escribir sus memorias literarias, pero nunca las completó, diciendo que le parecía de mal gusto escribir negativamente sobre Straus.
Su ambición literaria puede explicar una conversación que tuvo con Eliot, que entonces estaba en la cincuentena, el día que se conocieron en 1946, cuando Giroux, "apenas cumplidos los treinta", era editor en Harcourt, Brace. "Su observación más memorable del día", dijo Giroux, "ocurrió cuando le pregunté si estaba de acuerdo con la definición de que la mayoría de los editores eran escritores fracasados, y me dijo: ‘Quizás, pero también lo son casi todos ellos’".

20 de septiembre de 2008
6 de septiembre de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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