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dos casos de reinvención de los hechos


columna de mérici
En los últimos días he topado con dos asombrosos casos de manipulación de los hechos que guardan ambos relación con cómo cubre cierta prensa los acontecimientos en Bolivia. El primer caso fue denunciado en su blog por Pascual Serrano, bajo el título de ‘Los buenos y los malos’ y gira sobre una descarada manipulación de fotografías. La primera es la que estáis viendo aquí, que muestra a un grupo de milicianos cruceños en una acción callejera en Santa Cruz en noviembre del año pasado. Los milicianos llevan el típico escudo de la milicia, un rectángulo verde y adornado con una cruz bizantina en un círculo blanco -que utilizan a veces junto con la suástica nazi. La fotografía fue publicada por la BBC en noviembre de 2007, junto con la foto que veis aquí en segundo lugar, que muestra a un grupo de campesinos indígenas reunidos frente a la Casa de Gobierno en la Plaza Murillo, de La Paz, manifestando su apoyo al presidente Evo Morales.

Pues bien: estas dos fotografías fueron republicadas por El País en septiembre de este año como ilustración de un artículo sobre Bolivia. Sólo que los periodistas de El País las publicaron reemplazando los textos a pie de foto originales. Y así, los milicianos cruceños de la primera fotografía aparecen descritos como "Partidarios del Presidente de Bolivia, Evo Morales", como se ve en la tercera foto. Los campesinos de Plaza Murillo, en cambio, aparecen descritos como "cientos de opositores al Gobierno de Evo Morales se congregan en Plaza Murillo de La Paz" (foto 4).

Un lector criticó la alteración en el foro del propio El País, pero el comentario fue retirado. Las fotografías y los textos que las ‘explicaban’, pese a las denuncias y pedidos de corrección, no fueron rectificados en ese momento por la redacción de El País. Sí los corrigieron tres días después, en las imágenes de archivo.

Un lector (Danihr) participante en un foro donde denunció la alteración de los textos, escribió en menéame, el 15 de septiembre, que "[...] este periódico ha pasado a ser un órgano manipulador más, mostrando fotografías claramente erróneas, con el pie de foto alterado, para documentar la parte que ellos quieren del conflicto" (menéame).

El análisis de Serr
ano de esta manipulación es sólido y convincente. La intención evidente de la manipulación es mostrar las imágenes de un grupo de jóvenes en actitud claramente violenta -armados de bates, protegidos por escudos, de zapatillas y con el rostro cubierto- como partidarios del presidente Morales. Y a los pacíficos campesinos de Plaza Murillo como opositor es d el presidente.

  Queda claro que   los periodistas de El País no mostraron ningún interés en explicar a los lectores qué había ocurrido, por qué no  r ecti fica ron la información y por qué retiraron del foro las críticas que se les hizo. Carlos Mateo, en el foto de infocoches escribe: "¿Queda algo de la ética periodística entre los  redactores de un periódico como El País? ¿No se les cae la cara de vergüenza a algunos de sus redactores cuando, desde la dirección, se les ordena difundir todo tipo de noticias, fundadas o no, que condu zcan a la caída, probablemente violenta, de los regímenes ‘molestos’ en Sudamérica? ¿No tienen escrúpulos al pre sentar como ‘manifestantes’ a militantes fascistas que cuentan entre sus ‘hazañas’ el propinar palizas a indios por e l hecho de serlo, habiendo llegado a realizar masacres como la que recientemente costó la vida de docenas de indígenas que murieron a manos de estos grupos, armados hasta los dientes y sustentados por los estamentos más poderosos de  la sociedad de ese país?"

En realidad es sorprendente el nivel al que ha caído El País, que en su buena época en los años ochenta llegó a ser considerado com
o uno de los mejores diarios de Europa, que yo r ecuerdo como muy profesional y muy objetivo. Ahora no se distingue del reaccionario y provincial (El) Mercurio, y es quizá hasta peor que este.

Todavía más intrigante, e irritan
te, es el hecho de que El País, después de unos días, corrige los textos, pero en archivo y conservando el mismo enlace, de tal modo que si vamos a la página del diario que contiene las fotos, encontraremos la foto original, y sin alteraciones, como si nada hubiese pasado. De ese modo, las denuncias y críticas de los lectores parecen infundadas. "[...] Los escrúpulos y la ética periodística", escribe Carlos Mateo, "no [son] valores muy ‘de moda’ en la redacción de El País".

Esta manipulación de la información es realmente muy grave, quizás tan grave como otras intervenciones conocidas, como las de Mussolini y Stalin en los periódicos de sus épocas, o de Mao Tse Tung, durante los años convulsos en China. Es conocido el caso en que, en un periódico ruso, Stalin ordenó borrar de la fotografía al revolucionario León Trotzky, al que veía como un adversario al que había que eliminar, físicamente y del pasado mismo. Es sabido que algunos líderes de otras épocas ordenaron imprimir ediciones enteras de diarios, rescritos y ajustados a la versión oficial y datados convenientemente.1

No sé por qué ni cómo les parece a algunos políticos que intervenir documentos históricos es justificable. Imagino que los que lo hicieron no han escrito sobre este tema, pues eran órdenes y procedimientos secretos. Quizá no había nada que explicar. Si habían vencido en la contienda, consideraron justo eliminar a sus rivales incluso de donde es imposible borrarlos, i.e. del pasado tal como aparece este consignado en registros históricos genuinos. Para mí, como para la mayoría de los occidentales, esta manipulación es inaceptable desde todo punto de vista, porque manipular archivos históricos es lo mismo que alterar una escena del crimen. Los archivos son nuestro único acceso al pasado.

Estas manipulaciones están ocurriendo masivamente en internet. Es habitual que los blogueros, por ejemplo, alteren sus actualizaciones, en lugar de agregar las correcciones como comentario o mediante una nueva actualización. Y no parece que nadie se preocupe demasiado por el tema. Sin embargo, tratándose de órganos de información, el desliz es grave, porque la función de la información periodística es entregar a los lectores los elementos con los cuales se podrá hacer una idea de lo que está ocurriendo allá fuera, y luego formarse un juicio sobre lo que vienen de leer.

El segundo caso de manipulación gira también sobre Bolivia, pero es una manipulación de textos. En la historia más recientes abundan los casos de intentos de manipulación de este tipo. Piénsese, por ejemplo, en el famoso e infame ‘Plan Z’, publicado por la Junta Militar chilena poco después de instaurada la dictadura y atribuido al gobierno socialista de Salvador Allende, documento en que se detalla un imaginario plan marxista para hacerse con el poder e iniciar en Chile una dictadura comunista. Otro caso notorio es el de la enfermera ‘Narijah’, que en 1990 relató ante el congreso norteamericano espantosos casos de atrocidades cometidas por las tropas iraquíes en Kuwait para justificar la intervención norteamericana. La enfermera era en realidad la hija del embajador de Kuwait en Washington y no se encontraba en Kuwait en el momento de los hechos denunciados como para presentarse como testigo ocular de esas presuntas atrocidades (Haberkorn en la fuente citada).

Este segundo caso, como digo, es de manipulación de un texto y gira en parte sobre la masacre de Pando. En la edición del 16 de septiembre de 2008 de El País, un artículo (‘Líderes sudamericanos dan apoyo unánime a Evo Morales’) describía la masacre de Pando de la siguiente manera: "En las últimas semanas, más de 30 personas han perdido la vida en los enfrentamientos entre seguidores del presidente Evo Morales y autonomistas de las cinco regiones ricas del país que rechazan la reforma de la Constitución y exigen el control de los enormes reservas de gas que acumulan sus territorios". El artículo al que pertenece este párrafo fue publicado en el enlace siguiente de El País, que fue eliminado días después, y reemplazado por un nuevo texto, en el mismo enlace, sin explicación alguna de la substitución. Afortunadamente, el 16 de septiembre, a las 9:21, se hizo una captura de página, guardada en caché, que muestra la publicación original y que podréis leer en este enlace.

Ese artículo de El País lo había yo leído hace unos días y citado con mis comentarios en ‘Después de la Declaración de La Moneda’ (en mérici). Si hoy visitamos el enlace citado de El País, nos encontraremos con una versión corregida, de la cual este párrafo ha sido eliminado. En lugar de ‘enfrentamientos entre civiles’, se lee ahora: "Tras condenar la masacre en Pando, donde hubo 30 muertos y al menos 100 desaparecidos, Unasur anunció la formación de una comisión que hará una investigación imparcial para esclarecer los hechos y evitar que queden impunes" (El País).

Es un cambio bien encaminado, pues reconoce una descripción más ajustada de los hechos. ¿Pero por qué se inventaron la primera y torcida versión de que era un enfrentamiento entre civiles -y no la emboscada de una milicia paramilitar cruceña, que es lo que fue? ¿Y por qué eliminar el artículo original y colocar en su lugar, con el mismo enlace, un artículo corregido? Si no fuera por la captura de página que mencioné, mis acusaciones parecerían infundadas.

Sin embargo, creo que aparte este retoque del texto, la redacción de El País tuvo móviles más ideológicos para modificar el artículo original.2 La otra gran diferencia -aparte la descripción de la masacre- es el papel de Brasil en la reunión de los presidentes. En el nuevo artículo Brasil aparece como el nuevo líder de América Latina ("Nueve países de la región, con Brasil al frente, respaldan Morales pero le exigen que pacte con los gobernadores rivales"), lo que realmente es una descripción bastante torcida del papel e importancia de Brasil en la cumbre de Unasur y en Sudamérica en general. No quiero desmerecer a Brasil, pero ciertamente no es un país del que se pueda decir que tiene una influencia decisiva en América del Sur, ni creo yo que tenga ese país la ambición de proyectarse al exterior para difundir su propia versión de cómo deben ser las cosas (como la tuvo Cuba en su momento, y la tienen hoy países como Estados Unidos y Venezuela). La intención de la manipulación del texto es mostrar a Brasil como la nueva potencia que ruge, como dijeron otros periodistas de El País. Pero si Brasil ruge, el resto de América sólo se entera por la prensa, porque los rugidos no se oyen por ningún lado.

Otra cosa es reconocer la intervención moderadora de Brasil, aunque su postura está reconocidamente orientada a proteger los intereses brasileños en Bolivia, y en particular el suministro de gas natural. No hay nada malo en atribuir a Brasil una influencia a la hora de moderar la postura más agresiva del presidente Chávez para condenar la injerencia norteamericana en Bolivia. Pero transformar a Brasil en la nueva potencia ideológica y líder de Sudamérica es realmente un absurdo. Probablemente el objetivo de esta interpretación de la reunión extraordinaria de Unasur es disminuir el papel de Venezuela, lo que también debe haber animado a la presidenta Bachelet (verdadero caballo de Troya de Estados Unidos en América Latina) a convocar a una segunda reunión de Unasur en Nueva York -vaya incongruencia- sabiendo que Chávez se encontraba de gira.

Me entero ahora que Bartolomé Clavero, miembro del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas, viene denunciando desde hace un tiempo la campaña de manipulación de El País. En una carta abierta al diario, del 16 de septiembre de 2008, reproducida por rebelión, Clavero escribe, justamente sobre el caso de la masacre de Pando: "La desinformación sobre la posición de las Prefecturas racistas no es lo más grave entre las inconsistencias del editorial. En sus primeras frases se afirma que ‘los primeros enfrentamientos con armas de fuego han causado al menos 10 muertos en Pando’. Se refieren ustedes a víctimas de emboscadas y asaltos de escuadrones racistas".

Clavero se refiere en lo substancial del artículo a la manera en que El País describe y presenta a los lectores a grupos que son en realidad organizaciones terroristas empecinadas en derrocar al gobierno de Morales. Parte de la estrategia consiste, dice el autor, en llamar "rebeldes" a las provincias de las que sus prefectos y organizaciones aliadas aspiran a la secesión, aunque en realidad la mayoría de los votantes de las "provincias rebeldes" votaron por el presidente.

Dice Clavero: "Tienen ya que reconocer lo que han venido ocultando, pero no cejan en su empeño. Se muestran ciegos y alimentan la ceguera ante la misma cronología de los acontecimientos. La agresión abierta se produce, con el saldo más grave, pero no único, de muertos, tras el referéndum que ha reforzado al gobierno constitucional y dejado en evidencia a las posiciones no sólo, en lo formal, anticonstitucionales, sino, en lo sustancial, racistas. Y no es un asunto exclusivo de desinformación exterior, pues no ha de olvidarse el dominio conseguido por el grupo al que pertenece El País, el de Prisa, sobre los media en la misma Bolivia".

Lo intrigante, ciertamente, es que la redacción de El País eventualmente reconoce versiones más objetivas de los hechos, pero sin antes intentar convencernos de interpretaciones mañosas y torcidas.

Yo creo que la única explicación razonable es que, además ciertamente de la falta de ética que permite estas prácticas, la (des)información para El País está sometida a criterios diríamos tácticos. Conviene tergiversar los hechos cuando aún es posible intervenir e influir en su curso. Pero cuando pasa la ocasión, reconocen la realidad de los hechos y reemplazan los artículos culpables -las evidencias- por otros nuevos, que quedan ya no a disposición de los lectores en general, sino en archivo a disposición de historiadores y otros lectores especializados. El lector de todos los días no se enterará nunca de que los textos fueron rectificados, y seguirá creyendo que los violentos paramilitares con la cruz bizantina son partidarios de Morales, no sus enemigos, y que en Pando no hubo un atentado terrorista que terminó en masacre, sino un enfrentamiento espontáneo entre civiles que ahora lloran a sus caídos en buena lid.

Notas
1 Leonardo Haberkorn, en Página 12 explica varios curiosos casos de manipulación de archivos gráficos, desde la época del Imperio Romano, hasta hoy. Por lo general es una práctica en la que incurren regímenes totalitarios, cuya relación con la historia es bastante especial, pese a sus aparentes diferencias ideológicas. El senado romano podía condenar a la eliminación de todo recuerdo visual de un rey acusado de tirano. En casos más recientes llama la atención un caso de 1976, en que una foto que muestra a unos niños en una guardería -que recibió el premio a ‘la foto más linda’ de la World-Press Photo- apareció más tarde, en 1978, en la portada de una organización cristiana, con el siguiente texto:  "Chicos con ropa de presidiarios. Una foto contrabandeada de un campo de concentración soviético. Los chicos nacieron en un campo de prisioneros y allí crecen, hasta que los padres son liberados".

2 Digo esto porque el 14 de septiembre de 2008, en un artículo sobre la masacre titulado ‘El polvorín de Evo sacude Suramérica’, de la pluma de Jorge Marirrodriga, se presentaba la masacre de Pando, pese a la existencia de los despachos de agencias bolivianas, como un enfrentamiento entre civiles: "La veintena de muertos y cientos de heridos -amén de algunos desaparecidos- con los que se han saldado los graves enfrentamientos civiles sucedidos esta semana en la región autonomista de Pando entre partidarios del proyecto indigenista de Evo Morales y simpatizantes de las regiones autonomistas suponen un nuevo peldaño en la escalera de violencia por la que asciende el país andino desde hace dos años" (El País).

Esta versión de los hechos ha sido desmentida por la propia Unasur, que se refiere al incidente como la masacre de Pando, aunque algunos órganos de información siguen insistiendo en la versión de que fue un enfrentamiento entre civiles. Lo continúa haciendo La Nación en un artículo publicado el 22 de septiembre de 2008, en el que describe los asesinatos como producto de "[...] de los choques que causaron varios muertos en esa región hace doce días". Es como describir los campos de concentración en la Alemania nazi como resultado de enfrentamientos entre alemanes y judíos, o como describir el golpe de estado en Chile como guerra civil.

Ciertamente, como señala Clavero, lo de "regiones autonomistas" es más una pretensión ideológica que realidad. En las ‘regiones autonomistas’ la mayoría de los votantes dieron su respaldo a Morales en el último referéndum revocatorio.

[mérici]

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