¿puede calderón parar la guerra?
29 de octubre de 2008
Los mexicanos están hartos de esta creciente violencia. Pero veinte meses después de que el conservador presidente Felipe Calderón lanzara una masiva campaña militar contras las drogas prohibidas, el baño de sangre ha empeorado.
Calderón se apresuró a aplacar la indignación pública, firmando este mes un pacto nacional con los líderes del país para mejorar las medidas contra la corrupción entre los policías y formar nuevas brigadas contra el secuestro. Pero la presión continúa.
Durante el fin de semana, miles de mexicanos participaron en marchas por la paz en todo México, expresando su creciente frustración por la inseguridad e impunidad que dicen que reina. Calderón respondió reuniéndose el domingo con los catorce líderes cívicos que organizaron las protestas, diciendo que había formado comisiones de ciudadanos para estudiar los progresos del gobierno, reclutar mejores policías y equipar a los agentes con armas de mayor potencia. Sin embargo, si la violencia no disminuye, podría tener repercusiones negativas para el presidente que ha hecho de la seguridad la piedra angular de su presidencia.
"Calderón, que estaba en terreno resbaladizo después de la elección de 2006, aumentó su índice de aprobación pública militarizando la lucha contra la violencia de los narcotraficantes en México", dice Bruce Bagley, experto en América Latina de la Universidad de Miami. "Convenció a mucha gente... Creo que Calderón ha empezado a perder la confianza de los mexicanos".
Decenas de Miles Exigen Cambios
En Ciudad de México, que presenció las protestas más concurridas durante el fin de semana, decenas de miles de personas llenaron la plaza mayor, el Zócalo, vestidas de blanco y sosteniendo velas y margaritas. "Seguridad", gritaban. "¡Si no puede, renuncie!"
Desde que asumiera la presidencia, Calderón ha enviado cerca de veinticinco mil militares y agentes federales en todo el país a regiones donde reina la violencia.
Su gobierno ha declarado repetidas veces que su éxito en el desmantelamiento de las bandas dedicadas al narcotráfico y la contención del flujo de dinero ha creado más violencia, pero que el mensaje está siendo eclipsado por los espeluznantes titulares sobre decapitaciones y secuestros.
"Las marchas son una manifestación de esa frustración", dice Jorge Chabat, un analista de seguridad de Ciudad de México.
El diario Reforma ha contado 2.950 asesinatos relacionados con la violencia de los narcotraficantes sólo en lo que va de año; dice que su conteo de 167 asesinatos la semana pasada fue la semana más mortífera desde que Calderón asumiera el cargo en diciembre de 2006.
El año pasado hubo 438 secuestros denunciados, en comparación con 325 del año anterior, de acuerdo a cifras oficiales. Fue el reciente secuestro de Fernando Martí, el hijo adolescente de una rica familia mexicana, lo que sacó a la gente a la calle para protestar durante el fin de semana. El cuerpo del adolescente fue encontrado el 1 de agosto; había sido secuestrado dos meses antes; se dice que su familia pagó millones de dólares para obtener su rescate.
Demasiados mexicanos se identifican con esas tragedias, dice Pedro Zugarramurdi, cuyo padre Fermín Zugarramurdi fue secuestrado en la escalinata de su casa en diciembre pasado y luego asesinado, pese a que su familia también pagó por su rescate, dice. "Debemos mantener viva la esperanza", dice Zugarramurdi, que el sábado asistió a la marcha en Ciudad de México con una gorra de béisbol, chaqueta y pantalones blancos. "Tenemos que mantener la presión".
Criminalidad Es Prioridad Número Uno
Hoy la criminalidad es la principal preocupación de los mexicanos. En una encuesta de Jorge Buendía, de la firma de encuestas Buendía & Laredo, el ochenta por ciento de los encuestados consideran la criminalidad como "muy grave", un aumento del sesenta por ciento con respecto a hace dos años, antes de que Calderón asumiera el cargo. La mayoría, dice, piensa que el país está perdiendo la guerra contra la violencia. "No ven la cantidad de muertos como un indicador de que el programa está funcionando", dice Buendía.
Y ahora con los soldados en las primeras líneas de la guerra contra las drogas, Calderón y su Partido de Acción Nacional (PAN) corre un riesgo todavía mayor si las fuerzas armadas, tradicionalmente una de las instituciones más respetadas de México, pierden prestigio por el creciente número de acusaciones de violaciones de derechos humanos presentadas por la comisión de derechos humanos del país. "El PAN y Calderón podrían pagar un precio político significativo en las elecciones de 2009", dijo Bagley.
Sin embargo, Buendía dice que los mexicanos no culpan sólo al gobierno federal de la violencia, sino a todo el sistema político, en todos los niveles de gobierno. Dice que esas protestas podrían en realidad reafirmar a Calderón, si los mexicanos se concentran en la delincuencia y no solamente en la economía, su otra preocupación importante. "La gente percibe el crimen y la delincuencia como un problema que comparten los tres niveles del gobierno", dice. "Es diferente en la economía; nadie responsabiliza al gobierno municipal o al federal por la inflación".
El domingo Calderón se reunió con los líderes de las protestas del fin de semana, reiterando su compromiso a luchar contra la delincuencia. "El gobierno comparte las demandas y la indignación de la gente", dijo.
Esta no es la primera vez que el público mexicano se ha levantado indignado contra la inseguridad. En 2004, decenas de miles de personas también se echaron a las calles para cubrirlas con un mar de velas un sábado noche tras una oleada similar de secuestros y violencia. Sin embargo, poco hizo para mejorar la situación, dice Chabat. "Es difícil que la presión se transforme en algo efectivo si no se mantiene la presión sobre el gobierno", dice. "La marcha es importante. Pero más importante es lo que ocurra después de la marcha".
Los vecinos no pierden la esperanza. "Al menos hay conciencia pública", dice Alejandro Delgado, que concurrió a la marcha con su esposa y su hija adolescente, y dice que ha sido víctima de la delincuencia callejera y robo y que las cosas están empeorando. "Antes llorábamos en nuestras casas; ahora estamos aquí exigiendo cambios. Las cosas tendrán que cambiar, tarde o temprano".
2 de septiembre de 2008
©christian science monitor
cc traducción mQh
0 comentarios