el general poto pelao
columna de mérici
Poto Pelao nació en 1970 llamándose Joshua Milton Blahyi y fue iniciado de niño como brujo de una sociedad secreta de su tribu krahn. Esa iniciación le permitió pasearse como un ser invisible por el país durante años. Luego se hizo miembro de un grupo político con el solemne nombre de Movimiento Unido de Liberación por la Democracia. Fue ungido Sacerdote Supremo por los viejos de su tribu y era asesor religioso del presidente Doe cuando este fue asesinado. Para llegar a ser Sacerdote Supremo -aclaremos sobre este demócrata- debió salir victorioso de un combate a muerte con otros candidatos, a los que debió vencer mutilándonos, pues las tradiciones de la tribu privilegian la destreza física antes que los apellidos o el mero sano juicio.
Ante la comisión explicó más en detalle la espantosa reputación que le precede. Y es que para conservar y renovar el poder de hacerse invisible, Joshua tenía que agasajar al Demonio con un sacrificio humano. Sus súbditos le llevaban un niño vivo y virgen, al que le arrancaba el corazón con un cuchillo, el que comía tal cual, sin más preparación, chorreándole por las manos su sangre.
Los chiquillos que iban a ser sacrificados por este esperpento no eran solamente niños de tribus enemigas. En una ocasión una madre de su propia tribu le llevó a su hijo para que lo ofrendara. Le abrió el vientre, le sacó el corazón y lo compartió alegremente con sus compañeros del comando por la democracia. Y entonces se le apareció Jesús el Crucificado, que lo reprendió en duros términos, acusándole de haberse convertido en esclavo del Malo. Dizque, porque en otra ocasión dijo que lo había llamado Dios por teléfono.
A raíz de esta conversación con Nuestro Señor, Poto Pelao se arrepintió y empezó a recorrer las ciudades y pueblos de su país con traje de tres piezas y corbata, e incluso zapatos lustrados, incluyendo una gruesa y usada Biblia en la mano derecha. Vive de la venta de casetes con sus sermones evangélicos.
Poto Pelao dirigió uno de los grupos de combatientes más bestiales del continente. Salvajes y jóvenes, generalmente adolescentes, algunos niños. A él mismo le llamaron Poto Pelao por su costumbre de ir al combate completamente desnudo: sólo lo cubrían unos botines. Con cordones, explicaría a la comisión. Sus compañeros de armas solían vestirse de mujer, prefiriendo los trajes largos, las pelucas de payasos con colores estridentes y carteras. Se dice que el aspecto de los energúmenos atemorizaba a los enemigos -que deben haber sido, según saben los que conocen a los militares de cualquier parte, simples civiles indefensos.
El general Poto Pelao había cerrado un pacto con Satanás a los once años. Dice que Satán lo llamó por teléfono y le ofreció la victoria en el campo de batalla a cambio de sacrificios humanos y de ofrendas sexuales indecentes. Y el canibalismo de sus tropas servía aparentemente, aparte de atemorizar a los civiles, para hacer creer al Malo que compartían una misma identidad: eran todos ellos enemigos del género humano. Satán le premiaba con la victoria, propiciando cada vez una nueva búsqueda de víctimas para su altar de sacrificios. Los soldados empeluquinados se emborrachaban y drogaban antes de los combates -allanamientos diríamos aquí en Chile; luego de las comilonas caníbales, los soldados travestis jugaban al fútbol con las cabezas de las víctimas. Joshua hablaba con el Demonio al menos una vez al mes, que era la frecuencia con que comía carne humana (o sea, entre 1980 y 1997 se comió al menos a 204 personas). Según calculó, él y sus hombres deben haber asesinado a unas veinte mil personas.
Fiel a su naturaleza, el Demonio del general Poto Pelao era neo-liberal. El general defendía la causa de la democracia por dinero, pues así lo dictaba el catecismo de Satán, que humilla a los hombres reduciéndolos a mero cálculo económico. Peleaba pues por el billete y los demócratas eran simplemente los que mejor pagaban. También era una exigencia de Satanás que matara a niños sin motivo alguno, entre amigos y enemigos. Joshua cumplía zambulléndose en los ríos durante sus viajes y jalando a niños por debajo, a los que desnucaba para honrar su compromiso con el Malo.
Cualquiera pensaría que estos personaje bizarros y demoníacos sólo emergen en tierras lejanas.
Nada más lejos de la verdad.
En Chile también conocemos homicidas semejantes, que también han participado en rituales satánicos. Pensemos por ejemplo en el señor que se hace llamar General Mamo. Este general, como Poto Pelao, consideraba enemigos a los civiles, a los que sometía a atroces torturas para luego asesinarlos y hacerlos desaparecer. Como Poto Pelao, peleaba por dinero, llegando a ordenar a sus subalternos en la policía secreta extraer -con un alicate, según la confesión de su criado- los dientes y tapaduras de oro de los asesinados. Según parece, vendía en el mercado estos fragmentos del metal precioso. O no se sabe si debía entregárselos al Capitán General, un demonio mayor que ordenaba a sus soldados mutilar los cuerpos de las víctimas para quitarles anillos y otras joyas -en 1973, esas joyas terminaron aparentemente en el fondo de reconstrucción nacional, vale decir en el pescuezo de una Ñá Lucía, esposa del usurpador.
El General Mamo tampoco desconoce otras aberraciones satánicas. No se sabe si cometió canibalismo, pero su costumbre de extraer los ojos a sus enemigos asesinados despierta muchas sospechas. No estaba esta práctica destinada a causar temor, porque los cadáveres eran hechos desaparecer. ¿Entonces, qué motivos tendría para cometer esos ultraje póstumos? Normalmente, en prácticas brujeriles se arranca los ojos a las víctimas sea para impedir que vuelva a ver y hacerle así imposible al alma que reconozca a sus victimarios, sea para apoderarse mágicamente de su visión y apropiarse así de sus ojos -es decir, ver lo que ven los ojos de las víctimas y poder identificar así a los compañeros de los caídos. Esta última modalidad requiere que el endemoniado se coma esos ojos. Por una misma razón mágica, a veces se mutiló a los prisioneros antes de quitarles la vida.
Así que la verdad del Mal es redonda. Satanás no vive sólo en regiones remotas entre pueblos violentos y primitivos. También vive por aquí. El demonio mayor ya se murió, y su familia tuvo el ingenio de incinerarlo para impedir que alguna poblada clavara en su corazón una estaca de plata, que hubiera significado su muerte eterna. El otro, el que se hacía llamar General Mamo, está preso. La guinda del pastel era que también pertenecía a un grupo político que decía luchar por la democracia.
[mérici]
[Este escrito fue publicado originalmente en la revista de papel Ciudad Invisible 23, septiembre-octubre 2008, p. 6. Valparaíso, Chile].
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