¿hubo un golpe en honduras?
14 de julio de 2009
El congresista Jorge Aguilar, presidente del partido Innovación y Unidad Social (PINU), se encuentra a horcajadas en la división, tratando desesperadamente de impedir que su partido se siga fragmentando aún más.
Una mañana hace poco, interrumpe una entrevista para recibir una llamada urgente: el director ejecutivo de PINU [en una entrevista en la radio] ha expresado su condena a la remoción del presidente Manuel Zelaya el 28 de junio, a la que calificó de "golpe".
Aguilar llama de inmediato al programa radial, para aclarar que los comentarios no reflejan la línea oficial del partido, sino que son las opiniones personales de un solo miembro.
PINU tiene dos miembros en el Congreso, y, como muchos votantes de PINU, están en lados opuestos de la situación. Y repentinamente, Aguilar, cuyo trabajo se concentraba en campañas y asuntos internos del partido, ahora es un mediador, un parachoques y un operativo de control de daños.
"Esta situación está polarizando a todo el mundo", dice Aguilar, que mira apesadumbrado. "Alguna gente piensa que lo que ocurrió fue un golpe, otros no. Esto podría romper a nuestro partido".
Honduras es un país dividido. El nuevo gobierno de facto juró apenas horas después de la poco ceremoniosa expulsión del país del presidente legítimo. El lunes, el aeropuerto fue cerrado durate 48 horas y las marchas de protesta continuaron en la capital. La Associated Press informó que Zelaya viajaría a Washington el martes para reunirse con la secretaria de Estado,
Hillary Rodham Clinton.
Pese a que la crisis se concentra en los niveles más altos de gobierno, también se ha extendido a toda la clase política del país. Y desde el punto de vista del presidente de un partido social-demócrata, que hace frente a las preocupaciones de militantes que apoyan el derrocamiento, y lo condena, las repercusiones de esta división podrían sentirse mucho después de la crisis actual.
Reunión Urgente
Como el resto de la sociedad, Aguilar despertó el domingo pasado para descubrir que su presidente había sido derrocado y enviado en pijama a Costa Rica después de negarse a retirar sus planes de [lo que la derecha pensaba que era un llamado a una] asamblea constituyente, que muchos dicen que tenía por objetivo anular los límites a la reelección de presidentes.
Mientras Aguilar devoraba vorazmente las noticias esa mañana -encendió la radio del coche cuando se interrumpió el suministro eléctrico- lo primero que pensó fue en su partido PINU, uno de los más pequeños en la escena política hondureña y que incluye a miembros con ideologías diversas.
Aguilar llamó a celebrar una reunión de urgencia y horas después el partido emitió una declaración condenando la situación, aunque sin hablar todavía de un golpe. Horas después recibió una llamada de un enfadado Toribio Aguilera, congresista, uno de los dos miembros del PINU en el Congreso.
"Yo iba a renunciar", dice Aguilera, que votó en el Congreso apoyando al nuevo gobierno de facto y sostiene que el derrocamiento de Zelaya no fue un golpe. "Su remoción tenía que ocurrir por respeto a la ley y la Constitución".
Mientras Aguilera se aferra a su posición, el director de PINU, Wilfredo Méndez, está pidiendo se renuncia.
"Para mí fue un golpe. Detuvieron al presidente y lo expulsaron del país", dice Méndez. "Nosotros no somos un partido que apoya golpes, y no podemos tener congresistas del partido que piensen de otro modo".
Méndez dice que la mayoría del partido comparte su opinión: Fue un golpe. Pero Aguilera dice que la mayoría de los militantes lo apoyan a él.
Aguilar, presidente del partido, dice: "Yo estoy en el medio".
Diálogo
De muchos modos, las divisiones que se están formando dentro del PINU son un microcosmo de lo que está pasando en el resto de la sociedad. Hay dos presidentes. Hay protestas en las calles. "Esto ha dividido al país entero, ha roto amistades, incluso las familias están divididas", dice Roger Marin, columnista del diario local El Heraldo.
Aguilar, cuyo padre fue miembro fundador del PINU, asumió su primer papel en el partido a los catorce, repartiendo comidas entre los representantes del partido el día de las elecciones. Desde entonces ha trabajado como fotógrafo, chofer y botones. En 2002 se convirtió en congresista y ha presidido el partido -un período de cuatro años- desde 2006.
Dice que nunca antes vio tanta polarización. Varios -de ambos lados- dicen que se niegan a participar en las próximas elecciones. Algunos están llamando al diálogo con el gobierno de facto. Otros dicen que eso lo legitimaría y en lugar de eso quieren llamar a la desobediencia civil. Algunos dicen que Zelaya debe apartarse, otros que debe volver. El teléfono de Aguilar no ha dejado de sonar en la última semana.
Convocó a una segunda reunión de urgencia este martes pasado -y llegaron dos veces más militantes que lo habitual. Pidió que compartieran sus puntos de vista, tomando copiosas notas. "Quería mostrar lo diversas que están las opiniones en el partido", dice.
Aguilar dice que el único modo de avanzar [en la solución de la crisis] es el diálogo, tanto dentro del partido como en el país. "Sentémosnos y hablemos. Todos los sectores. Nadie puede quedar fuera. Esta es una crisis. Pero es también una oportunidad", dice.
6 de julio de 2009
©christian science monitor
cc traducción mQh
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