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los niños esclavos de áfrica


Cerca de doscientos mil niños en África Occidental y África Central son esclavos, vendidos por sus padres o engañados. Los niños son mal alimentados, maltratados y golpeados. Pero algunos compran esclavos cuando crecen.
[Robyn Dixon] Kpone, Ghana. Cuando hace cuatro años su madre lo envió a vivir con familiares, le dijo a su hijo John, de cinco, que no llorara. Mary Mootey envió a su hijo de cuatro años,  Evans, diciéndole que iba a la escuela. Los dos niños, ahora de nueve, del mismo pueblo de Ghana, terminaron siendo obligados a trabajar durante catorce horas al día, pescando en el Lago Volta, y golpeados por el menor de los errores.
Hace dos décadas, Rebecca Agwu era ella misma una niña cuando su madre la envió a vivir con una tía.
"Lloré", recuerda Agwu, 30. "No quería ir, pero mi madre me engañó diciéndome que mi tía me enseñaría un oficio". En lugar de eso, la obligó a convertirse en una criada.
"Nunca volví a confiar en ella. Me sentí traicionada".
Cuando tenía ocho años, la madre de Evans fue enviado a su tío por su padre, un pescador del Lago Volta, donde lo obligaron a trabajar de tres de la mañana hasta el anochecer -limpiando, acarreando agua, cocinando y limpiando pescado.
"Cuando yo era niño, mi padre no me quería", dice Mootey, 35. "Yo lo odio, porque me causó todo ese dolor y esos sufrimientos. Lo odio".
Durante generaciones, Ghana y otros países de África Occidental han servido como centros para la trata de niños y la esclavitud. Se calculan en doscientos mil los niños que, en África Occidental y África Central, realizan trabajo no pagado. Son alimentados con lo mínimo y vestidos, privados de educación y de cuidado médico y sometidos a menudo a maltratos físicos. Leyes recientes que prohíben la esclavitud en muchos países africanos, han tenido efectos limitados.
La esclavitud tiene una larga historia en estas partes. El Castillo Elmina, en la Costa del Cabo, en Ghana, uno de los puntos de partida del comercio de esclavos en los siglos dieciocho y diecinueve hacia las Américas, atrae cada año a miles de visitantes afroamericanos a la búsqueda de sus raíces.
Los húmedos y oscuros calabozos culminaban en el "cuarto sin retorno", con sus paredes verdes y mohosas y su atmósfera opresiva. "Que la humanidad no perpetre nunca más semejantes inhumanidades contra la humanidad", se lee en una placa en la fortaleza.

Tenía Miedo de Que Lo Mataran

Pero hoy, miles de niños de Ghana viven en servidumbre, tras haber sido vendidos por treinta a cincuenta dólares, dicen organizaciones no-gubernamentales. Las niñas son a menudo obligadas a trabajar como empleadas domésticas, acarrear agua, recoger leña, barriendo, limpiando, plantando, lavando, cocinando, y en las familias de pescadores, cortando el pescado y ahumándolo. A menudo son violadas.
En general, los niños son enviados a pescar al Lago Volta, donde se les enseña a nadar arrojándoles repetidas veces de una lancha con una cuerda amarrada a la cintura.
Las historias de dos madres y dos hijos, obligados a la servidumbre con dos décadas de diferencia, son igualmente dolorosas. Los recuerdos de Agwu de trece años de trabajo doméstico y golpizas son tan amargos y vívidos como si hubieran ocurrido ayer.
"Yo tenía miedo todo el tiempo. Pensaba que no valía nada. Me dormía llorando".
Las palabras de su hijo evocan dolores similares. Enviado a trabajar como pescador, tenía que sacar solo su bote, colocar pesadas redes y zambullirse para  desanudar las enganchadas.
"Siempre pensé que moriría en el agua, porque tenía miedo", dijo la madre. "Mi amo me golpeaba, lo mismo que su esposa. Yo lloraba día y noche. Tenía miedo que me mataran".
Las manos de Mary Mootey están llenas de cicatrices, de heridas que sufrió limpiando pescados.
"Yo lloraba siempre que me obligaban a hacer algo y si estaba cansada y no podía hacerlo rápido, me golpeaban. Lloraba mucho".
Trabajó nueve años y fue violada varias veces antes de que pudiera escapar, dijo. Pensar en el pasado todavía le duele.
Cuando su hermano, un pescador de Lago Volta que también fue esclavo, se ofreció a enviar a Evans a la escuela, dice, y ella confió en él.
"Yo no estaba trabajando y tenía un montón de hijos. No tenía opción", dijo Mootey, que está desempleada. "Nunca pensé que lo haría trabajar en el lago".
Evans se sintió traicionado cuando fue obligado a acompañar a su tío.
"Mi madre me dijo que yo iría a la escuela, pero cuando llegué allá, no había escuela, así que pensé que me había engañado".
Sobrevivió terribles tormentas en el lago. Vio ahogarse a tres niños, dice.
En las tardes tenían que vaciar las redes y volver a subirlas a las canoas. "Pero a veces cuando estábamos cansados y hambrientos, nos tendíamos en la canoa y si se aparecía nuestro amo, nos golpeaba".
No podía entender por qué su ‘amo’ -su propio tío, que había sufrido el mismo tormento- lo hacía pasar por eso.

"Él no había estudiado, así que no quería que me educara yo. No puedo entender la razón de eso".

Libres por Persuación
El día de mercado, la ciudad de Dambai, en el río Oti cerca de Lago Volta, rebosa de vendedores vendiendo pescado ahumado.
Niños andrajosos se sientan en pequeños botes de madera, o cargan cestas. George Achibra, un rescatador de esclavos, los reconoce.
Nunca se olvida de la cara de un niño. Y cuando encuentra a un pescador reticente a dejar en libertad a sus niños esclavos, sólo reafirma la determinación de Achibra. Ex inspector escolar, Achibra abandonó su trabajo en Kete Kracho, en el Lago Volta, en 2006, para rescatar a los niños que trabajan en el lago. Dice que ha salvado a 216 niños de varios grupos, incluyendo de la Fundación Touch A Life, de Texas, y una organización nacional, Pacodep.
"En este lago trabajan cientos de niños. Sus amos no los llevan al hospital. No comen bien. Su albergue es pobre", dice.
Se acerca a los pescadores y los trata de convencer de que liberen a los niños y los dejen ir a la escuela. Algunos se enfadan y lo echan, dijo. Algunos llevan a sus niños a otro lugar. Pero a veces, gana.
Sus armas son la persuasión y su amplia y brillante sonrisa. "Mi enfoque son las negociaciones", dice.
En una canoa en la ribera del río hay una mujer con un vestido y pañuelo verde lima. Junto de ella hay una niño flaco, con una camisa roja y raídos pantalones cortos. Achibra sólo tiene que mirar la cara del niño para saber si es esclavo.
"Estoy aquí para resolver tus problemas", dice Achibra, acercándose con una sonrisa a la mujer, Amu Kodor. Ríe con los chistes de Achibra. Ella responde sus preguntas. El nombre del niño es Francis. La familia tiene otros cuatro niños esclavos.
Pero sus ojos miran incómodos cuando Achibra le dice que el niño debe ser liberado para que vaya a la escuela. Francis Tei, 13, mira a Achibra, asombrada, sus ojos entornados contra el brillante sol. Pero la cara de Kodor se vuelve seria. Mueve la cabeza.
Cuando era niña, dice, sus padres también la enviaron como esclava, a vender ropa.
"No era bueno, Tuve que escapar", dice.
Cuando el periodista del Times pregunta por qué debería sufrir Francis, calla durante un momento. "Tengo a todos mis niños en la escuela", replica. Sólo el ‘amo’ [su esposo] puede liberar al niño, dice.
"Él está a cargo de este niño".
Achibra planea un viaje para rescatar a Francis y los otros.

Revisando fotos de niños que ha rescatado, muestra a un niño flacucho.
"Todavía no lo rescatamos. Pero lo haremos".
A veces los pescadores dicen a Achibra que odian lo que hace.

Opciones Difíciles
Isaac Saki tenía cinco cuando su madre los vendió, a él y su hermano, a un desconocido. Trabajó durante dos años en los botes de pescadores, y a menudo fantaseaba que moriría ahogado. Después de dos años, los hermanos fueron rescatados y enviados a casa.
Un mes después su madre los vendió a otro hombre, Philip.
"Pensaba que mi madre no me quería porque si me hubiera querido, no habría querido deshacerse de mí por dinero", dice Isaac. "Philip fue peor. Me golpeaba casi todos los días".
Después de la fuga de su hermano, "me dio la peor golpiza que me han dado".
Rescatado por Achibra, Isaac, ahora de diez años, vive con cerca de veinte niños en un albergue en las afueras de Accra, la capital de Ghana, gestionado por City of Refuge Ministries, con sede en Estados Unidos. También va a la escuela.
Casos como el de él han alimentado un debate sobre si los niños esclavos están mejor con sus madres o en orfanatos y albergues.
Gideon Degbe, 12, que también vive en el albergue, recuerda el día que su madre los vendió, a él y a su hermano Geshon, entonces de tres. Ella se marchó sin mirar hacia atrás.
"La quería cuando estaba con ella. Pero desde me envió a ese hombre, nunca la volví a querer", dijo Gideon, que lleva en su cabeza las cicatrices de cuando su amo lo golpeó con un remo. "Nunca volvería con ella".
Pero algunas organizaciones, como la Organización Internacional para las Migraciones, se concentran en reunir a los niños con sus padres y apoyar su educación.
John y Evans fueron rescatados y devueltos a casa, y ahora los dos van a la escuela. Fue sólo después del rescate de Evans que Mootey se enteró de que no había estado estudiando, sino trabajando.
"Lloró cuando volvió", dice. "Yo también lloré porque mi hijo había pasado por lo mismo que había pasado yo. Eso fue lo que más me dolió.
"Yo estaba muy enfadada porque nunca imaginé que mi hermano de hacer una cosa así con su propio sobrino".
Para romper esa cadena, dice, una generación debe ser liberada para ser educada.
"Creo que mi hijo puede ser el primero".

20 de julio de 2009
12 de julio de 2009
©los angeles times 
cc traducción mQh
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1 comentario

daniela severino -

esa jente son uno abusadore e plotando eso niño asi en bede de mandalo para una escuela para k en el mañana sean profesional mira lo k asen