su vida pudo haber sido otra
7 de septiembre de 2009
Lisandro accede por primera vez a una entrevista frontal donde cuenta los detalles de aquella madrugada trágica, reflotada esta semana por la difusión de los juicios por delitos de lesa humanidad. "Viví esta semana con sensaciones cruzadas, con alegría de que se sepa quien fue el que mató a mi padre, y con tristeza por saber cómo fue. Lo más triste es ver con impotencia para atrás de que todo pudo haber sido distinto si no hubiese pasado. Ese día todavía me duele, me dolió un montón porque mi vida podría haber sido otra, esa es la bronca que te da, tanto mi vida como la de mis viejos".
"Felipe Rodríguez Araya era mi papá a quien conozco por lo que me dice la gente sobre él: que era una excelente persona, y que ayudaba a quienes le pedían algo. No lo conocí casi porque tenía nueve meses cuando se lo llevaron la madrugada del 30 de setiembre de 1975.
¿Qué pasó esa noche?
Vivíamos en una departamento de calle Mendoza 606, esquina 25 de Diciembre (actual Juan Manuel de Rosas). Habíamos ido al cine, junto a mi hermano Agustín y mi prima Agustina y mis viejos. Volvimos después de las 12 de la noche, cuando llegó un grupo de personas, que tocó timbre. Mi padre le advirtió a mi madre que no abriera, y que se fijara por el balcón quién era. Vio a un hombre que le preguntó por el portero. ’Ojo que son choros, si le abrís se te meten’, le remarcó a mi madre y le propuso mirar por el balcón de Juan Manuel de Rosas, desde donde vieron que había dos Ford Falcon estacionados, uno verde y otro celeste, de los que bajaron hombres con armas largas. Mi padre se da cuenta entonces que venían por él, mientras mi madre trataba de convencerlo de que se tirara por el balcón a una construcción vecina y escaparse. Mi papá le dijo que se quedaba porque si escapaba nos iban a matar a nosotros. "Me quedo" le dijo. De inmediato se escuchó un estruendo, que fue el explosivo con el que volaron el blíndex de abajo y enseguida golpearon la puerta. Mi padre llamó por teléfono al Comando (Radioeléctrico) y dijo "soy el abogado Rodríguez Araya. Mendoza 606. Es urgente" y corta. Para entonces ya golpeaban la puerta quienes se identificaron como policías mientras se oían de fondo las armas recargándose. ’Abri o tiramos’ gritaron y entonces mi viejo les abrió.
¿Qué pasó entonces?
Entraron varios hombres del grupo mientras mi padre les pedía que se identificaran. Ellos le repetían que se quedara tranquilo que se lo llevaban y que en un rato volvían. Le repitieron a mi madre que no se preocupara que iba a volver pronto. ’Flaco ponete el reloj y los zapatos’ le ordenó uno de ellos al que mi viejo le exigió que se identificara. Este hombre le entregó una credencial a nombre de "Luis Lescano", nombre que lee en voz alta mirando a mi madre con los ojos desorbitados. Mi vieja nunca más pudo olvidar esa mirada, que entendió tiempo después: mi padre se dio cuenta que ya lo habían secuestrado al procurador Lescano, que iba a aparecer muerto junto a mi padre. Uno del grupo agarró el aparato telefónico para romperlo contra el piso, a pesar de que mi viejo le había pedido que no la dejara incomunicada con tres pibes. Cuando salen del departamento mi madre alcanza a anotar una de las patentes de los autos y baja rápido a la calle con nosotros. Aparece entonces un policía en la vereda y pregunta que había pasado y si era esta a casa de donde habían llamado. Terminamos en la comisaría primera haciendo la denuncia.
¿Cuándo encontraron los cuerpos?
Cerca de las 3 de la mañana por un aviso (a LT8) en la autopista a Santa Fe cerca de Ricardone o San Lorenzo. Allí estaba Lescano y papá.
¿Cómo había sido la vida de tu padre?
Mi viejo tenía su profesión de abogado y la ejercía, no era un hombre que iba a armado ni era un guerrillero. Defendía a militantes políticos y a todo el mundo. Y los defendía porque se violaban sus derechos humanos cuando no había muchos abogados que aceptaran esos casos. Me contaron uno de una chica a la que logró sacar de la cárcel para que tenga su hijo. Es decir lo mataron por hacer su trabajo. Mi padre también militaba en la Unión Cívica Radical, en la que mi abuelo era un caudillo. Si no lo hubiesen matado hubiese sido sin dudas parte de la historia de este país.
¿Cómo viviste esta semana el inicio de los juicios por terrorismo de estado?
La verdad es nunca nadie nos dio una mano con este tema, mi madre mucho no podía hacer porque se la pasaba todo el día trabajando para mantenernos, y yo era muy pibe. Pero nadie de la Unión Cívica Radical ni de derechos humanos me dio una mano. Entonces estábamos solos, y no sabíamos donde tocar. Hasta que hice un quiebre cuando nació mi hija: me dio bronca porque mi viejo no la pudo disfrutar, porque podríamos haber sido una familia hermosa, además de que yo no lo pude disfrutar. Y me pone mal darme cuenta la cantidad de cosas que puedo hacer con mi hija que no pude hacerlas con mi papá. Esto también me empuja a ser el mejor padre posible. Esto me hizo un click para empezar a hacer algo.
¿Y que hiciste?
Reabrí la causa por el asesinato de mi padre. Empecé a investigar el tema y mover el expediente, sobre todo en este momento donde todo sale a la luz y es más fácil toda. Ahora tuve ayuda externa, pero la causa reabierta hace un año está en la fiscalía Nº 1 del doctor DiGiovanni y el juzgado de Marcelo Bailaque está lenta, cuesta hacerla avanzar. Empezamos bien pero nos estancamos. Están mi declaración y la de mi madre, y nada más. Esta semana denunciaron al ex fiscal Ricardo Vázquez que tuvo esta causa, y al juez Bailaque por no haber anexado a esta causa la declaración de Bueno diciendo que Pagano lo mató.
¿Qué pudiste rearmar de esa historia?
Tengo la declaración de Gustavo Bueno que es primordial, que dice que uno de los que mató a mi papá es Walter Pagano. Obviamente no fue el único, ya que eran unas nueve personas en el grupo que lo secuestró y asesinó.
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