madre coraje
20 de octubre de 2009
El testimonio más esperado era el de Panelo de Forestello. El hostigamiento de los represores a la familia de Adela comenzó el 1o de junio de 1976, a la 1 de la madrugada, sufrió el primer allanamiento en el departamento en el que vivía junto a su esposo y otra hija. Cuando les preguntó quiénes eran, respondieron que las fuerzas conjuntas de la policía, el Ejército y la Prefectura. En esa oportunidad, buscaban a Marta María pero no se llevaron nada. Un mes después, el 1? de julio, volvieron a irrumpir en su domicilio, y esta vez "robaron todo lo que pudieron". Antes de irse, les dijeron: "Si pueden duermen". Ahora, Adela indica: "Sabían que una había quedado nerviosa".
Después de esos dos episodios, la familia decidió irse a vivir a Europa. Partieron los tres, ya que Marta María no quiso. "Ella dijo que no tenía por qué irse si no había hecho nada. Además, tenía una hija chiquita que había nacido en mayo", rememora Adela. "En España sabíamos todo lo que ocurría acá. Vivíamos en estado nervioso. A tal punto que mi marido tuvo un infarto masivo que le provocó la muerte en sólo dos días. Ahí decidí volverme costara lo que costase", subrayó la mujer. En los primeros días de noviembre de 1976 pudo volver.
Fue en el verano del 77 cuando vio a su hija por última vez. Quedaron en encontrarse en la plaza Alberdi. Estaban también su yerno, Miguel Angel Tosetti y la beba. Fueron hasta la costa del río y luego ellos la alcanzaron, pero en Oroño y Urquiza, Marta María le dijo: "Mami, no te puedo llevar más al centro". "Fue la última vez que la vi, nunca más la vi", lamentó la mujer. En agosto de 1977, tras la llamada de Tosetti (como mencionó a su yerno) a un familiar, se enteró de que habían secuestrado a Marta María, y que iba con la nena. Entonces, comenzó un largo peregrinar. En el Comando le decían que volviera la semana siguiente, y negaban conocer el paradero de la joven. Mucho después, por dichos de José Baravalle, Adela pudo saber que su hija y su nieta estuvieron dos días en el Servicio de Informaciones de San Lorenzo y Dorrego. Pero entonces no supo nada.
Después del secuestro, buscó por cielo y tierra. Su nieta apareció en la dependencia policial de Cafferata y Catamarca, dirigida entonces por Leyla Perazzo. "Estaba muy deteriorada. Con pañales sucios de varios días, sarna y piojos. Me amargó la vida, pero por lo menos ya estaba conmigo", relató. Desde entonces, crió a su nieta como "una madre, un padre y una abuela".
Los grupos de tareas allanaron la casa de su hija, en Rueda al 5500, y se llevaron el boleto de compra venta, único documento que acreditaba la propiedad. Luego, se mudó allí un policía de apellido Ojeda. Aunque Adela logró hacerlo salir de la casa, nunca pudo recuperar la propiedad porque el anterior dueño realizó una venta fraudulenta.
Al año siguiente, su yerno la llamó para solicitarle ver a la niña. Ella accedió y se encontraron en el rosedal del Parque Independencia, adonde Tosetti llegó para encontrarse un rato con Victoria. "Le pregunté qué sabía de Marta María porque yo no tenía ningún dato. Me dijo que no me preocupara, que ella estaba bien", indicó la mujer. Respecto de la fecha de este encuentro se generó una controversia en la audiencia, pero el pedido de la defensora Mariana Grasso para cotejar ese dato con el brindado en una declaración anterior fue considerado extemporáneo, ya que la testigo se había retirado de la sala.
El último testimonio de la jornada fue el de Jorge Gurmendi, hermano de una de las desaparecidas que pasó por ese centro clandestino de detención. Ana María Gurmendi fue secuestrada en el barrio Industrial, y su hermano no sabe si estuvo en algún otro centro antes de ser derivada a la Quinta de Funes. Su padre también presentó hábeas corpus en la justicia provincial y federal, pero nunca obtuvo respuesta. En el Comando les dijeron que su hermana y el esposo habían logrado escapar. Por vecinos pudo saber que su hermana estaba llegando a la casa cuando la sorprendió el operativo. Vieron cómo la subían al auto sujetada de brazos y piernas, con la cabeza para atrás. En enero de 1978, una familia amiga invitó a los padres de Jorge y Ana María Gurmendi a un viaje por el sur del país, para que se distrajeran de la angustia que significaba la situación de la joven. Jorge relató que sus padres estaban en la orilla del lago Argentino cuando una enorme ola los arrastró, y sus cuerpos desaparecieron para siempre. "Lo único bueno de esa terrible muerte fue que terminaron con el sufrimiento que les provocaba la desaparición de Ana María", relató. El testigo dejó en claro que su hermana no sabía usar armas, y que siempre había sido una persona solidaria, interesada en los trabajos sociales. Por eso había empezado a militar en la Juventud Peronista. "¿Era esa persona malvada y violenta capaz de empuñar un arma?", se preguntó ante el Tribunal. "Lo niego rotundamente", afirmó, antes de valorar el "altísimo valor simbólico de los juicios".
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