masiva despedida a víctor jara
6 de diciembre de 2009
"Chacales asesinos, fracasaron; chacales asesinos, él está en la historia; chacales asesinos, no lograron matarlo; chacales asesinos, está él en el pueblo; chacales asesinos, los desprecio", recita el Tío Valentín, sacándose lo de tío y quedando en don Valentín Trujillo. El pianista es uno de los tantos que peregrinó hacia el Galpón Víctor Jara durante los días que el recinto de Plaza Brasil se transformó en la penúltima morada de Víctor Jara. Porque la última, como siempre estuvo en la voluntad de Jara, era la tierra.
Víctor Jara pasó 36 años en un nicho del Cementerio General. En altura, en el único rincón que Joan Turner le pudo destinar cuando sus restos todavía eran canto clandestino. Hasta 2003, recuerda el músico Jorge Coulon, la sonrisa de Jara estaba tácitamente vetada para la televisión. "Hay una generación a la que se le negó la figura de Víctor Jara", dice el Inti Illimani. Y había señales de que la situación no era mucho más favorable: en mayo, el ministro en visita del caso, Juan Eduardo Fuentes, anunció el cierre del sumario por el homicidio; a finales de julio, la Municipalidad de Santiago desalojó el Galpón Víctor Jara por la fuerza y declaró el Estadio Víctor Jara como "impedido" para realizar eventos masivos.
Pero cuatro meses después, el escenario es el contrario: Víctor Jara tuvo su funeral y con él, el ungimiento tardío para una de las figuras centrales de la creación popular nacional. Miles de personas circularon por un velorio de 46 horas en el Galpón. "Parecen los ochenta", decía divertido el músico Pedro Foncea, fundador de De Kiruza, uno de los tantos deudos que se acercó y le dijo "gracias, campeón de todos los tiempos".
El viernes en la mañana llegó la presidenta Michelle Bachelet, acompañada de la ministra secretaria general de Gobierno, Carolina Tohá. Sobre los adoquines de Huérfanos, la Presidenta lo despidió: "Nos hemos demorado 36 años. Finalmente, puede descansar en paz. Pero hay muchas otras familias. Tenemos que seguir luchando para que Chile pueda descansar. Víctor Jara, presente". De clausuras y presiones de olvido, en cuatro meses Jara pasó a recibir la visita del Ejecutivo y los gritos de victoria en las calles. Pero se trata de un proceso de años.
Lleno de Banderas
"Es cierto: resulta duro, a veces indignante, pensar que hay que estar luchando por la memoria de Víctor. Tenemos que ser capaces de seguir con el legado, y eso nos da mucha fuerza. Somos porfiados", explica la directora de la Fundación Víctor Jara, Gloria König. "Y deberíamos destacar un asunto generacional. Son los jóvenes de hoy quienes están recuperando esa memoria, que se identifican con su consecuencia". Ayer sábado, la gente salió a la calle a juntar potencia, unidos en la romería más grande que se haya visto en Santiago dedicada a un músico nacional. Al vuelo, más de 10 mil personas ocuparon el tramo entre la Plaza Brasil y el Cementerio General, desembocando en una multitud que ocupó desde la entrada del camposanto hasta la calle Santos Dumont.
Banderas del Partido y de las Juventudes Comunistas, la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, diabladas, una banda de rock sobre un Kia Frontier, heladeros, políticos, Mauricio Redolés con su parka bajo el brazo, el actor José Soza saludando a las señoras, un niño con su padre encaramado en una bicicleta tipo Da Vinci. Gente pintada de azul, blanco y rojo, tirando carretones de los mismos colores, formando una bandera chilena. Los edificios de Avenida La Paz con banderas, manguereando a la multitud. Y al frente de la romería, la carroza del Hogar de Cristo que llevaba a Víctor Jara a su última morada, secundada por Amanda y Manuela, sus hijas; Joan, su compañera.
Joan Jara habló el viernes. "Este no es un funeral normal", expresó. "Es un acto de amor y duelo por todos nuestros muertos. Me cuesta mucho hablar, porque es demasiado emocionante. Y es verdad, Víctor vive entre nosotros". La memoria seguirá viva: el sueño de la fundación que preside Joan es que el Estadio Víctor Jara sea transformado "en un gran centro de la cultura chilena". Según cuenta Gloria König, "ese es el próximo desafío. Se lo hemos planteado a la Presidenta. Queremos que sea el estadio para la cultura popular chilena".
Hoy Puede Ser Mañana
La procesión del sábado pasó por un mural que la Brigada Ramona Parra emplazó en Avenida La Paz, hermano de otro que pintaron en el Galpón, todos basados en el retrato sonriente que tomó el fotógrafo Antonio Larrea, quien trabajó con el músico para el arte de sus discos. El sábado capturaba el adiós desde una ventana de gato que asomaba desde la Pérgola de Recoleta. "Estoy cerrando un ciclo personal. Esa foto con que se hace el mural, era para la portada del disco que quedó inconcluso, que luego salió con el nombre de ‘Manifiesto’. Yo estaba produciendo la carátula cuando vino el golpe".
Joan Manuel Serrat también recuerda lo que quedó pendiente: "Su profunda identificación con el pueblo fue casi mística. (…) Vivió con ellos, se hizo piel y sangre de para, desde el hombre provinciano, alcanzar lo universal y de forma irrevocable, con profundas convicciones, asumir su condición de artista comprometido. Así fue hasta que acallaron brutalmente su voz el 16 de septiembre de 1973 y algo quedó truncado para siempre", escribió el catalán en el diario El País de España.
Y hablando de cabos sueltos, Jara tenía un deseo postergado. Lo cierto es que el cantante no estaba cómodo en un nicho. Quería estar en el suelo. "Ahí debajo de la tierra / no estás dormido, hermano compañero. / Tu corazón oye brotar la primavera", escribió en ‘El alma llena de banderas’. "Joan siempre lo había dicho", recuerda Gloria König, "pero nunca lo habría cambiado porque sentía que ese era el lugar en que había quedado. Con la exhumación, tuvo que salir de ahí. Está el regreso a la tierra, pero lo otro, que también es súper importante, es que ella quiere estar con él".
Y fue en el mismo ataúd en que fue depositado en 1973, hoy restaurado por su hija Manuela, conservando algunos arañazos del tiempo, recordatorio de las heridas abiertas. Y bajo el mismo poncho negro de tramas rojo copihue que le regaló Angelita Huenumán, la de la canción del mismo nombre, a quien Víctor agradeció con uno de esos retratos que dedicaba a los desconocidos con calles de tierra, casas de cartón, los que comen tierra con gusanos o que no pitan. "En tus telares, Angelita, / hay tiempo, lágrima y sudor / están las manos ignoradas / de éste, mi pueblo creador", cantó. Bajo tierra se van las manos ignoradas y acá arriba quedan las manos abiertas. LCD
Cuentas Pendientes
El 14 de mayo, el juez Juan Eduardo Fuentes decretó el cierre del sumario en el caso Víctor Jara y sólo identificó como responsable al oficial en retiro del Ejército Mario Manríquez Bravo. El cierre fracasó y arrancó una nueva fase, destinada a vincular otros hechos sucedidos en el ex Estadio Chile para tratar de reconstruir nombre a nombre el cuadro de oficiales y subalternos del recinto de detención.
El 4 de junio, el cuerpo de Víctor Jara es exhumado del nicho del Cementerio General donde había sido depositado en 1973. El director legal del Servicio Médico Legal entregó el informe sobre las pericias cinco meses después al juez Juan Fuentes Belmar: la causa de muerte de Jara fueron "múltiples heridas traumáticas por bala en el cráneo, tórax, abdomen, piernas y brazo. Se constataron fracturas en el cráneo y tronco". La primera autopsia, la de 1973, había sido superficial. Ahora se logró acreditar que el cuerpo pertenecía, efectivamente, al cantautor de ‘El cigarrito’.
El o los autores del crimen siguen impunes. El único procesado hasta el momento es el ex conscripto José Paredes Márquez. Y la sombra inasible de ‘El Príncipe’ sigue penando el proceso: quienes compartieron días con Víctor Jara en el Estadio Chile han coincidido en un oficial de rasgos germanos, responsable de maltratos, saña y disparo contra el músico. El Ejército argumenta que no existen registros de los oficiales que tomaron posición en el centro. El magistrado Fuentes Belmar sigue adelante con la investigación para encontrar a los responsables.
©la nación
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