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declaración de docente exiliada


En la causa Brusa, el testimonio de una docente santafesina exiliada en Austria. María Cristina Boidi, envió su testimonio desde Austria al Tribunal Oral de Santa Fe que juzga al ex juez Víctor Brusa y a cinco policías, entre ellos el ex jefe de la 4ª, Mario Facino. Boidi reveló que después de los tormentos Facino la vio en un calabozo.
[Juan Carlos Tizziani] Santa Fe, Argentina. Una docente santafesina exiliada en Viena relató su paso por el circuito represivo de la dictadura, desde su secuestro en la comisaría 4ª hasta su martirio en un centro clandestino ubicado en las afueras de Santo Tomé. "En ese sentimiento sin espacio, ni tiempo, ni límites, solo tuve la sensación de fin. Sentí que allí no había más chance para un después. Que estaba en manos de la absoluta impunidad", dijo María Cristina Boidi, en un testimonio que envió desde Austria al Tribunal Oral de Santa Fe que juzga al ex juez Víctor Brusa y a cinco policías, entre ellos el ex jefe de la 4ª, Mario Facino. Boidi reveló que después de los tormentos en el chupadero el grupo de tareas la volvió a dejar en la 4ª. Facino la vio en un calabozo. "El se tapó teatralmente los ojos ante mis hematomas y las huellas de la violencia en mi cuerpo y me dijo: "No los quiero ver, es una brutalidad. Voy a informar, pero yo no puedo hacer demasiado. No tengo nada que ver con esto"". Ella le dijo que era el responsable de la comisaría, pero Facino le contestó que "estábamos en una situación especial". Entonces, le rogó que un médico curara sus heridas y una hemorragia vaginal, pero "el médico nunca llegó".
Boidi había sido citada a declarar como testigo en el juicio a Brusa y compañía. Un problema de salud le impidió viajar a Santa Fe, pero envió su testimonio al Tribunal desde Viena, certificado por la embajada argentina en Austria. El defensor oficial Fabio Procajlo, que patrocina a Brusa y a otra imputada, María Eva Aebi, se opuso a que el relato de Boidi se incorpore al juicio, pero después retiró la objeción y aceptó que el Tribunal lo acumule a la causa como documento y pueda ser valorado en los alegatos y en la sentencia.
Boidi fue detenida el 11 de noviembre de 1975. La llevaron a la Jefatura de Policía de la provincia y luego a la seccional 4ª, mientras allanaban su casa y detenían a su madre que también padeció malos tratos. "Estuve incomunicada y desaparecida durante varios días": primero, en la 4ª y después, en otro centro clandestino en las afueras de Santo Tomé, donde "me torturaron y fui víctima de todo tipo de apremios ilegales", recordó.
El 20 de noviembre, la pasaron a la cárcel del Buen Pastor, donde "vivíamos junto a otras presas políticas en una situación precaria y miserable, carentes de las más mínimas medidas de salubridad". El golpe de marzo de 1976 empeoró las condiciones de detención. "Fui encerrada una celda durante las veinticuatro horas del día con otras compañeras y sus hijos, tres niños pequeños".
El 14 de octubre de 1976, un operativo militar la volvió a trasladar con otros de presos políticos en "condiciones denigrantes y violatorias de todo derecho". El vuelo partió desde el aeropuerto de Sauce Viejo a Buenos Aires. Su destino era la cárcel de Villa Devoto.
Las penurias de Boidi comenzaron el 6 de noviembre de 1975 cuando regresaba de dar clases en el profesorado de la escuela Almirante Brown. Eran alrededor de las 20. En la esquina de San Martín y Junín, a metros de su casa, vio "a un joven desconocido tirado en el piso, a quien uno de los propietarios de un negocio de compraventa de autos (Buggy Automotores) le apuntaba con una pistola. Le pregunté qué estaban haciendo con esa pistola y por qué no dejaban en paz a ese muchacho. Lo hice sin reflexionar y sin medir las consecuencias", afirmó. Ese joven era el abogado Jorge Pedraza, querellante en el juicio, a quien la docente no conocía.
Cinco días después, el 11 de noviembre, Boidi fue detenida en la escuela de enseñanza media Constituyentes, donde era directora. Ya habían tomado como rehén a su madre y allanado su domicilio. "La casa fue dada vueltas totalmente", dijo. Y denunció que le robaron sus libros y parte del archivo del Sindicato de Trabajadores de la Educación de Santa Fe, del que era cofundadora. "Me sustrajeron todas mis fotos, textos académicos escritos para la Universidad del Litoral y objetos personales" de ella y de su madre.
La noche del 12 de noviembre de 1975, alrededor de las 22, Boidi ya estaba en una celda de la comisaría 4ª, cuando la fue a buscar el grupo de tareas. Cuatro hombres la encapucharon y le ataron las manos atrás. La subieron a un vehículo y se dio cuenta "por la respiración agitada" que había otro secuestrado. No lo pudo ver, pero ese joven era Pedraza, que también tenía el rostro cubierto por una capucha.
El relato de Boidi coincide con el testimonio de Pedraza en el juicio sobre el traslado al centro de torturas y un ruido que les quedó grabado en la memoria a ambos: el cruce del auto por un paso a nivel ferroviario. Ya en el chupadero, la ataron de pies y manos, boca a arriba, en un camastro. "Eran tres o cuatro hombres. Comenzaron a torturarme con la picana, me tiraban agua para que el golpe de electricidad fuera más intenso. Me picanearon en la zona genital, en los pechos, en las axilas, en las encías, en los oídos. Me introdujeron diversos objetos ásperos y cortantes en la vagina. Me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza que me impedía respirar, hasta el punto casi de la asfixia. Estos métodos se repitieron mezclados con insultos, burlas, comentarios y una clara sexualización de la violencia", relató Boidi.
"Entre el sonido de una radio a todo volumen y escasos momentos de silencio", Boidi pudo escuchar "gritos y quejidos de dolor", con lo cual confirmó su sospecha que en el centro clandestino estaba el otro detenido que habían trasladado con ella. "Yo no puedo precisar la duración de los tormentos. No tenía reloj", dijo la docente. "En ese sentimiento sin espacio, ni tiempo, ni límites, sólo tuve la sensación de fin, de final. Sentí que allí no había más chance para un después. Que estaba en manos de la absoluta impunidad".
"Después de varias horas, me hicieron vestir nuevamente. Me llevaron fuera de la casa. Me pusieron en una bolsa y me dijeron que me tirarían al río porque yo no había dado ninguna información"Estuve en esa situación, tal vez, alrededor de una hora". Hasta que la desatan y la suben a un auto que ahora sí pude ver: era un Renault blanco.
"Con los años y los testimonios de muchas víctimas del terrorismo de estado, pienso que ese lugar donde fui torturada puede haber sido la trágicamente famosa ‘Casita’, cercana a Santo Tomé".
El grupo de tareas la volvió a dejar en la comisaría 4ª, donde sufrió un simulacro de fusilamiento. La ayudó un policía de la seccional, que "me acompañó al baño. Yo no podía caminar, pero él me arrastró hasta el baño y me dijo que no debía tomar agua", dijo. Allí volvió a escuchar en la celda de al lado "los gritos de dolor de otro preso que había sido víctima de torturas. Con el tiempo, supe que era Pedraza, el joven a quien yo había intentado ayudar en la esquina de mi casa (en San Martín y Junín, el 6 de noviembre de 1975) y que estuvo detenido en el mismo período en la comisaría 4ª".
"Al día siguiente, casi sin moverme, con hemorragias vaginales, intensos dolores y el cuerpo cubierto de moretones, pedí hablar con el jefe de la comisaría. Cuando Facino vino a mi celda, se tapó teatralmente los ojos ante mis hematomas y las huellas de la violencia en mi cuerpo y me dijo: "No los quiero ver, es una brutalidad. Voy a informar, pero yo no puedo hacer demasiado. No tengo nada que ver con esto"". Boidi le planteó que él era el jefe de la seccional y por lo tanto "responsable de su integridad y su vida. Facino me dijo que sí, pero que estábamos en una "situación especial". Le pedí un médico para que evaluara mi estado de salud, las consecuencias de la tortura y constara en forma escrita mi deplorable estado. Me dijo que lo solicitaría. El médico nunca llegó", concluye parte del testimonio.

6 de diciembre de 2009
©rosario 12
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