los signos del cardenal
2 de mayo de 2010
Ex monjas confirman participación de cardenal Bergoglio en el secuestro de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics.
Carabelli muchas veces les escuchó decir que Bergoglio los había entregado y que no hizo ninguna gestión para defenderlos una vez secuestrados. "También un jesuita amigo de Bergoglio que pasó por nuestra congregación habló mal de ellos. Dijo que estaban presos porque desobedecieron al provincial, que tenían plata y mujeres".
Cuando Norma Elena dejó los hábitos se casó con Ricardo Laskowski, quien había sido compañero del seminario de Yorio. Laskowski se retiró como diácono pero siguieron siendo muy amigos. Yorio los casó y se fueron a vivir a Reconquista, en el norte de Santa Fe, donde hicieron trabajo social en el Instituto de Cultura Popular, Incupo, inspirado por los obispos del NEA. Norma y Ricardo adherían a la Teología de la Liberación. El 23 de septiembre de 1976 los secuestraron. Al quedar en libertad se exiliaron en Alemania. En el verano alemán de 1977 recibieron en su casa de Obermuentertal a Yorio, quien les presentó a Jalics. Ambos venían de Roma donde se encontraron con un asistente del superior jesuita Pedro Arrupe. Según le contaron a Norma y su marido, allí hicieron saber que "Bergoglio los había entregado. Mientras estaban secuestrados, Bergoglio le envió una carta a Arrupe en la que le explicó que Yorio y Jalics no pertenecían a la orden desde una fecha anterior al secuestro. Arrupe les propuso el reingreso a la orden. Jalics aceptó y fue designado maestro de novicios en el Convento Saint Rupert, entre Obermuentertal y Staufen. Yorio, se negó y permaneció en el clero secular".
Leonor Carabelli agrega que también el sucesor de Arrupe, Peter Hans Kolvenbach, le ofreció a Yorio volver a la Compañía de Jesús, en 1996, pero que no aceptó porque no le permitieron acceder a la documentación con los cargos que Bergoglio había presentado en su contra. "Orlando quería saberlo para defenderse y limpiar su nombre, que es uno de los derechos más sagrados de la persona. Kolvenbach le respondió que eso no podía hacerse. Yorio le dijo que en ese caso sólo deseaba dar los pasos necesarios para poder sentarse a la misma mesa en el Reino de los Cielos". Carabelli dice que algunos cristianos de buena fe le han preguntado si no creía que el Cardenal pudo haberse arrepentido y cambiado. "Todos tenemos la oportunidad de arrepentirnos", responde la religiosa. "Pero el arrepentimiento se pone de manifiesto con signos. Un signo grande sería tener el coraje de reconocer el mal que hizo y pedir perdón. Y un gran signo en contrario es seguir hablando mal de quien está muerto, como en el caso de Orlando, que ya no puede defenderse, e insistir en la mentira y en la calumnia, lo que moralmente es muy grave". Yorio murió en 2000 de un infarto. En uno de los aniversarios, las hermanas de Nuestra Señora de la Esperanza enviaron un correocircular sobre el tema. "Decía que así como otros sectores comprometidos en el genocidio, como el Ejército, habían hecho un público petitorio de perdón, de la misma manera sería saludable que lo hiciera la persona que entregó a Yorio y Jalics. Nada de esto hemos visto, sino tan solo una actitud del cardenal de querer limpiar su imagen o de embellecerla, lo que como es lógico desata andanadas de testimonios en su contra".
Poco antes de morir, Laskowski recibió un pedido de útiles para una asociación por los derechos de los pueblos originarios en la que trabajaba junto con Norma Elena. Respondió que no tenían recursos pero que tal vez podría conseguirlos. "Le escribió una carta a Bergoglio y la llevó a la sede del Arzobispado de Buenos Aires. Exponía sobre su relación con Yorio y lo que le había contado sobre él y que necesitaba 5000 pesos para ayudar a una comunidad indígena. Al día siguiente, Bergoglio en persona lo llamó por teléfono y lo citó en el Arzobispado. No lo atendió Bergoglio sino un ayudante y le extendió un sobre con ese dinero."
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