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quieren prohibir corridas de toros


Cataluña forcejea con una propuesta para prohibir las corridas de toro. Los que rechazan los toros lo considera un acto de barbarie. Sus partidarios lo defienden por constituir una tradición, y sospechan que sus rivales tienen otro motivo: afirmar la identidad regional y el separatismo.
[Henry Chu] Barcelona, España. Cuando José Tomás volvió victorioso a los toros hace tres años en Barcelona, poniendo fin a su muy lamentado retiro, sus admiradores lo recibieron con honores de héroe .
Pero cuando Tomás llegue aquí el próximo mes en otra especie de retorno -uno de sus primeros compromisos desde que fuera feamente corneado en abril en México-, el célebre matador se puede encontrar a sí mismo en una situación bastante diferente: como un forajido.
Legisladores regionales esperan decidir pronto si abolir o no los toros de una vez para siempre en Cataluña. Hay indicios de que votarán a favor, lo que convertiría esta región costera en el nordeste en la primera en la España peninsular en aprobar esa prohibición.
Ya era hora, dicen los partidarios, de que Cataluña se deshiciera de un deporte cruel y sangriento que en lo esencial convierte en virtud la tortura y muerte de un animal cautivo.
Pero los opositores de la prohibición sospechan que el declarado interés en el bienestar animal, en realidad es una pantalla para un objetivo más político: burlarse del resto de España en una reafirmación de la identidad catalana y sus aspiraciones nacionalistas.
El debate ha avivado las tensiones regionales en un país donde esas divisiones pueden ser una combinación combustible, transmutándose ocasionalmente en violencia separatista -en la región vasca, por ejemplo. Aunque Cataluña no tiene la misma historia de separatismo violento, muchos vecinos de aquí se ven a sí mismos como diferentes de "los españoles" y ansían la independencia.
La campaña contra la corrida de toros ha provocado una airada reacción en Madrid, Valencia y Murcia, cuyos gobiernos han declarado al deporte como una institución cultural, una condición que otorgaría a los organizadores beneficios fiscales y otras protecciones especiales.
"Los toros fueron una fuente de inspiración para Goya, Picasso, García Lorca, Hemingway y Orson Welles’, dijo a los periodistas hace poco Esperanza Aguirre, presidenta del gobierno regional de Madrid. "Es un arte que ha sido parte de nuestra cultura desde tiempos inmemoriales".
Comentarios sobre faenas aparecen regularmente en las páginas de arte de los diarios españoles, y cuando un brioso torero como Tomás sale a la arena, mostrando un temerario, aunque clásico estilo, los aficionados lo asocian con una experiencia mística.
Los activistas de derechos animales tienen poca paciencia con personas que hablan de cultura y tradición. Para ellos, el vistoso traje de luces dorado del matador y el aura de romanticismo que se ha levantado en torno a las corridas de toros son simplemente modos de encubrir la crueldad ritualizada.
"Creemos que es una vergüenza para un país tener un símbolo como ese", dijo Manel Macia Gallemi, de la organización Prou ("Basta" en catalán), que ha dirigido la campaña a favor de la prohibición. "La cultura tradicional española tiene el flamenco y otras cosas de las que no tienes que avergonzarte".
Macia Gallemi observó que la oposición a la lidia de toros no es solamente un fenómeno catalán. En Madrid, una protesta contra los toros en marzo convocó a miles de manifestantes blandiendo pancartas con lemas como "Tortura no es cultura".
Y muchos catalanes son también entusiastas seguidores de los toros.
"Es verdad, en el pasado en Cataluña los toros gustaban mucho más que ahora. Mi abuelo es un ejemplo", dijo Macia Gallemi. "Era una suerte de diversión popular, porque no tenían otras distracciones".
Pero la sociedad y las ideas sobre el trato ético de los animales han avanzado, y los toros deben seguir la misma ruta que actividades como el acoso de osos hacia el tacho de basura de la historia, dicen los activistas.
Su petición de que se prohíba el espectáculo reunió 180 mil firmas -tres veces más que el número necesario para presentar la petición en la asamblea regional catalana, obligando a los legisladores a votar sobre si iniciar o no una legislación.
El problema es tan sensible que, por primera vez en la historia, dijo el legislador David Pérez, que la cámara apagó la pantalla con el tablero de votación de modo "que nadie se sintiera intimidado".
Pérez, miembro del izquierdista Partido Socialista, se opone a la abolición.
"No es correcto prohibir todo lo que te disgusta personalmente", dijo.
Además, el proyecto para terminar con las corridas ignora otras tradiciones que también podrían ser consideradas crueles, entre ellas la práctica, en algunos festivales rurales, de amarrar antorchas en llamas a los cuernos del toro.
Para Pérez, ese silencio es prueba de inconsistencia y de motivos inconfesables.
"No se trata de maltrato animal o de sufrimiento animal. Se trataba de la identidad catalana", dijo.
De hecho, el verdadero enemigo de las corridas de toros bien pueden no ser los activistas por los derechos animales ni los nacionalistas catalanes, sino el tiempo. Excepto por las multitudes de admiradores que atrae Tomás, el matador estrella, el público de las corridas ha estado disminuyendo firmemente. El principal coso de Barcelona, la Plaza Monumental, a menudo debe esforzarse por llenar apenas la mitad de las localidades.
El golpe de gracia de las corridas pueden darlo no la hostilidad explícita, sino, en lugar de eso, la indiferencia.

23 de junio de 2010
©los angeles times 
cc traducción mQh
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