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cárcel por matar a gato callejero


La Justicia empieza a castigar con cárcel el maltrato animal. Reventar a golpes a un gato callejero ya no sale por una multa.
Alicante, España. Este diario ha accedido a una de las, todavía, escasas sentencias que impone cárcel por esos actos de sadismo. Enrique Iván M.G. ha sido condenado a cuatro meses por un delito del artículo 337 del Código Penal.
Este individuo asesinó el 11 de junio de 2009 a un gato con el que se topó en la calle de San Blas de Monóvar. Agarró al animal y lo lanzó con fuerza contra el suelo. Y no contento con ello volvió a estamparlo repetidas veces contra una pared hasta causarle la muerte.
Sus razones son un misterio porque el delincuente renunció a desvelarlas, ya que no compareció al juicio rápido señalado en Alicante. La vista fue suspendida varias veces y al final la juez María Belén Muñoz decidió celebrarla en su ausencia, posibilidad que contempla la ley cuando la pena solicitada es inferior a un año de cárcel.
Sus razones no se conocen, pero sí la extrañeza que exhibió ante los policías locales que le comunicaron la actuación penal que se cernía sobre él. Según fuentes de la Fiscalía, el atestado refleja que Iván espetó algo así a los agentes como: «¿Por esto venís a por mí?».
La defensa, sin más alegatos, solicitó su absolución, pero la magistrada decidió imponerle cuatro meses de cárcel y tres años de inhabilitación para ejercer cualquier profesión, oficio o comercio relacionado con los animales.
Las pruebas eran suficientes. Además del informe policial, dos testigos presenciaron los hechos. Según la magistrada, la acción del reo se ajusta a la que castiga el Código Peal: «Maltratar con ensañamiento e injustificadamente a animales domésticos, aumentado deliberadamente su sufrimiento, causándole padecimientos innecesarios y la muerte o lesiones que produzcan un grave menoscabo físico».
«Desde la reforma ha habido varias sentencias condenatorias. El Poder Legislativo demostró una sensibilización ante este problema que se ha trasladado a la Justicia. Esa reforma era necesaria, aunque algunos pensamos que conductas como éstas deberían ser castigadas más duramente», afirma el fiscal jefe de Alicante, Juan Carlos López Coig.
Raúl Mérida, presidente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, coincide con el jurista, aunque advierte que en ocasiones prevalece lo que él denomina la «fuerza de la costumbre», ya que muchos maltratos de carácter delictivo «se quedan de puertas para adentro».
En su opinión, el cambio legislativo supuso «un antes y un después», pero todavía muchos casos acaban en multas o sanciones y no llegan a los juzgados.
Lamenta Mérida las manifestaciones ciudadanas a favor de los autores de estos delitos. «En San Vicente, cuando el maltrato animal aún era falta, se produjo la primera condena en España gracias a una denuncia nuestra. El acusado había quemado vivo a su perro, pero a la entrada de los juzgados, mientras estábamos manifestándonos, tuve que escuchar la frase ’La que están montando por un perro’».
El Seprona de la Guardia Civil, unidad policial especializada en la persecución de los delitos contra la naturaleza, recuperó el pasado año 314 animales domésticos abandonados, heridos o maltratados.
Aunque las situaciones son de lo más diversas, abundan los ataques a mascotas sin dueño, las que vagan por calles de pueblos y ciudades husmeando en los contenedores. Tampoco es raro el envenenamiento de perros y gatos, que les provoca un sufrimiento desmedido, en ambientes rurales o fruto de rivalidades vecinales. Y qué decir de algunas razas caninas como los galgos, abandonados a su suerte por centenares cada año cuando la vejez los convierte en inútiles.
Aunque lenta, la toma de conciencia en la judicatura ha sido tan profundo que algunos fiscales han optado por reclamar severas condenas también por omisión. Una de esas iniciativas corresponde al fiscal Javier Romero, que ha pedido nueve meses de cárcel para un individuo, José María F.S., por dejar abandonadas en un estado deplorable a dos perras en una parcela de la Cañada del Fenollar.
Los animales no tenían ni agua ni comida, estaban cubiertas por un auténtico «manto de garrapatas» y sufrían las tórridas temperaturas de agosto de 2007. Las criaturas fueron rescatadas pero murieron días después.
Las cosas están cambiando poco a poco en la Justicia, si bien todavía hay que derrotar en la sociedad «la fuerza de la costumbre» a la que alude Mérida. Al menos, si unos animales son enterrados y quemados vivos, si hallan la muerte al cabo de un sufrimiento extremo, otros comienzan ya a verse entre rejas.
23 de agosto de 2010
22 de agosto de 2010
©las provincias
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