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víctimas saldan cuentas


Carlos Corbella rindió homenaje al ex presidente Kirchner en el juicio a represores que sigue en Rosario. "Vine acá a saldar parte de mi vida, a dar testimonio", dijo Corbella, quien estuvo detenido en el Servicio de Informaciones, donde sufrió golpes y torturas. También declaró Marcelo de la Torre, quien tenía 16 años cuando fue detenido.
[Sonia Tessa] Argentina. Con voz firme, Carlos Corbella relató ayer frente al Tribunal Federal Oral número 2 que fue secuestrado el 29 de junio de 1976 en la Municipalidad de Rosario, donde trabajaba. Lo trasladaron al Servicio de Informaciones (SI) que funcionaba en la Jefatura, donde sufrió golpes y torturas. Le quedó una infección en los tobillos, persistente durante meses. "Las cicatrices no se fueron más", expresó. Enumeró a varios integrantes de su familia, víctimas del terrorismo de Estado. Recordó que su defensora oficial, Laura Cosidoy, no lo recibió nunca cuando él -con libertad vigilada a partir de 1979 pugnaba por el sobreseimiento. Cuando terminó su declaración, le pidió permiso al Tribunal para decir algo más. "Para mí este ha sido un momento muy trascendente. Vine acá a saldar parte de mi vida, a dar testimonio por la verdad y la Justicia", empezó. "Durante años, creíamos que se desdibujaba este momento, que no íbamos a llegar a concretarlo. Rescato la labor de las organizaciones y familiares, pero quiero resaltar que no hubiera ocurrido sin la decisión del gobierno nacional, tan valiente y consecuente. En este momento quiero, humilde pero emocionadamente, rendir homenaje al compañero Kirchner". En ese único instante, su vozarrón se convirtió en un hilo, y la emoción le atragantó las palabras. Tomó un sorbo de agua, respiró y agregó: "Reafirmamos nuestro compromiso inclaudicable con la compañera Cristina". Los abogados de Hijos, Nadia Schujman y Lucas Ciarnello, tenían los ojos humedecidos. En la sala repleta, buena parte del público lloró en recuerdo del ex presidente. Después, llegó el aplauso cerrado. A él y a su homenaje.
Corbella fue el segundo testigo de la audiencia por la causa Díaz Bessone que se realizó ayer. Militante de la Juventud Trabajadora Peronista, fue secuestrado por cuatro hombres de civil con apoyo policial. De su estadía en el SI recordó las torturas, y a los que la infligieron. Mencionó al ‘Mudo’ (Raúl Guzmán Alfaro, segundo jefe del centro clandestino de detención), al ‘Ciego’ José Rubén Lofiego, a ‘Rommel’ (Ramón Ibarra) y al ‘Cura’ Mario Alfredo Marcote. En el proceso en marcha, Marcote está acusado por privación ilegítima de la libertad, torturas y asociación ilícita, mientras Lofiego le suma a estos cargos el de homicidio.
En su extenso y detallado relato, que incluyó el lapso de más de un mes en el SI, así como sus posteriores traslados a las cárceles de Rosario, Coronda, Caseros y La Plata, Corbella recordó especialmente al correntino Pedro Galeano, militante de la UES que soportó un suplicio y continúa desaparecido. Fueron trasladados juntos -con otros detenidos desde el Servicio de Informaciones, y a Galeano no quisieron recibirlo en la cárcel de Encausados por el estado "lamentable" en el que se encontraba, producto de las torturas. Compartieron la celda durante unos días, hasta que fue retirado del lugar. El médico jefe del penal les aseguró que iría a un hospital para reponerse, pero Galeano fue asesinado.
Corbella también se refirió a la ejecución de Daniel Gorosito, que fue sacado en octubre de 1976 de Coronda para ser ultimado. Recordó la rebelión de los presos -que empezaron a golpear y gritar para evitar que el detenido fuera sacado del lugar y el compromiso del jefe del penal, que no fue cumplido.
El fiscal Gonzalo Stara quiso saber si algún otro miembro de su familia había sufrido persecución durante la última dictadura militar. Corbella relató que su esposa, Lidia Borda, también estuvo desaparecida a partir de abril de 1976, durante unos meses. Y que su prima María Cristina Márquez fue una de las asesinadas en la masacre de Los Surgentes, en Córdoba, después de haber estado en el SI. También su cuñado, Roberto Borda, fue secuestrado el 7 de julio de 1976 y continúa desaparecido, aunque su destino final fue conocido recientemente. Apareció acribillado tres días después de su secuestro en un camino cercano a Pergamino. Una prima de su esposa, Any Valle y otra compañera, Beatriz Aguilera, fueron torturadas, y asesinadas en un enfrentamiento fraguado. En agosto de 1977, otro primo de su esposa, Juan Carlos Valle, fue retirado del servicio militar que cumplía en Mar del Plata para ser llevado al SI. El 7 de septiembre lo asesinaron.
Ante una pregunta del abogado Alvaro Baella, del equipo de Hijos, Corbella recordó que durante su detención le habían designado a la defensora oficial Cosidoy. "Nunca vi la causa, salvo cuando fueron a Coronda y me hicieron el peritaje caligráfico", recordó. A Corbella le atribuían una declaración que nunca había firmado. Se hizo una pericia caligráfica que demostró el fraude. En julio de 1979, Corbella salió con libertad vigilada. Desde ese momento, buscó en vano entrevistarse con su defensora para que apurase el sobreseimiento, imprescindible para sus posibilidades de conseguir un trabajo. La funcionaria pública jamás lo atendió.

En el Nombre del Padre
El primer testigo de la mañana fue Marcelo de la Torre, quien relató que había sido detenido en 1975 junto a otro compañero de la Unión de Estudiantes Secundarios. Fue liberado, pero el miedo ya se había instalado. Tenía 16 años cuando fueron a buscarlo, en febrero de 1976, a su casa, pero él negó su identidad. "Tenía un aspecto muy de niño, más de lo que de hecho era", rememoró. Desde ese momento, debió esconderse. A fines de junio de ese año, su padre, abogado, le aconsejó que se presentara voluntariamente al Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, para resguardar su vida. Eran varios sus compañeros de la UES que habían muerto y desaparecido. El 28 de junio, acompañado por su padre, su madre y su tío Raúl, militar retirado, ingresó en el edificio de Córdoba y Moreno. "En ese momento yo no sospechaba la crueldad a la que se iba a llegar posteriormente", confió ayer.
Lo que siguió fueron más de una semana en la dependencia militar del Batallón 121, donde lo interrogaron bajo amenazas de ser trasladado a un lugar más cruel. Así lo hicieron, lo llevaron al Servicio de Informaciones donde no sólo fue torturado, sino también obligado a presenciar las torturas a otra detenida, Patricia Antelo. "Es tal vez menester volver a decir que era un lugar infernal, los detenidos eran cuerpos yacentes, totalmente dañados", relató De la Torre, quien reiteró que había declarado cuatro veces, y lo haría cuantas fuera necesario para obtener justicia, a la que relativizó por el paso del tiempo. "No deberíamos hacernos los distraídos acerca de que estos hechos acontecieron hace 35 años. Aparte del dolor que todo esto produce en la memoria", afirmó.
"Los personajes acusados son, no tengo ninguna duda, quienes dirigían y procesaban" el terrorismo de Estado, dijo De la Torre, 26 años después de su primera declaración ante la Justicia. "¿Qué más se puede decir, que Lofiego era el torturador principal, la última puerta del infierno?", expresó. Lofiego dirigió su tortura. Y era también utilizado como amenaza por otros represores. Esto lo graficó con claridad el testigo. En una oportunidad, cuando -ya legalizado fue llevado ante un Tribunal Militar, De la Torre no brindaba información. Entonces, el teniente coronel Enrique González Roulet fue explícito. "Se enojó, me sacó y me dijo que si no decía la verdad iba a tener que enfrentarme nuevamente con el ’Ciego’", recordó De la Torre.
El testigo, a quien sus amigos le dicen ‘El Mosquito’, mencionó también a ‘Caramelo’ Altamirano (que no es juzgado en este proceso), así como a los acusados Marcote y ‘Archi’, por José Antonio Scortecchini, a quien señaló también como el encargado de los traslados desde la cárcel hasta el lugar donde lo sometían a juicio militar. Los vio por lo menos seis veces.
Ante las preguntas del abogado defensor Germán Artola, De la Torre afirmó que fue trasladado no menos de cuatro veces desde los lugares de detención hacia el SI, donde esperaba los procesos ante tribunales militares. En el primero fue condenado a prisión perpetua. Pero su padre no se resignó, y continuó presentando recursos hasta que consiguió un segundo juicio. El caso llegó a cortes internacionales, que lo tomó como emblemático, ya que no podía juzgarse a civiles, menores de edad, de acuerdo a un Código Militar.
El testigo se quejó, a viva voz, porque los acusados podían verlo pero él no tenía ese derecho. Ramón Genaro Díaz Bessone, Lofiego y Scortecchini siguen el juicio desde una sala contigua. Marcote, Ramón Vergara y Ricardo Chomicky en el mismo espacio, pero a espaldas de los testigos. "¿O sea que él me ve a mí y yo no lo veo a él? Qué paradójico, cuánta tragedia", expresó De la Torre cuando le informaron que Lofiego no estaba en la sala.
Sobre su presencia en el juicio, dijo que cada declaración tenía como objetivo honrar la memoria de su padre y dejar un legado a sus hijos en la búsqueda de justicia. "Este es un mandato paternal. Hace 35 años que vengo dando testimonio de esto, no por la confianza que tengo en la Justicia, sino porque él era un hombre de ideas, un hombre de derecho", relató De la Torre, quien recordó que su padre fue fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y que en plena dictadura, recorría los pasillos de los Tribunales con un poncho. Muchos se abrían a su paso, lo segregaban, porque él aceptaba el desafío de pelear judicialmente por las personas privadas ilegalmente de su libertad.
2 de noviembre de 2010
©página 12
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