la fuga de punta carretas
Hace cuarenta años lograban escapar en Uruguay 111 presos políticos y cinco comunes. Los ex tupamaros Mauricio Rosencof y Jorge Zabalza rememoran aquel escape mayúsculo. "Cuando le preguntaron a Raúl Sendic cuántos debíamos escapar, él respondió: ‘Todos’", dice Rosencof. "Nos fuimos sin disparar ni un solo tiro", recuerda Zabalza.
[Adrián Pérez] Uruguay. Por sus características épicas y de ribetes cinematográficos, fue considerada la fuga de presos políticos más grande de Uruguay y del mundo, y hasta ocupó un lugar en el Guinness. Mientras se organizaba un levantamiento en la Teja, con el propósito de distraer a las fuerzas de seguridad, en la madrugada del 6 de septiembre de 1971 la "Operación Abuso" ponía fin al encierro de 111 militantes políticos –entre ellos, la cúpula del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros– y cinco presos comunes detenidos en la prisión de Punta Carretas. El gobierno de Jorge Pacheco Areco, que se sobreponía al mal trago provocado por la huida de 38 prisioneras de la cárcel de mujeres, recibía un nuevo golpe. A cuarenta años de aquella jornada, Página/12 habló con dos protagonistas de la masiva fuga.
El penal de Punta Carretas tenía cuatro pisos, con 48 celdas por planta. Alojaba a detenidos por crímenes comunes y a un centenar de presos políticos ubicados entre el segundo y tercer piso. El presidente José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro, actual ministro de Defensa de Uruguay, también escaparon de la cárcel. Construida a principios del siglo XX, la prisión se hizo célebre en 1931 cuando un grupo de ocho anarquistas huyó cavando un túnel.
"Aquello fue un orgasmo nacional, una epopeya", recuerda en diálogo telefónico el ex tupamaro Mauricio Rosencof. Para facilitar la huida, el escritor y otros compañeros ocuparon la casa ubicada en Solano García 2535, frente al penal de Punta Carretas. "Por ahí tenía que salir el túnel, a nosotros nos tocaba distribuir a los compañeros y ponerlos a resguardo. Al salir, el Ñato (se refiere a Fernández Huidobro) contaba un montón de anécdotas", señala. En un momento, los presos sintieron un soplo de aire que llegaba desde el túnel utilizado por los anarquistas. Los tupamaros bautizaron "Lenin" a su excavación y llamaron "Kropotkin" al primer túnel, en alusión al pensador ruso creador del anarco-comunismo. Sellaron aquel momento con un cartel que colocaron en el camino, y que rezaba "Dos ideologías y un mismo objetivo: la libertad".
Para que los presos pudieran escapar, perforaron las celdas desde el tercer piso. Al serruchar los barrotes, el polvillo que se desprendía era barrido con yerba mate lavada para que no quedara rastro alguno. "Hubo una cosa formidable, cuando le preguntaron a Raúl Sendic cuántos debíamos escapar, él respondió: ‘Todos’", subraya.
"A poco de salir, el Pepe vuelve a caer. Tiempo después se hace otro operativo llamado El Gallo, donde huyen 22 compañeros. El Pepe también salió, rajó dos veces, y ahora mirá dónde lo tenemos", dice Rosencof y explica que la primera reacción del preso es pensar por dónde va a zafar. "La libertad está en el que busca alcanzarla –afirma el ex director de Cultura de Montevideo–. Fuimos derrotados militarmente, pero la ética, las ideas, la energía de la militancia y el reconocimiento de la gente nos permitió estar donde estamos, integrando una fuerza como el Frente Amplio, donde la sabiduría de los fundadores permite mantener en una dignidad de acción a bolches, demócratas cristianos y viejos tupas; somos gobierno con todos ellos, estamos muy bien acompañados y los acompañamos muy bien."
Jorge ‘el Tambero’ Zabalza fue uno de los detenidos que escapó de Punta Carretas. Su hermano fue asesinado durante la toma de la cárcel de Pando y es considerado uno de los hombres de confianza de Sendic. A los 68 años sostiene que el deber de un prisionero es escaparse para continuar la lucha. "Desde que fuimos trasladados a Punta Carretas, los proyectos de fuga estuvieron a la orden del día", afirma y recuerda que contaron con el apoyo del resto de la población carcelaria. "Un túnel de 44 metros es algo que no pasa desapercibido en ninguna cárcel; eso tiene que ver con un trabajo político que siempre se hizo, nos fuimos sin disparar ni un solo tiro; buscamos la forma de escaparnos sin poner en riesgo a nadie."
Según Zabalza, en un primer momento la fuga tuvo un significado político muy grande. "La liberación de los 111 tupamaros, entre ellos los principales cuadros, daba la sensación de que en cualquier momento podíamos derrocar al régimen", evalúa. Sin embargo, días después de la Operación Abuso, el gobierno convocó al ejército para que interviniese en la lucha contra los grupos armados. "En cierto modo, ése fue el comienzo del golpe de Estado."
A los 68 años continúa militando. Junto a movimientos sociales, Zabalza entregará hoy un petitorio a Mujica por algunos desalojos. "Queremos ver si se acuerda de sus orígenes y conserva en la memoria el ideario de Raúl Sendic y de los trabajadores cañeros; también saber si en algún rincón del corazón conserva aquellos sentimientos que tuvo cuarenta años atrás", señala. Zabalza considera que la impunidad de los militares que actuaron durante la dictadura se refleja en los excesos de las fuerzas armadas que participan de la Misión de Paz en Haití.
10 de septiembre de 2011
9 de septiembre de 2011
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