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acusados de luchar por gadafi


Los vecinos de una ciudad sufren las represalias. Personas desplazadas de Tawerga, una ciudad al oeste de Libia, buscan refugio en una academia naval abandonada en Trípoli.
[Kareem Fahim] Sirte, Libia. Al borde de esta ciudad donde continúa la guerra de Libia, varios hombres de la ciudad de Tawerga se hallaban sentados en el patio de una mezquita, después de haber huido de sus casas y cambiado una zona de guerra por otra. Los proyectiles caían cerca, pero la guerra era uno solo de sus problemas. Hombres armados, sus antiguos vecinos de la ciudad de Misurata, les perseguían, acusándolos de traición.
Tawerga fue usada para montar el sangriento asalto del coronel Muamar al Gadafi contra Misurata, donde murieron más de mil personas. Los combatientes de Misurata que resistieron el sitio se han convertido en leyendas en Libia, una condición que les ha facilitado afirmar su autoridad en el nuevo régimen. Dicen que los hombres de Tawerga hicieron más que hospedar a un ejército. Lucharon como parte de las fuerzas de Gadafi, dicen los combatientes y vecinos de Misurata, y cometieron atrocidades, incluyendo la violación.
Hace más de un mes, cuando las fuerzas de Gadafi se retiraron de la ciudad, prácticamente todos los habitantes de Tawerga, unos trescientos mil, huyeron de ella por miedo a sus vecinos, abandonando incluso sus ropas, sus pasaportes y sus álbumes familiares. Desde entonces, algunos vecinos de Misurata han convertido en misión la venganza, los incendios o saqueos de tiendas y casas vacías. Vecinos de Tawerga se han refugiado en otras ciudades, incluyendo Sirte y Trípoli, y dicen que los combatientes de Misurata los están persiguiendo y capturando a sus hombres.
En la mezquita de Sirte esta semana, un combatiente de Misurata apuntó con un dedo a un hombre de Tawerga cuyos niños jugaban en la cercanía: "No eran dos de ustedes. No eran tres. No eran cuatro. Eran miles", gritó. "¡Todos ustedes apoyaban a Gadafi!"
La disputa se está resolviendo en toda Libia occidental, uno de los numerosos ajustes de cuentas que se están convirtiendo en uno de los tempranos retos que deben superar los nuevos gobernantes del país. La raza ha transformado este conflicto en algo especialmente tóxico. Los vecinos de Tawerga dicen que Misurata ha ignorado traiciones de sus otros vecinos, concentrándose en los tawerganos, porque la mayoría de los habitantes son negros. Unas pintadas en sus casas vacías intensifica su convicción: "Esclavos de Misurata", se lee en muchas murallas. Combatientes de Misurata dicen que la raza no tiene nada que ver. Los crímenes de los tawerganos son imperdonables, dicen, y en lo que concernía a ellos, la ciudad había dejado de existir. El jueves, un portavoz del gobierno transicional dijo que Misurata había oficialmente atenuado su posición y permitiría que los vecinos de Tawerga sin sangre en sus manos volvieran a casa.
Los tawerganos están buscando seguridad en otras partes, y no la han encontrado. Hace dos semanas, 85 hombres de Tawerga fueron detenidos en Trípoli por paramilitares de Misurata, y desde entonces no se ha sabido nada de ellos, dicen sus familiares. En los últimos días, el alcalde de una ciudad en un oasis al sur del país le dijo a mil tawerganos que debían marcharse antes del anochecer, de acuerdo a varias personas que dijeron que habían sido expulsadas.
Muchos tawerganos reconocen que hombres de su ciudad colaboraron con el ejército de Gadafi, pero dijo que la respuesta equivalía a un castigo colectivo. "Treinta y cinco mil personas no violaron a sus mujeres", dijo Hussein Salah, que encontró refugio en un campamento en Trípoli. Ex milicianos rebeldes de Bengazi y Zintan los están protegiendo contra los paramilitares de Misurata, dijeron.
El campamento, una antigua academia naval, no tiene agua corriente. El miércoles por la noche, las mujeres recogían leña entre los arbustos y cocinaban sus comidas en fogatas al aire libre. Un grupo de hombres dejó las hacinadas habitaciones a sus familias y durmieron sobre cartones junto a una pared de cemento. Dijeron que desde el 11 de agosto, cuando dejaron Tawerga, han estado moviéndose con sus familias de ciudad en ciudad, de campamento en campamento.
Hace dos semanas, en otro campamento en el barrio de Abu Salim, en Trípoli, los combatientes de Misurata dieron con ellos, dijeron varios testigos. Ocho de las distintivas camionetas negras empleadas por las brigadas de Misurata llegaron al campamento y arrestaron a 85 hombres, metiendo a algunos de ellos en el maletero de sus propios coches para marcharse enseguida. Abdullah Abdulsalem dijo que no estaba en el campamento cuando llegaron los hombres y arrestaron a su hermano Mohammed Abdulsalem, 25. La mujer de Hussein Salah, Umm Ishnaf, dijo que vio a los paramilitares de Misurata arrestar a tres de sus hijos. Haytham, Bassam y Essam Salah. Como los otros familiares, no sabe adónde fueron llevados.
Algunos hombres dijeron que sus problemas con Misurata eran nuevos. Durante años, los tawerganos habían trabajado y asentado en la ciudad más grande y más rica del norte, sin problemas. Otros dijeron que había una larga historia de tensiones y recriminaciones. Los misuratanos estaban indignados con los intentos del coronel Gadafi de favorecer a los tawerganos, visitándolos frecuentemente, construyendo nuevas casas y haciendo planes para remodelar la ciudad.
Los tawerganos resintieron su tratamiento como trabajadores en Misurata, diciendo que eran relegados a los trabajos meniales y sometidos a comentarios raciales. "El problema es que somos negros", dijo Salah. "Lo ocultaban en el corazón. Se les salió después del 17 de febrero", dijo, refiriéndose a los primeros días de la rebelión libia.
En otra parte de la academia naval, Salah Aqeel Zaid, 51, maestro, dijo que acababa de llegar de la ciudad oasis de Hun después de un viaje de doce horas. Dijo que un funcionario local había ordenado marcharse a más de mil vecinos de Tawerga que se habían quedado, dándoles tiempo hasta el anochecer.
Interrogado sobre el apoyo de los tawerganos a las tropas del coronel Gadafi, se mostró implacable. "Incluso si fue así, ¿cuál es el problema? Somos libres", dijo.
Evidencias de la época de las tropas de Gadafi en Tawerga se hallan dispersas por toda la ciudad abandonada. Dejaron atrás sus uniformes, sus cajas de municiones y los enormes contenedores que usaron como refugios contra las bombas, cubiertos por montículos de tierra.
Las ovejas deambulaban por las calles vacías de todo excepto unos coches quemados. Los armarios estaban llenos de ropa y los platos todavía mostraban alimentos. Banderas verdes ondeaban todavía entre muchas casas, un signo de apoyo ofrecido o coaccionado. En el vestíbulo de una escuela, alguien escribió: "Oh, Tawerga, ciudad de agentes y cabras." En la pared de un departamento ocupado por jóvenes paramilitares de Misurata, alguien había garrapateado: "No compres esclavos sin un látigo."
Un día la semana pasada, cuatro edificios fueron incendiados. Un grupo de combatientes de Misurata que escoltaban a periodistas por las calles de Tawerga, responsabilizaron de los incendios a las minas terrestres dejadas por las tropas de Gadafi, o el verano. Uno de los combatientes empezó a decir más, pero sus compañeros lo hicieron callar.
En un viaje comercial en Tawerga, Salem Hussein Kanemo, funcionario de Misurata, supervisaba la carga de varios camiones con harina y muebles con destino a Misurata. La harina pertenecía a las tropas de Gadafi, dijo, y los muebles eran robados, de Misurata. Dijo que hubo discusiones sobre comprar las casas a sus antiguos dueños en Tawerga. "No pueden ser nuestros vecinos", dijo.
28 de septiembre de 2011
23 de septiembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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