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veinte años después


Del fin del régimen soviético, que algunos miran con nostalgia.Según los resultados de una encuesta.más de la mitad de los rusos prefiere el orden a los derechos humanos.

[Seth Mydans] Moscú, Rusia. Sergei Veretelny fue herido a bala cuando se paró, desarmado, frente a un tanque hace veinte años para ayudar a detener una columna de vehículos blindados en el centro de Moscú, una de las pocas víctimas mortales del último y fallido intento de supervivencia de la Unión Soviética.
Lyubov Komar, cuyo hijo murió durante el impasse de agosto hace veinte años, dijo que había perdido las esperanzas en el proceso político.
Fue un momento en que los rusos, en gran parte sujetos pasivos e intimidados por 74 años de régimen soviético, se concentraron en las calles para apoyar al futuro presidente, Boris N. Yeltsin, exigiendo cambios democráticos.
El escritor Vasily Aksyonov captó el entusiasmo de muchos en esos momentos, que definió como el impasse de sesenta horas, "probablemente la noche más gloriosa de la historia de la civilización rusa."
Pero casi quince años después del impasse, el hombre que ahora gobierna Rusia, el primer ministro Vladimir V. Putin, llamó a la caída de la Unión Soviética la "más grande catástrofe geopolítica del siglo."
Encuestas de opinión recientes realizadas poco antes del aniversario en agosto, dan más sustento a la opinión de Putin que a la de Aksyonov. Poco gente dice que ve los acontecimientos de 1991 como una victoria de la democracia.
"En esa época en Rusia, detrás de la Cortina de Hierro, sólo oíamos hablar de democracia", dijo Veretelny, 54, que en la época trabajaba como chofer. "Realmente creíamos en la mágica y hermosa palabra democracia. Pero un montón de cosas no resultaron como esperábamos. Empezamos a preguntarnos para qué habíamos derramado nuestra sangre."
En la década que siguió, caóticos cambios sociales y económicos así como tambaleantes intentos de reforma dieron a la democracia un mal nombre. Mucha gente agradeció la estabilidad que traía Putin, incluso a costas de algunas libertades democráticas.
Veretelny es solamente una voz más de los ciento cuarenta millones de rusos y aunque su decepción es ampliamente compartida, muchos parecen aceptar los límites impuestos por Putin a la competición política, la sociedad civil y los medios de comunicación. No es probable que las elecciones convocadas para los primeros meses del próximo año cambien la ruta por la que avanza el país.
Veretelny hablaba -una semana antes del aniversario- en casa de Lyubov Komar, la madre de un joven veterano de la guerra rusa en Afganistán, Dmitry Komar, que fue uno de los tres hombres que murieron durante la última noche del impasse. Veretelny estaba herido cuando trató de retirar el cuerpo de Komar, el que colgaba de un vehículo blindado mientras este arremetía y retrocedía tratando de desenganchar un trolebús que había sido trasladado hasta ahí para bloquear su paso.
"Vi al hombre que colgaba del vehículo blindado", dijo. "Estiré las manos para ayudar y recibí una bala en el hombro. Pensé que alguien vendría a retirar el cuerpo, pero avanzó y retrocedió hasta que el cuerpo cayó al asfalto."
Los coches blindados y los tanques se retiraron poco después, marcando el fin de un golpe que había tratado de detener la marea de cambios. El 25 de diciembre, el presidente Mijaíl S. Gorbachov renunció, poniendo fin a la Unión Soviética.
Desde entonces, Veretelny ha trabajado como electricista, inspector de policía y ahora como un modesto hombre de negocios en los márgenes de la economía rusa. Hasta hace poco, su esposa tenía una bien pagada posición como gerente de un negocio, pero fue despedida durante la recesión económica. Dijo que la pareja vivía confortablemente.
La señora Komar, que es ayudante en un gimnasio, todavía teje su vida en torno al recuerdo de su hijo. Repite la opinión de Veretelny, cuando dice: "Si mi hijo hubiera visto qué rumbo tomaría el país, no habría ido a las barricadas."
En su departamento, rodeada de fotos que muestran su crecimiento desde que era niño hasta que fue soldado, dijo que había perdido las esperanzas en el proceso político.
"Hace diez años que no voy a votar", dijo. "No me necesitan para nada. Eligen a los que quieren, así que ¿para qué votar?"
Como muchos rusos, llegó a despreciar a Yeltsin por lo que veía como un liderazgo débil, y ahora forma parte de la gran mayoría de rusos que apoya a Putin. Pero lo que realmente le gustaría, dijo, es hacer retroceder el reloj.
"Me sentía más cómoda en la URSS", dijo. "Siempre tenías un pedazo de pan. Siempre había trabajo. Sí, claro, ahora puedes viajar al extranjero, pero primero debes tener dinero para eso y tienes que endeudarte. Ahora, si no tienes dinero, no puedes hacer nada."
Una encuesta reciente del Levada Center, una respetada firma de sondeos, constató que el veinte por ciento de los rusos comparten su deseo de un retorno a la Unión Soviética, una cifra que ha oscilado entre el dieciséis y el veintisiete por ciento en los últimos ocho años.
No sorprende que entre los que desearían un retorno a la Unión Soviética se encuentre Gorbachov, que trató de reformarla y mantenerla, pero fue torpedeado por el golpe y luego Yeltsin y el curso de los acontecimientos.
"Algunos dicen una y otra vez que el colapso de la Unión Soviética era inevitable", dijo en una rueda de prensa el miércoles. "Pero yo sigo diciendo que la Unión Soviética podría haber seguido existiendo."
Dirigiéndose a los periodistas, dijo: "Ustedes critican a Gorbachov por débil, Jell-O, más o menos en esos términos. Pero qué hubiera pasado si ese Jell-O no hubiese estado en esa posición en esos momentos, quién sabe qué nos hubiera pasado."
De acuerdo a la firma de sondeos, los que quieren volver al pasado soviético son en su mayor parte miembros de los vestigios del Partido Comunista, gente vieja y vecinos de pequeñas ciudades y pueblos.
El sondeo se realizó en persona en julio con mil 600 adultos, y tiene un margen de error de unos tres puntos porcentuales.
Otras respuestas sugieren que los rusos quieren democracia, pero una democracia de una especie particular, con un poderoso gobierno central, algo más cercano a lo que el país tiene hoy que el que había imaginado Veretelny. Más de la mitad de los entrevistados -el 53 por ciento- dijeron que daban más valor al "orden" que a los derechos humanos.
"Teníamos tanta fe, tanta esperanza, tanta inspiración en el futuro", dijo la esposa de Veretelny, Svetlana. "Había una gran sensación de libertad y esperanza. Estábamos tan felices de ver que venían cambios."
Pero ahora, según la firma de sondeos, sólo el diez por ciento de los encuestados ve esos días como una victoria de la democracia. Dijo que la cantidad de gente que se refería a esos acontecimientos como una tragedia había crecido al 39 por ciento -de un veinticinco por ciento en el aniversario de hace diez años.
"Es lo que hay", dijo Veretelny, que ha pasado de la esperanza a la pasividad. "Tenemos que figurarnos que esto es lo que sacamos."
30 de septiembre de 2011
18 de agosto de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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