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continúa la matanza de caballos


La prohibición del sacrificio de caballos no impide su exportación al extranjero donde sí son sacrificados para ser consumidos.
[A.G. Sulzberger] Lincoln, Nebraska, Estados Unidos. La clausura de la última planta de procesamiento de carne del país que sacrificaba caballos para consumo humano fue acogida como una victoria para el bienestar equino. Pero cinco años después se sigue destinando la misma cantidad de caballos americanos para satisfacer la robusta apetencia por su carne en Europa y Asia.
Ahora son procesados como carne picada de caballo o basashi sashimi en México y Canadá.
El cambio es una de las numerosas consecuencias no intencionadas de la prohibición federal de facto del sacrificio de caballos, de acuerdo a un reciente estudio del gobierno federal. A medida que se encoge el mercado nacional de caballos no deseados, los animales empiezan a ser descuidados y abandonados, y gruesamente la misma cantidad -casi ciento cuarenta mil al año- son sacrificados después de un -a veces- cruento viaje a través de la frontera.
"Cuando cerraron las plantas, aumentaron las penurias para nuestros caballos, mucho más de lo que puede imaginar la gente que quiere terminar con el sacrificio", dijo John Schoneberg, criador de caballos de Nebraska que hace poco adoptó tres caballos de un granjero vecino que dijo que no podía seguir pagando su alimentación y que pensaba soltarlos.
Las conclusiones del estudio han sido furiosamente rechazadas por organizaciones animalistas, que argumentan que la mayoría de los problemas surgen de la recesión económica y de los altos precios del pienso. El estudio también insufló nueva vida a la prolongada guerra sobre si permitir que se reanude el sacrificio de caballos en el país o, alternativamente, prohibir que los animales sean enviados como carne al extranjero.
En las últimas semanas los legisladores han presionado al Congreso para que tome medidas en los dos sentidos. La Contraloría General de Estados Unidos, que realizó el estudio, concluyó que cualquiera de las opciones sería mejor que el status quo, pero activistas de los dos lados, aunque esperanzados, dijeron que una resolución no parecía inminente.
"Simplemente es un problema político candente", dijo la doctora Whitney Miller, cabildera de la Asociación Médico-Veterinaria de Estados Unidos, que apoya el sacrificio de caballos. "Es difícil imaginar que vaya a pasar algo definitivo".
El efecto del impasse se han sentido intensamente en estados rurales como Nebraska. Los criadores de caballos y los dueños de subastas de ganado dicen que la prohibición del sacrificio de caballos básicamente quitó piso a los precios de los caballos, provocando el colapso del mercado y la ruina de muchos. Una razón, dicen, es que ahora los dueños se ven obligados a pagar cientos de dólares para aplicarles eutanasia y disponer de los caballos indeseados cuando estaban acostumbrados a recibir una cantidad similar por su venta a los mataderos.
Este año, Nebraska se convirtió en uno de los varios estados -con Arkansas, Montana, Dakota del Norte y otros- que han tratado de resucitar la aletargada industria del sacrificio de caballos, que, antes de cerrar, producía carne por unos 65 millones de dólares al año. El gobernador Dave Heineman, de Nebraska, republicano, promulgó una ley que regula la carne de caballo en el estado que fue aprobada por legislatura unicameral con sólo un voto en contra.
Estos proyectos han sido rechazados furiosamente por organizaciones de defensa de los derechos animales, que calificaron de ridículo el argumento de que los caballos estarían en mejores condiciones si se permitía que fueran sacrificados por su carne. Refiriéndose a su propia investigación, dicen que cualquier aumento en el cuidado impropio de los caballos se podía relacionar con la economía antes que con la prohibición del sacrificio. Y si los precios han bajado, dicen, es porque la prohibición removió el incentivo para criar caballos excedentes.
Wayne Pacelle, presidente y director ejecutivo de la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos, dijo que los propietarios de caballos deberían comprometerse a cuidar de los animales toda la vida. Dijo que las encuestas habían constatado una amplia oposición al sacrificio de caballos por su carne.
"Los caballos son diferentes a las vacas y los cerdos en un sentido muy importante, y es que los caballos no son criados para ser sacrificados", dijo.
Pero existe una resistente diferencia en cómo son vistos los caballos.
"Para mí, un caballo es ganado, igual que una vaca, un cordero o una cabra", dijo Orbie Bonnett, un ganadero de Nebraska que dejó de vender caballos después de que los precios se hundieran. "Hoy, un montón de gente ve a los caballos como si fueran mascotas, como los perros o los gatos. Cuando tienes un montón de gente rica que ve las cosas de esta manera, bueno, eso pone fin a tus mataderos, a tus mercados y a la gente que vive de la industria -simplemente no se puede seguir viviendo de esto".
Estados Unidos, en su mayor parte colonizado a caballo, nunca ha admitido el consumo de carne de caballo excepto en épocas difíciles. Pero en otros países, la carne de caballo -magra y rica en proteínas- es considerada una delicia. Vender caballos a los mataderos ha sido durante largo tiempo un modo de hacer dinero, de deshacerse de caballos viejos o no deseados que ya no pueden correr en las carreras, competir en eventos o trabajar en los ranchos.
Los últimos mataderos de caballos, en Tejas e Illinois, cerraron después de que el Congreso quitara el financiamiento de las inspecciones federales del sacrificio de caballos en 2006, una medida que prohibió efectivamente la venta de carne. Ese año se sacrificaron en el país sólo 105 mil caballos; 33 mil caballos de Estados Unidos fueron sacrificados en el extranjero. El año pasado, 138 mil o más fueron sacrificados en el extranjero, de acuerdo a cifras oficiales. (La población de caballos en Estados Unidos es de cerca de nueve millones de ejemplares).
"Es algo hipócrita permitir que estos caballos sean sacrificados en Canadá o México y no permitir que la gente de aquí gane ese dinero o sirva la carne", dijo Hugue Dufour, un chef de Nueva York que cocinaba caballo cuando trabajaba en Canadá.
Ahora los propietarios tienen que pagar para deshacerse de los caballos. El mes pasado, Debby Brehm, directora de la Asociación de Caballos Cuarto de Milla de Nebraska [Nebraska Quarter Horse Association], gastó doscientos dólares para aplicar eutanasia a un caballo enfermo y ciento cincuenta dólares más para que lo trasladaran a una planta de aprovechamiento de grasas animales. Otros dueños los mantienen, pero no pueden ahorrar los miles de dólares que cuesta al año su alimentación y otros cuidados. Como consecuencia, la vista de animales mal alimentados es habitual, dijo Brehm, y abundan las historias de caballos abandonados en terrenos públicos y privados e incluso, en un descarado caso, en el remolque de otra persona.
"Hay un montón de caballos desnutridos y abandonados que antes probablemente habrían sido sacrificados humanamente", dijo Windy Allen, domadora de caballos del estado.
Otros dicen que la prohibición también les está costando dinero.
La Subasta de Ganado del Sudeste de Nebraska [Southeast Nebraska Livestock Auction] acostumbraba a vender cerca de cien caballos al mes, pero ahora ese puede ser el total de un año, dijo Dale Steinhoff, el propietario. En la Central Nebraska Packing, que acostumbraba a sacrificar caballos pero ahora compra más de medio millón de kilos de carne de caballo al año para vender a zoológicos, la carne es mucho más cara cuando se la importa de Canadá, dijo Lloyd Woodward, gerente general.
Incluso cuando pagan menos, los que compran los animales para sacrificarlos -un grupo conocido como "matarifes" [kill buyers]- dicen que tienen que trabajar duro para cubrir los costes.
"Los mexicanos se están haciendo ricos con nosotros", dijo Derry Mayfield, que compra cerca de cuarenta caballos al mes y a veces se los dan gratis. "Están comprando caballos baratos porque pueden. No tenemos alternativa".
2 de noviembre de 2011
23 de octubre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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