aprendiendo a convivir con los lobos
La reintroducción del lobo gris en los estados de Wyoming y Montana irrita a los ganaderos. Pero la única solución es que se adapten.
[Leslie Kaufman] Jackson, Montana, Estados Unidos. Como ranchero de cuarta generación, Dean B. Peterson tiene una complicada relación con los lobos. En los años ochenta del siglo diecinueve, los lobos cazaban el ganado de la familia después de que sus tatarabuelos llegaran como colonos al río Big Hole. Como resultado de trampas y venenos, para los años treinta del siglo veinte los lobos estaban casi extintos. Para cuando nació Peterson en los años sesenta, las trampas habían sido remplazadas por nostálgicas historias sobre lo listos que eran los lobos.
De niño, le excitaba el avistamiento de algún lobo y el ocasional aullido nocturno. Pero como adulto, si observaba un repunte de la población de lobos grises, no dudaba en dispararles si pasaban pasar por detrás del gimnasio de su hijo en el bosque en dirección al corral del ganado.
"No me desagradan ni odio a los animales", dijo Peterson, que define a los lobos como "una especie irreal creada por Dios".
En lugar de eso, rechaza a los conservacionistas que a mediados de los años noventa ejercieron presión sobre el gobierno federal para reintroducir al lobo gris en las Montañas Rocosas septentrionales. Esa decisión nos la metieron en la garganta "con una chupona", dijo.
Sin embargo, la dinámica entre rancheros y conservacionistas ha empezado a cambiar, y Peterson se asombra de verse a sí mismo como un reticente mediador.
El punto de inflexión ocurrió a principios de año cuando los legisladores de algunos estados occidentales empezaron a exigir que el gobierno sacara al lobo gris de la lista de especies en peligro de extinción y cediera el control de la especie a los gobiernos de los estados de Idaho y Montana. En abril, lograron agregar una indicación a la ley de presupuesto.
Horrorizadas, algunas organizaciones ambientalistas se pusieron a sacar cuentas. ¿Habían ido demasiado lejos en usar la Ley de Especies en Peligro de Extinción como un garrote en lugar de forjar compromisos con los rancheros?
Así que algunas empezaron a acercarse a los rancheros, ofreciéndoles dinero y herramientas para ahuyentar a los lobos, sin matarlos. Y algunos rancheros, conscientes de que las severas restricciones federales podrían volver a imponerse si las cifras de lobos volvían a caer, han estado escuchando. Están surgiendo colaboraciones tentativas y las pocas que ya existían están tratando de expandirse.
Trabajando con Peterson, People and Carnivores, una nueva organización sin fines de lucro que fomenta la "co-existencia", ha construido una valla eléctrica de ocho kilómetros y quince mi dólares, adornada con banderas, para proteger a las terneras en la propiedad de un vecino. Este verano, ayudó a pagar un guardia montado para patrullar las cinco mil hectáreas de tierras de pastoreo compartidas por tres ranchos cerca de Peterson, como un elemento disuasivo.
"Varios de mis vecinos piensan que estoy ansioso por hacerme con el dinero de esta gente", dijo Peterson, que no ha aceptado ayuda para sí mismo. "Pero el lobo está aquí ahora y creo que la gente que lo quiere aquí debería participar en los costes".
El conflicto se remonta a tres generaciones, pero las tensiones se exacerbaron en 1995 y 1996 cuando el gobierno reintrodujo 66 lobos grises en Idaho y en el Parque Nacional de Yellowstone en Wyoming. El objetivo es restaurar el equilibrio en el ecosistema regional: después de que se extinguieran los lobos, las poblaciones de coyotes y alces han aumentado alarmantemente. Manadas de alces estaban destruyendo extensos tramos de vegetación y los coyotes habían reducido a los depredadores de segundo nivel, como los tejones.
El Servicio de Pesca y Fauna Silvestre federal fijó un objetivo de población mínima de ciento cincuenta lobos más quince parejas reproductoras en Idaho, Wyoming y Montana. Para su sorpresa, los lobos lograron esos objetivos en apenas siete años y se extendieron más allá de los espacios naturales.
Los ataques contra el ganado empezaron a aumentar y los ganaderos se enfadaron. Incluso responsabilizan a los lobos por la pérdida de peso de las vacas. "En promedio, salen de las tierras de pastoreo casi 45 kilos más livianas que antes de que hubiera lobos en la zona", dijo Peterson. "Pasan tanto tiempo mirando los alrededores que no les queda tiempo para comer".
Para 2007, el número total de lobos en los tres estados era de 1513. Evaluando las evidencias, el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre trató el año pasado de sacar a la especie de la lista de la Ley de Especies en Peligro de Extinción. Pero los conservacionistas entablaron una demanda para impedir ese desarrollo, argumentando que Wyoming carecía de un plan de manejo adecuado. Una corte federal en Missoula, Montana, estuvo de acuerdo.
En 2009, el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre trató nuevamente de sacar a los lobos de la protección federal en todas las regiones, excepto Wyoming. La corte no lo aceptó, provocando una revuelta de los legisladores y una inusual votación en el Congreso este año. El Departamento del Interior logró un compromiso similar al de Wyoming.
La caza del lobo empezó en Idaho y Montana a fines del verano. Montana fijó una cuota de 220 lobos que podían ser cazados, o el 25 por ciento del total de la población de lobos del estado. Los permisos de caza se vendieron rápidamente, lo que algunos atribuyeron a la rabia contenida de los rancheros.
La reacción hizo que algunos ecologistas cuestionaran su enfoque. "Mirando retrospectivamente, creo que hay varias cosas que los conservacionistas hicieron que no fueron efectivas y que estallaron sobre nosotros", dijo Lisa Upson, directora ejecutiva de Keystone Conservation, una organización sin fines de lucro con sede en Montana que ofrece ayuda a los rancheros con medidas de control no letales. "Ahora tenemos que vivir con este horrible precedente".
Así que su organización y otras están destinando sus energías al adiestramiento de guardias montados para ahuyentar a los lobos. Están fomentando las técnicas de cría de animales que permiten que las terneras se hagan fuertes en áreas valladas antes de dejarlas pastar en las montañas. Basándose en una sabiduría popular que se remonta a la Edad Media, ha colgado banderas rojas a los largo de los pastizales para disuadir a los lobos que se acercan.
La mayoría reconoce que esas medidas no son una panacea. Michael D. Jiménez, coordinador de la recuperación de los lobos del Servicio de Pesca y Fauna Silvestre en las afueras de Jackson, Wyoming, dice que las agencias federales y del estado lo han intentado con perros guardianes, repulsión auditiva (cañones o sirenas que son activadas por detectores de movimiento) y "repulsión odorífera", o colocando orina y excrementos de lobo en los árboles, durante años. "Todos funcionan en ciertas circunstancias", dijo Jiménez, pero "no compiten con una población de lobos robusta".
Y los rancheros pueden no adoptar esas tácticas. Una vez, después de que la señora Upson pensara que había convencido a algunos rancheros en el Upper Ruby Valley en Montana de compartir la mitad de los costos de un guardia montado para el verano, descubrió que habían usado el dinero para pagar el combustible de helicópteros enviados a disparar contra los lobos.
Las tensiones entre conservacionistas y rancheros en el área de Big Hole han sido especialmente agudas. Hace dos veranos, los lobos mataron a cerca de una docena de terneras del rebaño de Peterson cuando pastaban en las montañas. Se quejó al Departamento de Agricultura de la agencia Servicios de Fauna Silvestre, que reaccionó matando sólo a un lobo.
En opinión de Peterson, eso no podía ser la solución. Dice que la respuesta del gobierno se ha visto estorbada por demasiadas reglas y muy poco dinero. A menudo los cazadores de lobo exigen que los rancheros paguen hasta 350 dólares por hora para el combustible de helicópteros, dijo.
Si los lobos van a ser parte del paisaje, decidió Peterson, será mejor que los rancheros obtengan una parte del dinero que "los habitantes de Los Angeles y Nueva York" envían a los conservacionistas para encontrar soluciones.
Así que seguirá trabajando con ecologistas y tratará de convencer a sus vecinos de que hagan lo mismo. "Creo que yo debería poder dispararles si los veo en mi propiedad, sin hacer preguntas", dijo. "Pero también estoy dispuesto a tratar de adaptarme".
17 de noviembre de 2011
4 de noviembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer
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