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cómo habría actuado yo


Fernando Reati, el entrevistador.
[Nora Veiras] Argentina. Fernando Reati es cordobés, profesor de Literatura, fue preso político en Córdoba, está radicado en Atlanta, Estados Unidos. Mario Villani fue invitado a dar una conferencia en su universidad sobre su vida en los centros clandestinos y allí se conocieron.

¿Cómo fue grabar el testimonio de Mario Villani y reconstuirlo?
Fue muy complejo. Muchas horas de grabación y un relato que no es el que está en el libro. Lo hemos reelaborado mucho. Había momentos muy dramáticos. La manera que logré manejar eso para que no me retraumatizara, en parte por lo que yo había vivido pero aunque no hubiera vivido nada, cualquier persona normal se traumatizaría al escuchar esas historias. Le pasaba a mi esposa, por ejemplo. Entonces lo comenté a un terapeuta en Atlanta que es especialista en víctimas de traumas de guerras de Irak, de Vietnam, del Holocausto, y él me dio la clave: me dijo, "lo que pasa es que cuando estás escuchando esos testimonios es como entrar en un territorio sagrado, no es la vida cotidiana, no podés manejar eso con la misma actitud que lo cotidiano". Me dijo: "Tenés que hacer algún tipo de ritual antes y después de entrar en ese testimonio porque si no no hay límite entre el mundo de tu vida y ese horror". Me inventé un ritual que era lavarme las manos antes y después de grabar y pensar: "Es como entrar y salir de una Iglesia, una sinagoga".

Ante el producto terminado, cómo se siente con Memoria...
Me pregunto qué puede significar el libro para los que lo lean acá en la Argentina. Mi interés era entender la experiencia de una persona que había estado en ese mundo, que para el 99 por ciento de nosotros es impensable, no existe. ¿Por qué? Yo había tenido la experiencia de estar en la cárcel, ocho días en un campo de concentración, pero nada que ver. Me imagino que la pregunta era ¿y qué hubiera hecho yo en ese lugar? Me acerqué a la entrevista con esa actitud. En realidad creo que salí entendiendo más de mí mismo. Simplemente reconocer que no sé qué hubiera hecho. En última instancia eso es lo que aprendo: ninguno de nosotros sabe qué hubiera hecho hasta que está ahí. Ojalá que el libro sirva para reflexionar sobre qué hubiéramos hecho nosotros, incluso aquellos que no tuvieron nada que ver o los jóvenes que ni siquiera habían nacido, se pregunten: ¿Cómo hubiera sido mi experiencia si yo hubiera estado confrontado con eso? Y si la gente saca de eso la lección que no lo sabemos y que –como dice Mario– todas son actitudes humanas. Desde el torturador más brutal hasta el preso más inocente, unas más condenables otras menos. Si entendemos eso nos va a ayudar a dar vuelta la página y lo digo con mucho cuidado porque obviamente venimos del menemismo, de mucho tiempo en el que esa expresión era muy negativa. Ha llegado el momento de dar vuelta la página porque hay justicia y un testimonio como el de Mario nos permite pensar lo que viene después. Ahora podemos reflexionar sobre nosotros, los que estuvimos en esa historia qué hicimos, qué no hicimos, lo hicimos bien, lo hicimos mal. Los que no estuvieron qué hubieran hecho. Y los que sí estuvieron como espectadores, entender que entre el torturador más brutal y la víctima lo que hay no es una línea divisoria. Hay una zona gris y la mayor parte de la gente se mueve dentro de esa zona gris. Cuando él habla de la colaboración me parece que es muy importante entender que todo fue colaboración, no sólo adentro sino fuera: la persona que vio que se llevaban a un vecino y no dijo nada, la persona que prefirió no saber nada, ni hablar de los sectores de los partidos políticos y de la Iglesia que sí fueron cómplices. Todos tuvieron que colaborar o conciliar para seguir viviendo y no lo digo como condena, eso también forma parte de las actitudes humanas. Todos tenían que encontrar su grado de colaboración con ese sistema para poder sobrevivir.
28 de noviembre de 2011
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