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coca vuelve a bolivia


[Kevin G. Hall] Mientras el presidente propone programas de substitución de los cultivos de coca por otros, los campesinos cocaleros prefieren que legalice la producción y permita la venta libre de este tradicional y popular producto boliviano.
La Asunta, Bolivia. El Shangri-La de la producción de coca se ubica en la remota y montañosa región de Las Yungas, Bolivia, al este de La Paz, donde las plantas de exuberantes y brillantes hojas verdes se extienden por las terrazas de las colinas desde la época de los incas.
Los campesinos y un terreno escarpado e impenetrable mantiene a los curiosos y a los erradicadores de coca del gobierno alejados de las terrazas y pequeñas aldeas alfombradas de hojas de coca en proceso de secado con las que se elabora la cocaína.
En otros lugares de Bolivia, cerca de 121.000 hectáreas en plantas de coca han sido arrancadas desde fines de los años ochenta. Pero se espera que la participación de un 15 por ciento del país en la producción mundial de hojas de coca se disparen debido a las nuevas plantaciones y a una prolongada crisis política nacional que ha debilitado la implementación de la legislación anti-narcóticos. Para el año próximo se calcula que Bolivia desplazará al Perú como el segundo productor más grande del mundo de hojas de coca, después de Colombia.
Prácticamente todo este crecimiento provendrá de Las Yungas, especialmente de los alrededores de La Asunta, donde no existen cultivos importantes de otras plantas. Observadores de Naciones Unidas dicen que la superficie bajo cultivo en la región aumentó en más de un 30 por ciento el año pasado, debido a la llegada de campesinos cocaleros de otras regiones de Bolivia donde la planta ha sido erradicada.
Parte de la producción de Las Yungas es legal, y se permite para satisfacer el apetito de los bolivianos que han mascado hojas de coca durante milenios. Pero parte de esta producción termina en mercados ilegales. En Las Yungas, muchos pueblos tienen entradas con cadenas o con portones que permiten que los residentes decidan quién entra. Precarias pasarelas en los ríos han sido cerradas para impedir el paso de soldados, agentes de unidades anti-narcóticos y cultivadores rivales.
En La Asunta no hay hoteles. Tiene un solo teléfono, que funciona mal, y un montón de jóvenes borrachos. El acre olor de la coca cuelga en el aire y lo impregna todo, como impregna cada poro de la piel el humo de las fogatas.
Durante mi visita de tres días a esta remota región no vi a ningún policía. Las comunicaciones se hacen fundamentalmente a través de emisoras manejadas por los campesinos. Informaron regularmente que en el área había periodistas de Knight Ridder, con el permiso de un diputado de la localidad.
"Tenemos un montón de qué preocuparnos en La Asunta porque no hay presencia del estado y los cocaleros no permiten que se acerquen las autoridades", dijo el coronel Luis Caballero, jefe de las unidades anti-narcóticos especiales de Bolivia. Calificó a La Asunta como una ‘zona roja' donde la producción de coca es utilizada para el procesamiento de cocaína. "Nuestras fuentes dicen que aquí hay laboratorios de coca", dijo.
El alcalde de La Asunta, Julio Zambrana Rodríguez, dio una respuesta indirecta: "Aquí en Las Yungas no usamos drogas. Solamente cultivamos coca. Lo único que queremos hacer es alimentar a nuestras familias".
Mucha familias, dijo, dependen casi enteramente de los 100 dólares que hacen trimestralmente con la venta de sacos de hojas de coca.
Zambrana admitió la llegada de cocaleros y compradores de fuera de la región.
"Aquí viene gente con dinero a hacer dinero con la coca", dijo. "Tienen que buscar dónde ir cuando las cosas no marchan bien" en otras regiones de Bolivia donde la coca ha sido erradicada.
Bajo la ley boliviana se permite el cultivo de 12.000 hectáreas de coca de modo que los campesinos puedan mascar sus hojas y evitar la sensación de hambre y fatiga y para tener más resistencia en las tierras altas.
Sólo con mascar unas pocas de las excepcionalmente amargas hojas de coca de Las Yungas se te duerme la lengua. Pero la altura entonces -un kilómetro y medio o más- se hace repentinamente menos pesada y ya no es probable que te provoque náuseas.
La hoja de coca de Las Yungas tiene un contenido de alcaloide más alto que la coca cultivada en otros lugares. Es por eso que obtiene un precio más alto en el mercado legal y en el mercado de las drogas. Los indios de lugares tan alejados como las provincias argentinas de Salta y Tucumán pagan precios altísimos por la coca de Las Yungas.
Las autoridades bolivianas y estadounidenses, junto con observadores de Naciones Unidas, estiman que más de 23.000 hectáreas de coca fueron cultivadas en Las Yungas el año pasado, dos veces más que lo permitido legalmente. La mayor parte de la coca ahora son plantas nuevas, que todavía no producen al máximo.
Los dirigentes de los cocaleros no niegan el crecimiento, pero dicen que se debe a que las nuevas plantas simplemente producen menos.
"No alcanzan la producción del año pasado", dijo Dionisio Núñez, un diputado primerizo de La Asunta y dirigente de la federación de cocaleros. "Eso solamente asegura que la producción sea la misma".
Un funcionario estadounidense involucrado en la guerra contra las drogas en los Andes, que habló conservando el anonimato, estuvo en desacuerdo. El funcionario atribuyó gran parte del crecimiento a "una creciente demanda de los traficantes de coca".
Knight Ridde visitó La Asunta, con el permiso de Núñez, pero los campesinos se mostraron reticentes a la hora de hablar.
"La tierra es buena y podemos producir cualquier cosa, pero no hay mercado" para otros productos, dijo el campesino Darío Pattzi Gárcez. "Ganaríamos un montón si hubiese mercado".
Antes este mes, el presidente boliviano Carlos Mesa diseñó una nueva estrategia contra las drogas, la primera en Bolivia en favorecer el desarrollo de cultivos alternativos por sobre la erradicación forzada de la coca por los soldados. El giro reconoce que la erradicación forzada no funciona en las Yungas.
Un problema es que la región está a demasiada altura y los helicópteros no pueden re-aprovisionar a las tropas. Los caminos son peligrosos y fáciles de sabotear.
El café es el único substituto lógico de la coca, pero expertos locales no son optimistas.
"Si el gobierno trata de imponer la erradicación forzada o algo que afecte directamente a los productores, quién sabe lo que puede ocurrir", dijo Federico Magueño, dirigente de la cooperativa cafetalera Cencoop, de Coroico.
"Cuando hablas de erradicación, sea forzada o voluntaria, surgen dudas. ¿Por qué no mejor comercializar la coca?"
Los dirigentes cocaleros están preparando una petición para legalizar el comercio de la coca y permitir que las hojas de coca se puedan vender en todo el mundo como té y productos naturales como jabón. La propuesta será presentada ante la próxima convención sobre narcóticos de Naciones Unidas en 2008.
Mario Quiroz, director general de la cooperativa cafetalera Coraca en la ciudad de Irupana, recordó el fracaso en los años ochenta de las medidas para remplazar el café de sombra de Las Yungas por variedades brasileñas de sol.
"Fue un fracaso y es por eso que los productores no confían en desarrollos alternativos", dijo Quiroz. "La coca hace parte de nuestro ecosistema. Lo que necesita el café son mercados. Y no solamente mercados, sino mercados que paguen un buen precio. Los productores no lo aceptarán a menos que puedan ganar dinero".
Wilfredo Téllez, 41, acoge el plan de ayuda de Mesa, considerando que le ayudará a criar ganado y cerdos en Charrobamba, cerca de La Asunta. Sus cinco escuálidas vacas pastan en un río seco en unos pastos tan ralos que parecen implantes de pelo marchitos.
"Oímos hablar de planes de desarrollo alternativo, pero ¿dónde están?", se quejó Téllez, su mejilla abultada de hojas de coca.

29 de septiembre de 2004
3 de octubre de 2004
©miami herald
©traducción mQh

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