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billetes alevosamente falsos 3


[Stephen Mihm] Gobierno norcoreano falsificaba dólares como un modo de salir de la crisis y satisfacer a su elite dominante.
En un país tan hermético y secreto como Corea del Norte, es difícil obtener información sobre las actividades del gobierno. Pero a fines de los años noventa llegó una nueva fuente de información: los desertores. El hambre, la corrupción y la desesperación impulsó a miles de norcoreanos, muchos de ellos funcionarios de gobierno, a huir del país. En 1997, dos burócratas de alto rango -Hwang Jang Yop, ex secretario del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, y Kim Duk Hong, director de una firma comercial del estado- pidieron asilo político en la embajada de Corea del Sur en Pekín. Fueron dos de los funcionarios más prominentes en desertar, pero no fueron los únicos: miles de norcoreanos huyeron hacia Corea del Sur. Muchos miles más escaparon hacia China.
En la comunidad de inteligencia internacional, investigar los relatos de los desertores sobre actividades en Corea del Norte se convirtió pronto en una especialidad -tanto como en una necesidad, pues los relatos no eran siempre fiables. Raphael Perl, analista del Servicio de Investigaciones del Congreso que ha escrito extensamente sobre las operaciones de falsificación de Corea del Norte, me dijo que "un montón de desertores o refugiados nos dan información, pero nos dicen todo lo que queremos saber. Tienes que poner en duda la fiabilidad de lo que dicen".
Sin embargo, los informes más fiables, combinados con las fuentes tradicionales más tradicionales, permiten una mejor suposición sobre lo que puede estar ocurriendo en Corea del Norte. Y en lo que se refiere a la falsificación, el panorama que emerge sugiere que la fabricación de dinero ha sido una pasión de toda la vida del dictatorial gobernante del país, Kim Jong Il, que se remonta a los años setenta, años en los que tomó las riendas del poder de manos de su padre, el fundador del país y su primer presidente, Kim Il Sung.
Hoy, en la calle de Changgwang Street en Pyongyang, la capital de Corea del Norte, hay una zona cerrada con barricadas de edificios gubernamentales. A juzgar por las fotos tomadas por satélite, son estructuras rectangulares sin nada especial que no delatan ningún propósito específico. Sin embargo, de acuerdo al especialista en Corea del Norte de Seúl con quien hablé hace poco, y que ha entrevistado a muchos desertores norcoreanos de alto rango, incluyendo a Hwang Jang Yop y Kim Duk Hong, esos edificios son la sede de la Oficina 39, una dependencia del gobierno dedicada a recaudar divisas fuertes para Kim Jong Il. (Al especialista se le garantizó su anonimato debido a lo delicado de las relaciones entre las dos Coreas).
Aunque los operativos de la Oficina 39 pueden estar dirigiendo empresas legítimas, incluyendo la exportación de cetas exóticas, ginseng y algas marinas, una parte substancial de los ingresos de la dependencia provienen de su participación en actividades ilegales: la producción y el tráfico de drogas, la venta de tecnología de misiles, cigarrillos falsos y falsificación de billetes de cincuenta y cien dólares. De acuerdo a Ken Gause, director del Programa de Estudios sobre Gobiernos Extranjeros de la Corporación CNA, un laboratorio ideológico de Virginia que ofrece asesorías sobre temas de seguridad nacional, las actividades de la Oficina 39 se yuxtaponen con las de otras dos dependencias que ocupan edificios del mismo complejo. La primera, la Oficina 38, se encarga del dinero adquirido por la Oficina 39, dijo, mientras la segunda, la Oficina 35, se ocupa de secuestros, asesinatos y otras actividades de ese tenor.
Las tres divisiones emplean la misma pequeña camarilla de elites, y responden todas directamente a Kim Jong Il, que vive en un chalet a menos de un kilómetro y medio de distancia. La historia de las operaciones de las Oficinas 39, 38 y 35, me dijo Gause, sigue estrechamente el ascenso al poder del propio Kim Jong Il a través del aparato del partido. A principio de los años setenta, después de ayudar a su padre a purgar las filas del Partido de los Trabajadores Coreano de las facciones rivales, Kim Jong Il asumió el control de las operaciones encubiertas de Corea del Norte, la mayoría de ellas en relación con blancos surcoreanos.
A mediados de los años setenta, de acuerdo a relatos de desertores que me fueron comunicados por el especialista en Corea del Norte, Kim Jong Il hizo distribuir una directriz entre los miembros del Comité Central del Partido de los Trabajadores Coreano instruyendo que los gastos para operaciones encubiertas contra Corea del Sur fueran pagados con la producción y uso de dólares falsos. Los funcionarios a cargo de la operación llevaron al país supuestamente billetes de un dólar, borraron la tinta y luego usaron el papel en blanco para imprimir billetes falsos de cien dólares razonablemente bien hechos -aunque sin alcanzar de ninguna manera la calidad de los superbilletes. Muchos de estos billetes fueron usados más tarde por agentes norcoreanos implicados en ataques contra blancos surcoreanos, como los operativos arrestados por los atentados con bomba contra una delegación oficial surcoreana en Rangún en 1983 y contra un avión de Aerolíneas Coreanas en 1987.
De acuerdo a las mismas versiones de desertores, Kim Jong Il endorsó la falsificación no solamente como un modo de pagar las operaciones encubiertas, sino también como un medio más en la guerra económica contra Estados Unidos, "un modo de luchar contra Estados Unidos y desbaratar el sistema económico norteamericano", como parafraseó el especialista en Corea del Norte.
De modo similar, de acuerdo a Sheena Chestnut, especialista en actividades ilícitas de Corea del Norte que también ha entrevistado a varios desertores claves, la falsificación era vista como una expresión de un principio ideológico del régimen: el concepto de juche. Traducida a menudo libremente como ‘confianza en uno mismo' o ‘soberanía', parece ser una reacción tras los muchos siglos en los que Corea debió capitular ante sus vecinos más grandes y más poderosos. "Parece que la falsificación en realidad contribuyó a la legitimidad interna del régimen de Corea del Norte", me dijo Chestnut. "Podía ser justificada de acuerdo a la ideología juche y permitió al régimen publicitar sus credenciales anti-capitalistas y anti-norteamericanas".
Hacia 1984, cuando la economía centralizada de Corea del Norte empezaba a desmoronarse, Kim Jong Il, que para ese entonces se ocupaba de gran parte de las tareas de gobierno, emitió otra directriz, de acuerdo al especialista en Corea del Norte, que me dijo que había conseguido una copia del documento. Explicaba que "la producción y uso de dólares norteamericanos falsos" era un medio, en parte, para "superar la crisis económica". La crisis económica era doble: no sólo se habían deteriorado las condiciones de vida de la población en general, sino también había un creciente descontento entre la elite del régimen por la situación económica, que se había acostumbrado a ciertos privilegios del poder. La falsificación contenía la promesa de recaudar divisas fuertes para comprar a la elite los bienes de lujo que esperaba: coches hechos en el extranjero, viajes para sus hijos, vinos y coñac finos.

23 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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