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bolivia resiste presión norteamericana


Estados Unidos presiona a Bolivia en su guerra contra las drogas.
[Simón Romero] Chimoré, Bolivia. El refrán sobre los norteamericanos aquí en la selva del Chapare es breve pero potente: ‘¡Viva la Coca, Mueran los Yanquis!’
Así que cuando el presidente Evo Morales visitó hace poco la región, elevando su puño y gritando esas mismas palabras ante sus partidarios, la ironía no pasó desapercibida a una unidad de elite de las fuerzas armadas bolivianas que sobrevive gracias al apoyo norteamericano.
"Para todo dependemos de los norteamericanos: nuestros bonos, nuestro adiestramiento, nuestros vehículos, incluso nuestras botas", dijo el teniente coronel José Germán Cuevas, comandante de una unidad de las fuerzas especiales bolivianas que persigue a traficantes de cocaína, en una base militar aquí en el centro de Bolivia.
Con helicópteros Huey de la era de Vietnam donados por Estados Unidos sobrevolando la base y decenas de oficiales bolivianos que han sido adiestrados junto a los Boinas Verdes de la Escuela de las Américas en Fort Benning, Georgia, Bolivia es uno de los frentes más confusos de la guerra contra las drogas en los Andes.
Morales, ex campesino cocalero, el ingrediente básico de la cocaína, es tanto un adversario como un activo socio de la política norteamericana contra las drogas en la región. A menudo describe a Estados Unidos como su principal adversario y ha convertido el derecho a cultivar coca en el símbolo más importante de la soberanía de su país y de la lucha contra el imperialismo.
Sin embargo, también ha hecho lo imposible por restringir el cultivo de coca, y acepta unos treinta millones de dólares al año  -casi todo su presupuesto para la lucha contra el comercio en narcóticos- de parte de Estados Unidos para combatir el tráfico de cocaína.
De momento, Morales y Estados Unidos son compañeros de ruta. Morales se ha mostrado renuente a romper lazos con Estados Unidos, especialmente desde que proporciona a Bolivia cerca de cien millones de dólares en ayuda al desarrollo al año. También garantiza el acceso libre de aranceles para los textiles bolivianos, una ayuda económica indispensable para su país.
Del lado norteamericano, algunos funcionarios dicen que un fuerte aumento del cultivo de coca podría significar más cocaína en Estados Unidos, aunque actualmente el mercado para la cocaína boliviana es desdeñable. Una razón más profunda puede ser que el dinero antinarcóticos le proporcione un poco frecuente acceso al gobierno de Morales.
Pero esta cooperación está sometida a presiones cada vez más fuertes. Los sectores radicales de la base política de Morales, que le ayudaron a llegar al poder, están irritados con las políticas norteamericanas contra la coca, especialmente aquí en el Chapare, donde el mes pasado los cocaleros expulsaron a un grupo de cooperantes norteamericanos en medio de acusaciones de que estaban conspirando para derrocar al gobierno de Morales.
Las tensiones también se sienten en la capital, La Paz. Hace dos meses una turba de unos veinte mil manifestantes marcharon hasta la puerta de la embajada norteamericana, chocando con la policía y amenazando con quemar el edificio, lo que llevó al Departamento de Estado a retirar temporalmente a su embajador, Philip S. Goldberg, a modo de protesta. Después del incidente, Morales elogió a los manifestantes.
"Evo Morales simplemente no puede aceptar las demandas norteamericanas después de haber sido elegido democráticamente por una enorme masa de campesinos indígenas enfadados y hambrientos que no ven otras alternativas reales para ellos y sus hijos", dice Bruce Bagley, experto en las políticas antidrogas en los Andes, de la Universidad de Miami.
Pero en una guerra contra las drogas en la que abundan las contradicciones, Morales se está comportando mejor de que esperaban algunos expertos en antinarcóticos cuando asumió el poder.
En la época, algunos advirtieron que su presidencia conduciría a un retorno a principios de los años ochenta, cuando los gobernantes militares permitieron que se cultivara coca en el Chapare, desestabilizando al país. Pero Morales se ha mostrado ansioso de demostrar que él no gobierna un estado narco, y la colaboración con los norteamericanos contribuye a reforzar su legitimidad internacional.

Cultivo de la Coca
Según Naciones Unidas, el cultivo de coca ha aumentado durante sus dos años en el cargo, pero no se puede hablar de un boom, porque sólo se ha incrementado en un ocho por ciento en 2006 y cinco por ciento en 2007.

Eso coloca a Bolivia muy por detrás de Colombia, el más grande productor de coca del mundo. Pese a ser el aliado más ardiente del gobierno de Bush en la región, Colombia experimentó el año pasado un aumento del veintisiete por ciento en el cultivo de coca y sigue siendo la principal fuente de la cocaína introducida clandestinamente en Estados Unidos.
Mientras los funcionarios norteamericanos felicitan públicamente a Morales por mantener el cultivo a raya, en privado sí expresan sus críticas. "Digámoslo así: Va en la dirección equivocada", dijo un funcionario estadounidense de la embajada de Estados Unidos en La Paz sobre la política antidrogas de Morales, insistiendo en proteger su identidad debido a las tensas relaciones de su país con Bolivia.
Sin embargo, es un milagro que Bolivia y Estados Unidos sigan aliados en la lucha contra el narcotráfico, ahora que Morales está mermando la influencia norteamericana en Bolivia.
En realidad, Morales ha dicho que las décadas de ayuda norteamericana a Bolivia tienen más que ver con su control de gobiernos títeres que con la lucha contra las drogas o con ayudar a la gente. Antes este año disolvió la unidad de inteligencia que recibía dinero norteamericano, y anunció que Bolivia dejaría de enviar a sus oficiales a los cursos de adiestramiento de combate en Estados Unidos.
Entretanto, aquí en el Chapare, las Fuerzas Especiales Antinarcóticos, conocida como los Leopardos, siguen haciendo su trabajo. Cada día al alba equipos de ocho hombres en uniforme de camuflaje abandonan una base militar aquí en un todoterrenos Nissan Patrol nuevo, para recorrer caminos de tierra en la selva. Luego descienden y entran a pie a la selva, abriéndose camino con machetes y blandiendo su rifles M-16, a la búsqueda de los pequeños laboratorios móviles de coca que han llevado la producción de cocaína a sus niveles más altos en diez años. Cuando encuentran uno, lo queman.
Después de encontrar un laboratorio en un claro en la espesa selva, el teniente Freddy Saenz, 27, dijo que él trataba de no pensar en la ideología a favor de la coca que se ha convertido en un elemento definitorio de la presidencia de Morales. "Tenemos que hacer nuestro trabajo, que es tratar de destruir los laboratorios", dijo el teniente Saenz, mientras gotas de sudor se deslizaban por su frente. "La coca será siempre parte de la vida en Bolivia".
Los arqueólogos dicen que la coca se ha cultivado en los Andes desde antes del nacimiento de Cristo. Mientras gran parte de Occidente asocia coca con cocaína, muchos bolivianos la mascan para aliviar la puna, combatir el hambre o mantenerse despiertos, un ritual de todos los días, como beber latte en los países ricos. En algunas de las cafeterías elegantes de La Paz no es raro que te sirvan una bandeja con hojas de coca cuando te sientas a una mesa.

Caldera de Violencia
Morales, 48, pasó su juventud en las plantaciones de coca en el Chapare después de que su humilde familia llegara acá desde el altiplano. Luego ascendió en las filas de los sindicatos cocaleros en los años ochenta y noventa, una época en que las tropas respaldadas por Estados Unidos
estaban tratando de erradicar agresivamente las plantas de coca de Bolivia.
Como un signo de resistencia, los cocaleros bloquearon cruciales carreteras y chocaron con las fuerzas de seguridad. En una nueva biografía del presidente, el escritor argentino Martín Sivak describe un episodio en que un grupo de Leopardos golpeó a Morales después de que este hablara en una manifestación, hasta que pensaron que lo habían matado. Una fotografía en el libro muestra al presidente, entonces joven, tendido en una camilla.
"El Chapare fue la caldera de violencia donde nació Evo", dice Jim Shultz, politólogo de Cochabamba. "Si no hubiese sido por la guerra norteamericana contra las drogas, hoy no tendríamos un presidente Evo".
Ahora Morales gobierna desde el palacio presidencial, donde las murallas están adornadas con retratos de él y el Che Guevara, de Gastón Ugalde, el enfant terrible del mundo del arte boliviano, que hace composiciones con hojas de coca. Pero, pese a su ideología a favor de la coca, Morales también ha tratado de reprimir la producción de cocaína.
Primero, en un gesto dirigido a los campesinos cocaleros, prácticamente duplicó la cantidad de tierra que los campesinos pueden dedicar legalmente al cultivo de coca, a cerca de veinte mil hectáreas. Pero luego trató de que acataran otra norma, que les impide dedicar más media hectárea al cultivo de coca.
Tomando como modelo a carteles como la OPEC, los organizadores en los sindicatos de cocaleros del Chapare, donde se elogia doctrinariamente al presidente, recorrieron la región para convencer a los cocaleros de que limitando la oferta mantendría estables los precios de la coca.
La presión dio resultado entre los campesinos, que además podían recibir fuertes multas por desacato. También contribuyó a crear un rara paz social en el Chapare. Los campesinos ganan unos cien dólares mensuales con el cultivo de la coca -una suma considerable en un país donde el salario mínimo es de unos setenta dólares al mes-, al mismo tiempo que complementan sus ingresos con cultivos como el arroz, las bananas y la mandioca.
Incluso han emergido signos de relativa prosperidad. Se inaugurará pronto una universidad financiada por el gobierno para formar a maestros, con un currículum en quechua y español. Los fines de semana, en ciudades como Chimoré se producen incluso embotellamientos cuando los campesinos sacan sus recién adquiridas furgonetas de segunda mano, conocidas aquí como surubís, para dar un paseo.
Y mientras los proyectos patrocinados por Venezuela para convertir la coca en productos como champú y pasta de dientes todavía tienen que materializarse, los campesinos cocaleros no parecen preocuparse de que una gran parte de sus cosechas termine convertida en la cocaína que es transportada a Brasil y Argentina, que son sus principales mercados.
"Ahora que tenemos algo de dinero, nos tratan como a seres humanos", dice María Eugenia Ledezma, 30, una funcionaria del sindicato de campesinos cocaleros más importante del Chapare. "Preferimos morir peleando antes que ser esclavos de los norteamericanos o de sus lacayos en Bolivia".

Frágil Cooperación
Mientras Morales ha desafiado directamente a Estados Unidos, entre otras cosas exigiendo visa a los turistas norteamericanos, los funcionarios estadounidenses se han mostrado en general cautos a la hora de disputarse públicamente con Morales sobre las políticas antinarcóticos, en parte debido a que la cooperación entre ellos es muy débil.

"Paradójicamente, Estados Unidos ha sido bastante más tolerante con este régimen que con otros gobiernos en el pasado que eran sus amigos", dijo Roberto Laserna, politólogo de Cochabamba que estudia el tráfico de cocaína.
Esta difícil relación puede cambiar. El gobierno boliviano se ha sentido fortalecido por el referéndum de este mes, en el que la presidencia de Morales fue ratificada por más del 67 por ciento de los votantes. Ahora el gobierno planea hacerse cargo de los proyectos antinarcóticos financiados por Estados Unidos, declaró Felipe Cáceres, un campesino cocalero que es el zar antidrogas de Morales, lo que sugiere que Bolivia se podría convertir en un socio mucho más asertivo.
El tira y afloja pone al coronel Cuevas, comandante de la base de Leopardos, en una posición difícil, agradeciendo a Estados Unidos por su supervivencia al mismo tiempo que elogiando la defensa de la hoja de coca de Morales. Sonrió, y con la reserva propia de los hombres de armas, mostró una leyenda en una de las murallas de la base, que dice: "Atipasunchaj", que en quechua quiere decir: "Prevaleceremos".

11 de septiembre de 2008
29 de agosto de 2008
10 de septiembre de 2008
©new york times 
cc traducción mQh
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