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peleas de perros se apoderan de texas


|Agentes encubiertos desbaratan organización clandestina dedicada a las peleas de perros, uno de los deportes más crueles popular en círculos criminales.
[James C. McKinley Jr.] Houston, Texas, Estados Unidos. Los dos agentes encubiertos estaban a kilómetros de alguna ciudad, en lo más recóndito del campo al este de Texas, siguiendo a un coche que transportaba a tres fanáticos de las peleas de perros y a una hembra pit bull conocida por arrancar los genitales de los otros perros. Un coche seguía a los agentes, con dos fornidos guardias armados, contratados para proteger al perro y una apuesta de cuarenta mil dólares.
Cuando los propietarios del otro perro -un grupo de Louisiana- se arrepintieron y quisieron marcharse, los hombres en el grupo de los agentes encubiertos reaccionaron furiosos, ofreciéndose a perseguirlos y matarlos. El dueño de la pit bull, un estadounidense que vive en México, fue compasivo. Decidió apropiarse del perro y no matar a los hombres, dijeron los agentes.
Durante diecisiete meses los agentes de la policía del estado de Texas infiltraron una turbia y peligrosa subcultura en Texas Este, un mundo donde delincuentes de poca monta, dealers y algunas personas con empleos normales comparten la pasión de mirar a los pit bulls destrozándose unos a otros en un foso de algo más de un metro cuadrado.
Los investigadores constataron que las peleas de perros se están haciendo populares en Texas y están mucho más extendidas de lo que habían esperado. La organización desbaratada aquí tenía lazos con organizaciones dedicadas a las peleas de perros en otros estados y en México, lo que sugiere una extensa red clandestina de gente dedicada a la actividad, dijeron los detectives.
Según dijeron los agentes, además de un cuadro de apostadores más viejos y bien establecidos, el deporte ha empezado a atraer a una creciente audiencia entre jóvenes de barrios pobres de Texas, donde la cultura de las pandillas, el tráfico de drogas y el hip-hop forman el telón de fondo.
Aquí la investigación condujo a la imputación de cincuenta y cinco personas y el decomiso de 187 pit bulls, destruyendo lo que los agentes describieron como una de las organizaciones de peleas de perros más grandes del país.
"Para los delincuentes habituales es como el juego de poker del sábado noche", dijo uno de los agentes encubiertos, el sargento C.T. Manning, al describir la tensa atmósfera que se respira en las peleas.
Mientras gritaban groserías a los animales en combate, dijo el sargento Manning, los participantes fuman marihuana, se meten pepas, hacen negocios sobre cosas como la venta de cocaína y la reducción de artículos robadas, y, como siempre, hablan sobre perros.
Las peleas de perros llamaron la atención nacional en 2007 cuando Michael Vick, el zaguero de Atlanta Falcons, fue condenado por concierto para delinquir después de mantener perros de pelea en su propiedad en Smithfield, Virginia. El lunes, funcionarios de Los Angeles anunciaron la disolución de una organización dedicada a las peleas de perros. Fue la indignación que estalló entre organizaciones de bienestar animal después de la detención de Vick lo que llevó a la legislatura de Texas, en septiembre de 2007, a convertir las peleas de perros en un delito. Antes de ese episodio, la policía de Texas había, en general, ignorado el fenómeno debido a que el delito era menor.
En el caso de Texas, funcionarios policiales describieron una sociedad secreta de hombres que organizaban peleas entre sus pit bulls y apostaban grandes cantidades de dinero sobre el resultado. Muchos de los imputados tenían prontuarios criminales, pero también había entre ellos un maestro de inglés en una escuela secundaria, un comprador de tierra para una compañía petrolera y un gerente de un restaurante Jack in the Box.
Generalmente los participantes se ponen de acuerdo sobre las peleas por teléfono, seleccionando a los perros por su peso y sexo, y acordando un período de adiestramiento de seis a ocho semanas.
Las técnicas de adiestramiento son brutales. Un hombre fue acusado por adiestrar a un perro obligándolo a correr durante una hora por vez en un cementerio con una cadena colgando de su cuello que pesaba tanto como el animal mismo. Luego obligaba al perro a nadar durante largos períodos antes de subirlo a una rueda de andar. Los perros recibían todos los días proteínas para perros, vitaminas y alimento de calidad superior para hacer músculos.
Cuando se aproxima la fecha de la pelea, los preparadores dejan pasar hambre a los perros, dandóles apenas agua e inflándolos con un fármaco anti-inflamatorio.
Las peleas se realizan en lugares apartados -un motel abandonado en el pueblo petrolero de Texas City, un corral de caballos en una barriada en las afueras de Houston, detrás de un granero cerca de Jasper y en una granja en el condado de Matagorda, al sur de Houston.
Los dos agentes encubiertos, el sargento Manning y su colega S.A. Davis, se hicieron pasar por miembros de una pandilla de moteros que se dedicaban a robar cajeros automáticos. Infiltraron la organización, se unieron a un grupo de gente que poseían perros y alquilaban una bodega en Houston donde a veces se organizaban peleas de perros.
El público venía a la contienda desde lugares tan lejanos como Tennessee, Michigan , y la República Checa. Todos los fines de semana se organizan peleas en toda la zona por premios que bordean usualmente los diez mil dólares. Los agentes documentaron al menos cincuenta peleas.
"A veces a los polis encubiertos los invitaban a tres peleas diferentes en una sola noche", dijo Belinda Smith, fiscal auxiliar de distrito del condado de Harris, que lleva los casos con Stephen St. Martin.
Los miembros de la organización llaman a las peleas ‘espectáculos de perros’. Usualmente dos perros se suspenden de una balanza con una delgada cuerda atada a sus cuellos y torsos. Si uno de los perros no tiene el peso indicado, se multa al dueño con la mitad del premio, o se ajustan las apuestas. Después de pesarlos, los dueños lavan los perros del rival con agua, bicarbonato de soda, leche tibia y vinagre para asegurarse de que sus pelajes no han sido envenenados.
Luego los perros son obligados a enfrentarse en una caja de madera contrachapada de sesenta centímetros de alto, normalmente con un tapete beige en el suelo para que se vea la sangre, dijeron los agentes. A la orden de ‘muestren sus perros’, los animales son colocados frente a frente. Cuando los adiestradores los sueltan, los perros se embisten en el centro del foso, desgarrándose los hocicos, mandíbulas, cuellos, lomos y genitales, contaron los agentes. Normalmente el referí los dejará pelear hasta que uno de ellos retroceda, hasta que los adiestradores los retiren a sus esquinas y laven durante unos treinta segundos.
Durante la pelea, los exhaustos animales a veces se sobrecalientan, se traban con sus patas y se tienden en el suelo. Los adiestradores los soplan para refrescarlos y obligarlos a luchar.
La lucha termina usualmente cuando un perro se niega a cruzar una línea trazada en el centro del ring para hacer frente al rival, conducta conocida como ‘quedarse en la línea’. Esos perros eran normalmente ahogados o apaleados hasta morir al día siguiente, dijeron los agentes.
"Estos tipos se lo toman muy personalmente", dijo el sargento Manning. "Es un reflejo de ellos mismos".
La mayoría de los perros incautados eran mantenidos en el exterior en patios embarrados, encadenados a cojinetes enterrados en el suelo, con sólo dos metros de soga y sin cobertizo, excepto, en algunos casos, un tambor volcado, de plástico, de 150 litros. Todos sufrían de múltiples parásitos, dijeron los veterinarios.
"Estos perros eran mantenidos en condiciones más que crueles: los sometían a espantosas condiciones", dijo el doctor Timothy Harkness, de la Sociedad Protectora de Animales de Houston. "La muerte sería más agradable que la vida que llevan".
Muchos de los animales sobrevivientes tenían heridas de combate en sus cuellos y hocicos, dijo Harkness. Aunque algunos no mostraban agresividad hacia los humanos, todos eran criados para atacar a otros perros, y la semana pasada los agentes tomaron la decisión de eutanasiarlos.
La doctora Dawn Blackmar, directora de salud pública veterinaria del condado de Harris, dijo que ‘dormir’ a más de ochenta perros bajo su cuidado fue desgarrador. "Fue terrible", dijo Blackmar. "No es culpa de los perros. Es culpa de la gente que ha explotado a esta raza".
Los miembros de la organización de peleas de perros controlaban a quienes asistían a las peleas, limitando el público a veces a diez invitados por cada lado e interrogando a la gente para saber quiénes eran y a quién conocían de la organización.
Los cabecillas mantenían secreta hasta el último minuto la ubicación de las peleas y luego salían en caravanas de vehículos hacia el punto de encuentro, haciendo difícil el recabamiento de evidencias, dijeron funcionarios policiales. También ocultaban la ubicación de los perros, por temor a que se los robaran.
"La gente iba a las peleas y hablaban sobre sus patios", dijo Smith, fiscal de distrito. "Pero no decían dónde se encontraban esos patios".
Smith dijo que las decenas de personas que asistían a las peleas aún estar por identificar, pese a las fotografías, porque para asistir a las peleas utilizaban coches que no les pertenecían y nunca usaban sus nombres verdaderos.
"Hay un montón de gente haciendo esto", dijo. "Esta investigación pudo haber sido interminable".

19 de diciembre de 2008
7 de diciembre de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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