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protestas contra gatos en el menú


En gran parte del país, comer felinos se considera asqueroso, pero no en Guangdong. Así que empieza la guerra.
[Barbara Demick] Guangzhou, China. El gato atigrado con ojos color de avellana y nariz blanca se acurrucaba al fondo de una pila de jaulas de metal llenas de conejos, codorniz, palomas y patos, al otro lado del pasillo con cubos de tortugas y escorpiones en una angosta tienda con tantos animales vivos como un zoológico para niños.
Si era macho o hembra, viejo o joven, no parecía importarle a nadie. Todo lo que contaba era su peso: 2.7 kilos.
Después de rápidos cálculos, el tendero ofreció vender el gato por un dólar 32 centavos por libra [450 gramos] -unos nueve dólares.
"Se lo cortaremos aquí mismo para usted en el cuarto trasero", sugirió el tendero, haciendo un gesto hacia un cuarto cubierto de manchas de sangre.
La escena es rutinaria en las carnicerías de Guangzhou, capital de la provincia de Guangdong, conocida antes como Cantón.
Aunque la gastronomía cantonesa es conocida en el extranjero por el dim sum y la sopa wan ton, también es reconocida como una de las cocinas más exóticas de China, llegando a servir especies del Arca de Noé en el menú. Según un popular dicho, los cantoneses comen cualquier cosa que camine, repte, salte o vuele.
Pero ahora sus compatriotas chinos están trazando una línea. Comer gatos, dicen, es simplemente repugnante.
"Los gatos son tus amigos, no son comida", se leía en las pancartas que portaban los manifestantes la semana pasada en una estación de trenes de Guangzhou, cuando trataban de interceptar un transporte de gatos.
"¡Es una vergüenza para Guangdong!", gritaban en otra manifestación, realizada frente la sede del gobierno provincial de Guangdong en Pekín.
En muchos lugares de China se come perro, pero sólo en Guangdong comen gatos. Es raro ver a gatos en la calle. Muchos gatos que se sirven aquí para la cena son importados desde el norte.
La Asociación para la Protección de los Animales Pequeños dice que los negocios de Guangzhou capturan a unos diez mil gatos por día en diferentes partes de China. Los ladrones de gatos son normalmente personas desempleadas que utilizan grandes redes de pesca para capturarlos y reciben un dólar cincuenta por gato.
"Como se han comido todos sus gatos, ahora quieren llevarse los nuestros de Pekín. La gente ya no quiere dejar salir a la calle a sus gatos", dijo Zhao Ming, un médico de 55 años que se encontraba entre las cerca de cuarenta personas que protestaban en Pekín.
El comercio en gatos prospera en una zona turbia aparentemente sin límites del comercio. La policía se muestra reticente a acusar de robo a los ladrones de gatos porque muchos de los gatos capturados viven en la calle y, debido a la famosa independencia que se atribuye a los gatos, técnicamente no son propiedad de nadie, aunque sean alimentados y cuidados por humanos.
En ausencia de una acción policial, los amantes de los gatos han empezado a tomar la justicia en sus manos.
Cuando un grupo de activistas de Shanghai recibió un dato en agosto de que un camión con una carga de gatos estaba pasando cerca en dirección a Guangdong, le prepararon una emboscada. A eso de las once de la noche, rodearon al camión en el mercado, obligaron a parar al conductor y trataron de comprar los gatos.
Cuando el chofer rehusó, las negociaciones se arrastraron hacia la tarde del día siguiente. Cuando unos activistas discutían con el chofer y la policía, otros abrieron la puerta trasera del camión y liberaron a cerca de mil seiscientos gatos. En el interior había trescientos gatos muertos.
Muchas de las campañas de rescate son dirigidas por Lu Di, una mujer de cerca de ochenta años que trabajó para Mao Tse-tung, leyendo para el presidente chino cuando empeoró su vista en sus últimos años.
"Puedes juzgar lo avanzada que es una civilización por la manera en que trata a sus animales", dijo Lu, parafraseando a Gandhi. Fundó la *Asociación para la Protección de los Animales Pequeños, que dirige desde su departamento en Pekín que comparte con quince gatos, más de una docena de perros, una codorniz, una paloma y un mono.
Cogió a un gato que se daba vueltas por el lugar con una cicatriz roja fresca causada por el alambre que habían usado los comerciantes para impedir que escapara. A menudo, los gatos son muy maltratados en sus últimos momentos, apretujados como tomates en un cajón de modo tal que no pueden respirar y aporreados hasta que quedan semi-inconscientes y son arrojados vivos a calderas con agua hirviendo.
"Este es un crimen que humilla a todos los chinos", dijo Lu.
Para muchos chinos, comer gato se ha convertido en algo socialmente inaceptable. Cuando el diario de Guangzhou, Souther Metropolis Daily, denunció este mes una operación de robo de gatos, desencadenó las manifestaciones de la semana pasada.
Páginas web chinas reaccionaron indignadas.
"La gente de Guandong son las más inescrupulosas de la especie humana", escribió una persona. "Si no hubiera una ley que lo prohíbe, serían capaces de comerse a sus suegras".
La disputa sobre el consumo de gatos atraviesa todas las clases de la sociedad china. Entre la clase media cada vez más occidentalizada, existe una creciente cultura de amigos de los gatos que los quieren para tomarlos en brazos, no para comerlos. Las restricciones sobre el tamaño y número de perros que uno puede tener como mascotas hace que los gatos sean populares en la ciudad.
En el centro comercial más grande de Pekín, una docena de felinos consentidos holgazaneaban hace poco dentro de la enorme jaula expositora de una tienda de mascotas especializada en gatos. Clientes adinerados paseaban entre las vitrinas lanzando exclamaciones.
La tienda de mascota era un estudio en contrastes con la tienda de abarrotes de Yongxing-long (significa ‘Siempre próspero’) en Guangzhou. Las carnicerías en estas partes no son para personas impresionables, ya que gran parte de la mercadería se vende viva y recién entonces sacrificada frente a los clientes.
"La carne de gato es buena para las mujeres. La puedes comer en invierno y en verano. Es muy ligera. Normalmente los hombres prefieren a los perros. Es como el yin y yang. El gato es yin y el perro es yang", dijo el cliente Jiang Changlin, que trabaja para el gobierno local.
Recomendó que los visitantes probaran una de las recetas más famosas de Guangdong, ‘el dragón contra el tigre’, un plato hecho con serpiente y gato y que debe su peculiaridad a las propiedades contrastantes de los ingredientes.
"¡Delicioso!", dijo Jiang.
Todavía ansioso por vender el gato enjaulado, el encargado de la tienda, Tang Huacheng, sugirió una receta más simple.
"Puedes hervir al gato durante un largo tiempo", dijo Tang. "Tiene un sabor muy rico, fresco".

Epílogo
Después de algunas negociaciones, esta periodista compró vivo al gato por el equivalente de nueve dólares. Una jaula cuesta diez dólares más.
Guangzhou es una densa ciudad casi sin lugares donde dejar a un gato. Una hilera de apartamentos junto a un sitio eriazo parecía el sitio ideal. Había pequeños restaurantes a nivel de calle. La gente estaba sentada a una mesa de plástico en la acera, jugando mah-jongg.
El gato, con su panza blanca y suave y sus claros ojos de color de avellana, parecía manso. Caminó tranquilamente para sentarse debajo de unos arbustos.
"Aquí realmente necesitamos un gato", dijo una de las mujeres que se había acercado. "Hay ratones en el sitio".
Su acento indicaba que provenía del norte de China,y muchos de los que viven aquí en el vecindario son trabajadores inmigrantes de fuera de Gaungdong. No comen gatos.

Eliot Gao y Nicole Liu contribuyeron a este reportaje.

28 de diciembre de 2008
22 de diciembre de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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