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irrumpen huertos urbanos


Huertos urbanos irrumpen en Chillán: el placer de cultivar en el patio de la casa. Todos deberíamos tener uno.
[Patricia Orellana] Chile. Los huertos urbanos son una realidad en Norteamérica (tanto en EE.UU. como en Canadá), Australia y en Europa. En Alemania y Francia, por ejemplo, el cultivo de verduras y hortalizas en azoteas y jardines privados se ha convertido en un pasatiempo entre los tradicionales compradores de comida local y visitantes de mercados de barrio.
La agricultura urbana o periurbana es definida como "la práctica de la agricultura (incluyendo cultivos, animales de corral, pescado y actividades forestales) en los límites de la ciudad o en sus aledaños." La superficie empleada suele ser privada y residencial (se usan pequeños solares, balcones, muros o azoteas), terreno público junto a infraestructuras, o veredas de ríos.
La agricultura urbana, han señalado quienes se declaran sus fervientes seguidores, contribuiría al incremento de la seguridad alimentaria y de los alimentos de dos maneras: Se incrementa la disponibilidad de productos locales, biológicos y de temporada para los habitantes de una ciudad, en un momento en que los centros integrales de mercancías no distinguen entre productos biológicos y no biológicos. Permite que las verduras, hortalizas y frutas cultivadas en la ciudad o sus alrededores estén inmediatamente disponibles para los consumidores, en la mayoría de las ocasiones sin mediar siquiera ninguna contraprestación económica debido a que en la producción de alimentos locales se promueve el ahorro de energía. Las agriculturas urbana y periurbana son una práctica sostenible.
Esto, que parece novedoso e interesante, no lo es tanto para muchas personas que viven en ciudades como la nuestra, en que se acostumbra todavía, como una suerte de nostalgia de la vida rural, cultivar en el patio de la casa una pequeña huerta. El "jardín de campo", como lo llama la gente de la zona, incluye entre las flores y plantas acelgas, perejil, cilantro, una que otra mata de tomate y más. Los que disponen de mayor metraje de patio se entusiasman e instalan sus pequeños invernaderos. La mirada actual parece ser el autoabastecimiento familiar, el poder acceder a productos menos contaminados y el ahorro. Pero hay que mencionar también la alegría que produce el cultivar la tierra, ya sea con flores y plantas o con productos que irán directamente a la mesa familiar.
El pintor Esael Araujo, salvadoreño radicado temporalmente en nuestra ciudad y que vive en calle Gamero, en el frente de su casa, en un espacio de la vereda, plantó lechugas, tomates, con la intención de entusiasmar a otros a que hagan lo mismo. ¿Por qué en la vereda y no en el patio?. "Bueno, porque espero que los dejen crecer, no los arranquen y cuando llegue el momento, pueden llevárselos y ojalá otros se atrevan a hacer lo mismo", aclara. Araujo tiene razón, nada hay más agradable y que llene de alegría el corazón que plantar, cultivar, tener un jardín, un huerto y ver como las plantas crecen cada día gracias a nuestros desvelos. Un reportaje del diario San Francisco Chronicle explica la experiencia de algunos habitantes de Berkeley, junto a San Francisco, con su cosecha de verduras y hortalizas en plena urbe: "los agricultores urbanos producen casi toda su comida con un huerto sostenible en su patio trasero. Vecinos plantan endivias, lechuga, tomates, zanahorias, judías verdes." Sería realmente simpático un Chillán con huertos urbanos.
4 de enero de 2011
2 de enero de 2011
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