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crisis de cólera en sudán


[Kim Sengupta] Los ataques y la limpieza étnica de las milicias árabes janjaweed arrecian. El secretario Powell llama urgentemente la atención sobre la grave situación de los derechos humanos en Sudán. Pero ya a comienzos de agosto se describía la extremadamente grave situación sanitaria de los campos de refugiados, afectados por el cólera, la fiebre tifoidea y la hepatitis.
Kalma, Darfur, Sudán. Kalma es un lugar de desesperación. En esta vasta y creciente ciudad de tiendas improvisadas, los refugiados han logrado escapar de los asesinatos, mutilaciones y violaciones en este osario en que se ha convertido Darfur. Y el futuro amenaza traer más miseria y horror.
Nadie sabe cuánta gente ha encontrado refugio aquí. Naciones Unidas dicen que son 76.000, el gobierno sudanés afirma que son 100.000, y las agencias de ayuda humanitaria estiman 60.000. Pero todos están de acuerdo en una cosa: hace dos semanas eran 26.000.
Esta gente desposeída, acurrucados en los refugios de lona y pedazos de ropa hecha jirones, ramas y hojas, recibe diariamente a otros que huyen de los combates y de la limpieza étnica. Las últimas noticias ayer por la tarde hablaban de 30.000 en el sur de Mahajaryah, escapando hacia acá después de una ofensiva del gobierno y sus aliados, la milicia árabe janjaweed, contra el rebelde Ejército Sudanés de Liberación.
Los recién llegados a Kalma y otros campos en la zona huyen del el nuevo peligro. Las autoridades sudanesas han mantenido una implacable presión para que vuelvan a casa, un viaje que ha causado muchas muertes a manos de los janjaweed que les esperan emboscados.
Se dice que el gobierno, usando una mezcla de soborno y amenazas contra los jefes de las aldeas en Kalma intenta convencerlos para que se alejen con sus comunidades. Esto ha causado repetidos estallidos de violencia en el campamento. En uno de los últimos un jefe fue seriamente herido y 42 personas fueron detenidas. Los refugiados pueden evitar los machetes y los kalashnikovs de la milicia, pero hay otro desastre del que las posibilidades de escapar son cada vez menores.
Con la gente hacinada viviendo en una horrorosa miseria, se teme que los campamentos sean un caldo de cultivo del cólera, la fiebre tifoidea y la hepatitis. También hay un enorme aumento de la desnutrición, especialmente entre los niños, causada en parte por las disparadas cifras de los casos de diarrea y en parte por la escasez de alimentos. Muchos refugiados dicen que las agencias gubernamentales que ayudan a distribuir la ayuda internacional reducen deliberadamente las raciones.
Las agencias de ayuda han comenzado a vacunar a la gente después de un brote de cólera en Kalma. Pronto comenzarán programas similares para otras enfermedades en toda la zona. Pero hay prisa en que se destinen más recursos. Naciones Unidas han hecho una petición de 350 millones de dólares para labores de socorro hasta fines de año, pero de momento sólo se han reunido 188 millones de dólares.
Las lluvias se han retrasado en un mes, normalmente una fuente de gran preocupación en esta parte del mundo, pero ahora el retraso es visto como un respiro que les permitirá ganar algo de tiempo antes del desastre. Cuando lleguen las lluvias, y eso ocurrirá pronto, muchos de los campamentos se transformarán en fétidos pantanos de excrementos humanos y animales que esparcirán las enfermedades. Los caminos de tierra usados
por los convoyes de ayuda se transformarán en agitados cenegales.
Kalma, en particular, es el campamento que sufrirá. Está ubicado en efecto en una cuenca, y en apenas unos días de lluvia se ha creado aquí en el centro una poza. El gobierno usa el hecho como una razón para trasladar el campamento si los refugiados no vuelven a casa.
Los residentes dicen que el lugar alternativo escogido está en territorio de los Razagat, una tribu árabe que es una de las principales fuentes de reclutas para la milicia janjaweed, y, en cualquier caso, como dice el conocido refrán en Kalma, para el tiempo en que el programa se ponga en marcha, la mayoría habrá ya muerto.
Sajida Ali Hassan llora cuando cuenta lo desesperadamente preocupada que está de que su hijita de tres años Zainab sea una de las que no sobrevivirá. La niña está delgada, sus ojos marrones son cada vez más grandes en una cara bella, pero dolorosamente esquelética. Sufre de diarrea aguda, y ahora pesa lo que pesa alguien de la mitad de su edad.
"Rezo todo el tiempo para que las medicinas le hagan bien y se salve", dice Hassan. "Pero no está mejorando. No quiere comer, ya no sonríe. Antes estaba siempre riendo y jugando". Su voz se apaga cuando llora.
La familia huyó a Kalma desde la región de Merawash cuando la aldea fue atacada por la milicia janjaweed hace cuatro meses. El marido de Hassan, Abbas, dice: "Mataron a mis dos hermanos y ya no puedo llevar la cuenta de toda la gente que yo conocía que ha muerto. Pero cuando llegamos aquí yo pensaba que estaríamos seguros. No esperaba que esto le pasaría a mi hija. Estoy muy triste".
Khatum Ali Mahmood, de 24 años, de Yasin, espera pacientemente frente a la clínica, con su hijito de once meses en los brazos, Abdul Riaz. "Esto comenzó hace una semana", cuenta. "Vomita todo el tiempo. Veo cómo pierde peso, pero no sé qué hacer. Los doctores son buenos, pero dicen que está muy débil y que quizás no sobreviva. No sé por qué nos hacen sufrir tanto. Me gustaría volver a casa con mis otros hijos, pero todavía hay peleas allá y no es seguro".
A medida que habla llegan a la aldea otros refugiados de la aldea de Mirwais, a 56 kilómetros de la capital provincial de Nayla, al sur de Darfur. Yusuf Adem Ahmed cuenta cómo fue atacada la aldea la noche anterior. "Hace cinco meses sacaba yo el cuerpo de mi padre cuando ellos atacaron la aldea. Volvimos y esto fue lo que pasó. Eran los janjaweed, pero también había tropas del gobierno con ellos. Nos atacaron con helicópteros, mientras que los janjaweed no los tienen".
Desdeñó los peligros de una epidemia. "Morimos aquí, o afuera. ¿Cuál es la diferencia?"
Pieter Smit, de Médicins du Monde, dijo: "Tenemos que hacer frente de algún modo a todas esas enfermedades, y llega cada vez más gente. El sistema no puede aguantar la presión. La situación sanitaria no puede ser más grave".
Adrian McIntyre, de Oxfam, agregó: "Es difícil transmitir al mundo de la escala de lo que está pasando aquí. Necesitamos muchos más medios. Tendremos enormes problemas, especialmente cuando comiencen las lluvias. Estamos frente a una crisis y el mundo debe entenderlo".

7 de agosto de 2004
11 de septiembre de 2004
©independent
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