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DESERTORES NORTEAMERICANOS EN CANADÁ - doug struck


Objetores a la guerra siguen la bien conocida ruta de la era de Vietnam: deserción y exilio en Canadá.
Toronto, Canadá. Jeremy Hinzman se enlistó en el Ejército en Boston, hizo una gira por Afganistán y se preparó para entrar a la elitista Rangers School. Entonces llegaron las órdenes de marchar a Iraq. Ordenó cuidadosamente sus cosas del ejército en su salita en Fort Bragg y se marchó a Canadá con su esposa e hijo.
"Por más esfuerzos que hice, no me pude convencer de que matar a alguien sea algo correcto", dijo Hinzman, 25, en una entrevista aquí.
El especialista Hinzman es un desertor, uno de al menos cuatro que han seguido la ruta de los que se resistieron contra la Guerra de Vietnam hace una generación y buscaron refugio en Canadá. Aquí, han sido recibidos por muchos de esa época: antiguos peaceniks que son ahora pilares de la comunidad.
El gobierno se muestra menos acogedor. A pesar de la oposición de Canadá a la guerra de Iraq, el gobierno también se opone a la solicitudes de refugio de los desertores, diciendo que los soldados no son perseguidos. Y rechaza el argumento de que la guerra de Iraq es ilegal.
"Canadá está preocupada de que si nos conceden la condición de refugiados, vendrán otros", dijo Hinzman.
Los desertores en Canadá provocan la indignación en Estados Unidos de gente que argumenta que están esquivando un deber al que se comprometieron voluntariamente. "No es el servicio militar. Esta gente se presentó voluntariamente al ejército", dijo Jerry Newberry, portavoz de Veteranos de Guerras Extranjeras, de St. Louis. "Esta gente quiere tener un trozo de la torta, y, además, comérselo".
Hinzman, un hombre delgado y aplicado, acepta las críticas. Pero responde que sus objeciones a los militares surgieron después de que se hubiera enlistado. Antes de que se le enviara a Iraq, había solicitado funciones no-combatientes. Si se le hubiesen otorgado, habría cumplido con su deber, habría incluso ido a Iraq como médico o cocinero o cualquier cosa que no implicara operaciones ofensivas.
"Habría aceptado incluso si se trataba de situaciones en las que las balas te pasan zumbando", dijo. "No digo que eso no me asuste, pero habría seguido en el ejército..., provisto que no tenga que disparar".
Hinzman pasa sus días leyendo y cuidando de Liam, su hijito de dos años y medio, en el pequeño patio del apartamento de sótano de la familia en el centro de Toronto. Él y su esposa, Nga Nguyen, bióloga y asistente social que tenía apenas tres años cuando su familia abandonó Laos después de la Guerra de Vietnam, hace turnos para cocinar comidas vegetarianas.
Están en un limbo legal mientras el caso de Hinzman pasa por los trámites de la Junta de Inmigración y Refugiados, que verá su situación el 6 de diciembre. Esperan que se les otorgue un permiso de trabajo y encontrarlo, pero hasta entonces deberán pagar el alquiler, la comida y los abogados con los cada vez más menguados ahorros de los tres años que pasó Jeremy en el ejército.
"Le dije a Jeremy que yo lo apoyaría en su decisión, sea que nos marcháramos o que entrara en prisión", dijo Nguyen, 31. "Al menos, la familia sigue junta, y estamos vivos".
Hinzman hace ocasionalmente discursos, junto a otros dos desertores estadounidenses que han hablado públicamente sobre sus casos, el soldado raso Brandon Hughley, 19, y David Sunders, un recluta de la Marina. De acuerdo a Jeffrey House, un abogado de los norteamericanos, al menos otro desertor se encuentra en Canadá,, aunque no se ha dejado ver.
House, 57, dijo que sintió un calofrío de reconocimiento cuando Hinzman entró por primera vez a su despacho. Treinta y cuatro años antes, House cruzó la frontera de Wisconsin antes que obedecer una orden de reclutamiento durante la Guerra de Vietnam.
Estimaciones de cuántos estadounidenses llegaron a Canadá en esos tiempos para evitar el servicio militar en la guerra varían de 30.000 a 90.000. Fueron invitados por el primer ministro de la época, Pierre Trudeau, que declaró en 1969 que Canadá sería "un refugio contra el militarismo".
Cuando asumió en 1977, el presidente Jimmy Carter perdonó a los desertores y les permitió que solicitaran la resolución de sus casos. Muchos de los estadounidenses volvieron a casa. Otros se quedaron en Canadá, y muchos prosperaron allí. Entre ellos se encuentran hoy jueces, cientos de profesores universitarios, un popular locutor de radio, un agente artístico, políticos y un crítico de cine.
"Es una enorme decisión", dijo House sobre su cliente. "Yo respeto y admiro su decisión".
House ha alegado ante la junta de inmigración que Hinzman está huyendo de una guerra ilegal. El abogado dijo que está preparado para probar que en la guerra de Iraq se cometen sistemáticamente crímenes de guerra -dijo que las torturas en la prisión de Abu Ghraib son la prueba número uno- que justifica que un soldado se niege a servir en el ejército.
El gobierno respondió que la legalidad de la guerra no era el tema de las vistas y que, de todos modos, la presencia estadounidense en Iraq había sido sancionada por Naciones Unidas en la época en que Hinzman escapó de Fort Bragg en enero. El abogado del gobierno se negó a discutir el caso, como lo hicieron también los portavoces de la junta y de la Oficina de Ciudadanía e Inmigración.
Sin embargo, otros han apoyado la causa de los estadounidenses. Un agente artístico organizó un concierto en junio para reunir fondos para ellos. Una firma de relaciones públicas en el oeste de Canadá inició una página web, que ahora está desbordada de mensaje de apoyo.
"Aquí hay un sentimiento muy fuerte contra la guerra en Iraq", dijo Carolyn Egan, presidente del comité local de Trabajadores Siderúrgicos Unidos, que apoyó a Hinzman. A diferencia de los resistentes de Vietnam, dijo, estos desertores "no vienen de facultades universitarias, comprometidos con una ideología política. Son jóvenes honestos que han tomado decisiones muy personales por las que no pueden apoyar la guerra".
Hinzman creció en Rapid City, Dakota del Sur, terminó la secundaria y trabajó como panadero durante un tiempo. A través de amigos conoció y empezó a salir con Nguyen, cuya familia había huido de Laos en 1975.
Se mudaron a Boston, se casaron, y Hinzman se enlistó en el Ejército en enero de 2001, porque, dijo, le parecía una vocación honorable, firme y con los beneficios de una educación universitaria. Fue asignado a la División Aerotransportada Nº82 y llegó a lanzarse 17 veces en paracaídas durante el adiestramiento.
"El Ejército me dio un centro y una estructura a mi vida", dijo. "Cuando me enlisté, pensé que podía ser enviado. Pensé que si me llamaban, podría hacerlo. Pero no sabía, a lo mejor estúpidamente, que tenía una inhibición arraigada de matar a otro ser humano".
Hinzman dijo que le repelían los cantos militares de ‘Kill! Kill!' que se usan en el adiestramiento básico y se sentía más atraído, en sus lecturas, por el budismo.
"Yo estaba a punto de ir a la Rangers School", dijo. "Pero el reverso de eso era que yo estaba pasando por un debate interior sobre si realmente podía hacerlo. Y finalmente decidí que no podía".
En 2002 solicitó la condición de objetor de conciencia, que le habría permitido seguir en el Ejército, pero como un no-combatiente. Mientras su petición estaba en trámite, su unidad fue enviada a Afganistán. Hinzman fue asignado a labores como lavaplatos y cocinero cuando su unidad estuvo en Kandahar de diciembre de 2002 a julio de 2003. En Afganistán, un teniente primero rechazó su petición, diciendo que las razones alegadas no "eran congruentes con la definición de un objetor de conciencia".
Hinzman volvió con su unidad a Fort Bragg. Pero a fines de 2003 le dijeron que sería enviado a Iraq. Él y Nguyen hablaron largamente y "se hizo cada vez más claro" que él se negaría a ir, dijo. "Es una guerra ilegal. Yo no voy a matar o ser matado para subsidiar la gasolina para que un tipo salga en su todoterrenos".
El día de Noche Vieja, Hinzman ayudó a instalar unas miras en tanques el Ejército. La noche siguiente, con un permiso de tres días, él y su familia cargaron calladamente su equipaje en su Chevrolet Prism y se dirigieron hacia Canadá.
Cruzaron las Cataratas del Niágara el 3 de enero, a las 6 de la tarde, diciéndole al guardia de fronteras que estaban "visitando a amigos". Era casi un juego de palabras. Hinzman había estado en contacto con los Cuáqueros -la Sociedad Religiosa de los Amigos- y se dirigía a un refugio en una casa de reunión de los Cuáqueros en Toronto.
Llamaron a sus padres. "Todos me han ayudado mucho", dijo Hinzman. "La única excepción fue mi abuelo. Tiene problemas conmigo, incluso aunque piensa que la guerra es algo malo. Creo que tiene un concepto diferente del deber".
"Creo que Estados Unidos es un gran país", dijo Hinzman. "Pero la dirección en la que vamos no es buena. No quiero ser parte de eso. Hay algo bueno en eso de quedarse y ser una voz de la oposición. Pero yo no estoy llamado a eso.
"Algunos nos llaman cobardes, para otros somos víctimas", reflexionó. "Yo creo que ninguna de las dos cosas es verdad. Yo elegí hacer esto. Creo que agoté todas las opciones que tenía".

12 de octubre de 2004
©washington post
©traducción mQh

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