españa rompe cárcel cubana
Gestiones españolas lograron la liberación de algunos disidentes cubanos.
No se deben gracias a Fidel Castro por la liberación del poeta y periodista cubano disidente Raúl Rivero y varios otros prominentes críticos del gobierno de una prisión de La Habana esta semana. Ninguna de las 75 personas encarceladas durante una fuerte represión de la disidencia este año debieron haber sido detenidas.
Si hay que darle las gracias a alguien, es a España. Es un secreto a voces en círculos diplomáticos que Castro accedió a su liberación, y podría liberar pronto a otros disidentes, para dar al nuevo gobierno socialista español y a su primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero más influencia en la próxima reunión de la Unión Europea para discutir el futuro de la política europea sobre Cuba.
La relación entre Europa y Cuba se han puesto tensas desde 1996, cuando los países europeos pusieron como condición de la ayuda económica modestas aperturas políticas que Castro se negó a aceptar. Su brutal represión en marzo de este año condujo a la UE a desairar a Castro organizando cócteles con disidentes en sus embajadas y enviando a diplomáticos de insultante bajo nivel en visitas oficiales a Cuba. Castro golpeó de vuelta cercenando las comunicaciones entre su gobierno y las embajadas. Difícilmente una declaración de guerra, pero todo el mundo se quedó a oscuras.
Zapatero, con su todavía lozana victoria electoral en marzo, está resuelto a hacer la vista gorda sobre la pasada intransigencia de Castro, y a buscar maneras de reconstruir los puentes para cuando haya partido el viejo revolucionario cubano. Al obtener la libertad de un puñado de disidentes hoy, España podrá reivindicar más tarde que su política de aproximación dio sus frutos.
Castro no está de ningún modo dispuesto a aceptar verdaderos cambios políticos o económicos. Diez presidentes estadounidenses han fracasado en hacerlo ceder. Otros, como el antiguo primer ministro español Felipe González y los antiguos presidentes Carlos Salinas de Gortari, de México, y César Gaviria, de Colombia, trataron una aproximación amistosa, sin resultados. La última morisqueta de Castro fue prohibir el dólar norteamericano como divisa monetaria, permitiendo al gobierno una comisión por cada transferencia.
La nueva posición española indica que, mientras Castro viva, incluso concesiones menores son suficientes para mantener el diálogo abierto -el pueblo cubano no tiene más alternativa que soportarlo.
A los 78, las perspectivas de Castro van todas cuesta abajo. No las de Cuba. El comparativo consentimiento español puede en realidad tener algunos beneficios en vista, aunque el velatorio de Castro se ha estado anunciando durante años.
La semana pasada, el rey de España visitó al presidente Bush en su rancho de Crawford, Tejas. Esperemos que hablan hablado sobre Cuba. Quizás el rey convenció a Bush de que tender algunos puentes más -no a Castro, sino al pueblo cubano- puede dar a Estados Unidos algunas ventajas cuando el viejo dictador finalmente desaparezca.
2 de diciembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
Si hay que darle las gracias a alguien, es a España. Es un secreto a voces en círculos diplomáticos que Castro accedió a su liberación, y podría liberar pronto a otros disidentes, para dar al nuevo gobierno socialista español y a su primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero más influencia en la próxima reunión de la Unión Europea para discutir el futuro de la política europea sobre Cuba.
La relación entre Europa y Cuba se han puesto tensas desde 1996, cuando los países europeos pusieron como condición de la ayuda económica modestas aperturas políticas que Castro se negó a aceptar. Su brutal represión en marzo de este año condujo a la UE a desairar a Castro organizando cócteles con disidentes en sus embajadas y enviando a diplomáticos de insultante bajo nivel en visitas oficiales a Cuba. Castro golpeó de vuelta cercenando las comunicaciones entre su gobierno y las embajadas. Difícilmente una declaración de guerra, pero todo el mundo se quedó a oscuras.
Zapatero, con su todavía lozana victoria electoral en marzo, está resuelto a hacer la vista gorda sobre la pasada intransigencia de Castro, y a buscar maneras de reconstruir los puentes para cuando haya partido el viejo revolucionario cubano. Al obtener la libertad de un puñado de disidentes hoy, España podrá reivindicar más tarde que su política de aproximación dio sus frutos.
Castro no está de ningún modo dispuesto a aceptar verdaderos cambios políticos o económicos. Diez presidentes estadounidenses han fracasado en hacerlo ceder. Otros, como el antiguo primer ministro español Felipe González y los antiguos presidentes Carlos Salinas de Gortari, de México, y César Gaviria, de Colombia, trataron una aproximación amistosa, sin resultados. La última morisqueta de Castro fue prohibir el dólar norteamericano como divisa monetaria, permitiendo al gobierno una comisión por cada transferencia.
La nueva posición española indica que, mientras Castro viva, incluso concesiones menores son suficientes para mantener el diálogo abierto -el pueblo cubano no tiene más alternativa que soportarlo.
A los 78, las perspectivas de Castro van todas cuesta abajo. No las de Cuba. El comparativo consentimiento español puede en realidad tener algunos beneficios en vista, aunque el velatorio de Castro se ha estado anunciando durante años.
La semana pasada, el rey de España visitó al presidente Bush en su rancho de Crawford, Tejas. Esperemos que hablan hablado sobre Cuba. Quizás el rey convenció a Bush de que tender algunos puentes más -no a Castro, sino al pueblo cubano- puede dar a Estados Unidos algunas ventajas cuando el viejo dictador finalmente desaparezca.
2 de diciembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
0 comentarios