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clérigos debaten sobre guerra santa


[Neil Macfarquhar] Clérigos musulmanes se reúnen en El Cairo para cuestionar la infalibilidad de la interpretación de los clérigos del Corán.
El Cairo, Egipto. Muhammad Shahrour, un lego que ha escrito extensamente sobre el islam, me recibe en su despacho de ingeniero en Damasco, Siria, argumentando que los musulmanes pueden liberar a su fe de la violencia cada vez más brutal que se comete en su nombre sólo si revaloran sus textos sagrados.
Primero, Shahrour se detiene sin temor en el Corán. Todo el capítulo nueve, ‘La sura del arrepentimiento', dice, describe un intento fallido del profeta Mahoma de fundar un estado en la Península Arábiga. Cree que, como la fuente de la mayoría de los versos que se utilizan para legitimar los ataques extremistas, con versos como "destruid a los paganos donde los encontréis", el capítulo debería ser considerado en su contexto original.
"El estado que construyó ya no existe, pero su mensaje sigue vivo", dice Shahrour, un sirio de 65 años, de voz suave, ingeniero civil, de delgadas canas. "Tenemos que hacer una diferencia entre la religión y la política de estado. Cuando estudias el islam político, no se ven más que muertes, asesinatos, envenenamientos, intrigas, conspiraciones y guerras civiles, pero el islam es un mensaje muy humano, sensible y justo".
Shahrour, y alrededor de una docena de intelectuales de la misma opinión de todo el mundo árabe y musulmán causaron revuelo con su llamado a re-interpretar los textos sagrados tras un seminario en El Cairo bajo el nombre de ‘El islam y la reforma', antes este otoño.
"¡Mentirosos! ¡Mentirosos!", gritó alguien en la rueda de prensa infiltrada por clérigos musulmanes y otros del núcleo duro de fieles que gritaron y embistieron contra los conferenciantes de tal manera que ningún periodista pudo preguntar nada. "¡Sois todos unos sionistas! ¡Infieles!"
El largo debate interno sobre la violencia política en las culturas musulmanas está creciendo con seminarios como este y un montón de columnas de diarios que rompen los tabúes previos y sugieren que el problema reside en el modo en que es interpretado el islam. El sábado en Marruecos, una importante conferencia a la que asistirá el ministro estadounidense de Asuntos Exteriores Colin L. Powell, se concentrará en la democracia y principios liberales en el mundo musulmán.
A un lado de la discusión hay en su mayor parte intelectuales seculares horrorizados por la sangre derramada, acompañados por musulmanes de a pie consternados por la imagen cada vez más sangrienta del islam en el mundo. Están resueltos a encontrar un modo de rescatar la fe de las manos de los extremistas. Básicamente, los liberales quieren diluir lo que critican como el monopolio clerical en la dispersión de interpretaciones de los textos sagrados.
Unidos contra ellos hay instituciones religiosas poderosas, como la Universidad de Al Azhar, clérigos importantes y toda una clase diferente de estudiosos que argumentan que el islam está siendo atacado por Occidente. Resistir con todos los medios posibles es la única defensa que resta a la víctima más débil, dicen.
El debate, que se puede oír en Oriente Medio, África del Norte y en el sur de Asia, está motivado fundamentalmente por la carnicería en Iraq. El demoníaco flujo de imágenes de soldados atacando mezquitas y otros blancos son yuxtapuestas con las de Abu Musab al-Zarqawi decapitando a víctimas civiles en videos caseros mientras pasan por debajo de la imagen unos versos del Corán, como "Golpear en sus cuellos".
Mientras los estragos en Iraq disminuyen, acontecimientos como la masacre en septiembre de más de 300 personas -la mitad de ellos niños- en una escuela rusa, u otros ataques como en Holanda, Egipto, Turquía, Indonesia o España, que sus perpetradores dicen que son guerra santa, sirven para alimentar las discusiones en la televisión por satélite, en diarios y en torno a las mesas de musulmanes de a pie.
"La resistencia nunca fue eso: secuestrar a alguien y decapitarlo en frente de todo el mundo", dijo hace poco Ibrahim Said, que reparte pasteles en un barrio de Ciudad Nasser en El Cairo.
"Eso es ‘haram'", prosiguió, usando la palabra árabe para algo prohibido o vergonzoso, y luego cita al Corán, por su cuenta: "‘Realmente Alá nunca cambiará la condición de la gente a menos que cambien'. Eso quiere decir que nada cambiará si no cambiamos primero nosotros mismos".
Abdul Rahman al-Rashed, director de la red de televisión por satélite Al Arabiya -de Dubai- y un conocido periodista saudí, causó conmoción este otoño con una columna de diario en la que dijo que los musulmanes deben enfrentarse al hecho de que la mayoría de los actos terroristas son cometidos por musulmanes.
"Específicamente el peligro proviene de las ideas y prédicas de la violencia en nombre de la religión", dijo. Agregó: "Estoy convencido de que hay un problema con la cultura, con la moderna cultura del radicalismo, con la gente que lo admite. Sin reconocer eso como el hecho más importante, que, hablando estadísticamente la mayoría de los terroristas son musulmanes, no seremos capaz de solucionar el problema".
Rashed cree que hay un movimiento en el mundo árabe, aunque no todavía un consenso, que entiende que los musulmanes deben empezar a moderarse a sí mismos antes que quejarse constantemente sobre las injusticias y la desigualdad. La violencia no sólo ha disminuido la simpatía por causas justas, como terminar con la ocupación israelí, dice, sino que ha re-encendido el resentimiento contra los musulmanes en los lugares donde viven.
Al otro lado está Abdel Sabour Shahin, un profesor de lingüística de la Universidad de El Cairo y panelista de un programa de televisión, que dice que el mundo musulmán debe defenderse y que la mayoría de los extranjeros en Iraq son blancos legítimos. En los suburbios de la nueva clase media que se extienden en el desierto más allá de las pirámides, el profesor Shahin saluda a los visitantes en un recinto con una pequeña entrada de altas murallas blancas, donde se encuentra su propia mezquita, en la que predica los viernes.
"Hay un gran grupo de gente que viste de paisano, pero trabajan para las fuerzas ocupantes", dijo. "¿Cómo podemos pedir a alguien que está en la resistencia contra la ocupación que pregunte primero si es un civil o no?"
Cuando le pregunté qué pensaba de los que cortan cabezas, respondió: "Cuando un misil impacta en una casa, decapita a 30 o 40 de sus ocupantes y los transforma en cenizas. ¿Es necesario comparar la conducta de una persona bajo sitio e indignada con los que están manejando los instrumentos de la guerra?"

Sus observaciones se hacen eco de las del jeque Yousef Qaradawi, nacido en Egipto, y ahora un clérigo de Qatar cuyo programa ‘La ley musulmana y la vida' en el canal de televisión Al Yazira, lo transformaron en el clérigo más influyente entre los sunníes, la secta mayoritaria.
A fines de agosto, el jeque Qaradawi parecía querer decir que todos los estadounidense en Iraq podían ser blancos. Cuando le pregunté si eso incluía a los civiles, el jeque respondió con una pregunta: "¿Hay civiles en Iraq?" En medio de la conmoción que causó en toda la región, emitió una clarificación, diciendo que había querido decir que se refería a los que colaboraban con la ocupación y señaló que él había condenado previamente las decapitaciones.
Sin embargo, el mes pasado, justo después del renovado asalto de Faluya por tropas norteamericanas, el jeque dio el sello de aprobación musulmana a todos los que luchaban contra la ocupación.
"La resistencia es algo legítimo. Más que eso, es un deber", dijo por televisión.
Mientras que pocos musulmanes disputan el derecho a resistir contra la ocupación militar, el problema es que esas declaraciones mal definidas y tan generales son interpretadas como una orden para cometer actos de violencia, sin importar lo brutales que puedan ser.
"Condena las decapitaciones y luego, ante otra pregunta, dice que todos los que apoyan la ocupación son enemigos", dijo Jamal Kashoggi, un experto saudí en movimientos musulmanes. "Así el mensaje no se asienta".
El 26 de noviembre, 26 importantes clérigos saudíes firmaron una petición apoyando la "guerra santa defensiva" en Iraq. Aunque su declaración excluía los ataques contra socorristas y otras personas no implicadas [en acciones bélicas], fue interpretada como una señal para que los saudíes se presentaran como voluntarios. Osama bin Laden y sus partidarios surgieron de un llamado similar hace 25 años para luchar en Afganistán, una lucha que luego se extendió por todo el planeta.
La discusión sobre la re-interpretación del islam sigue en gran parte confinada a la elite intelectual, pero incluso tocar el tema socava el tabú de que la religión y los clérigos son de algún modo infalibles. No hay sondeos de opinión sobre el asunto, pero al hablar con gente en la calle, uno tiene la idea de que se están atacando a esos temas con su propia comprensión de su fe.
Algunos rechazan tajantemente toda crítica e identifican inmediatamente al primer ministro Ariel Sharon y el presidente Bush como aquellos sobre los que pesa la mayor responsabilidad por la carnicería. También mencionan inevitablemente las torturas de los prisioneros en Abu Ghraib como algo que debe ser vengado.
Pero otros muestran una cierta introspección.
Una muestra de la creciente consternación pública en el mundo árabe es la muda reacción ante el asalto de Faluya el mes pasado, en comparación con el asalto de hace seis meses. Ha sido atribuido en parte a las atrocidades cometidas por los insurgentes, incluyendo los ataques suicidas en los que han muerto muchos iraquíes.
Sin embargo, la amplia simpatía pública de la que gozan aquellos que combaten contra los soldados norteamericanos o israelíes hace difícil montar una campaña contra la violencia y el terrorismo, dicen los partidarios del cambio.
Los partidarios de la guerra santa dicen que es natural que los iraquíes y palestinos resistan, y señalan lo que llaman la hipocresía estadounidense.
El jeque Khalil al-Maiss, el mufti de Zahle y de la región de Bekaan en el Líbano, compara el tratamiento de dos déspotas, Saddam Hussein y Muammar el-Qaddadi, ambos con una larga historia de maltrato de los disidentes y otros males. El primero no se sometió al Occidente, y el segundo abandonó su programa de armas no convencionales.
"Qaddafi compró su salvación, pero sigue siendo Qaddafi", dijo el jeque, poniéndose su turbante cuidadosamente envuelto antes de salir hacia su sermón de los viernes. "¿Por qué encarcelaron a Saddam y dejaron a Qaddafi en el poder? Estados Unidos no debería hablar de principios".
Interrogado sobre los que dicen que el problema está en las interpretaciones restrictivas del islam mismo, el jeque Mais gesticuló y exclamó: "Busque la respuesta en Dios", resumiendo el punto de vista de la mayoría de los clérigos musulmanes.
No se puede dividir el islam en pedazos, dice. Tienes que aceptarlo como un todo.
Pero el todo de quiénes, preguntarían los reformistas, lamentando lo que un escritor saudí llama "el caos de la fatwa". Una importante dificultad bajo el islam sunní, en contraste con, digamos, la rama chií que predomina en Irán, o la iglesia católica, es que no hay una autoridad central que resuelva sobre cuestiones doctrinales.
Los del campo liberal creen que el islam, entrando ahora en sus quince siglos de historia, necesita una completa re-examinación de sus principios básicos. Para ese fin, la conferencia de El Cairo este otoño recomendó revisar las raíces del legado musulmán, especialmente los dichos del profeta, y terminar con el monopolio que ciertas instituciones religiosas ejercen sobre la interpretación de esos textos y enfrentarse a las corrientes religiosas extremistas.
Los que participan de esta tendencia fueron severamente acusados de entrometerse en un reino que sólo pertenece al clérigo. El gran jeque de Al Azhar, Muhammad Sayed Tantawi, el clérigo más importante de Egipto, los llamó un "grupo de parias".
Pero Shahrour dice que él y un número creciente de intelectuales no serán disuadidos por la oposición del clérigo.
Describe como ridículamente arcaicos algunos dichos -hadith- atribuidos a Muhammad, reunidos en nueve voluminosos tomos unos 100 años después de su muerte, y ahora la última palabra sobre cómo deben vivir los fieles.
"Las cosas están como están porque durante siglos a los musulmanes se nos ha dicho que el islam se expandió por la espada, que todos los países árabes e incluso España fueron dominados por la espada y estábamos orgullosos de ello", dijo. "Para la gente de la calle, la religión del islam es la religión de la espada. Esta es la cultura que tenemos que cambiar".
11 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh

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